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OJOS DE BRUJO / «Lo nuestro no tiene nombre»
De Marcha - Música

OJOS DE BRUJO / «Lo nuestro no tiene nombre»

Con su esperado nuevo álbum, 'Techarí' (libre), Ojos de Brujo celebran ahora «la libertad, el deseo de búsqueda musical y la riqueza del ritmo». Lo dice el gitano Ramón Jiménez, guitarrista de un combo que aúna como nadie duende flamenco y experimentación sonora.

PPLL

Viernes, 24 de febrero 2006, 01:00

Hace ya diez años desde que el embrión de Ojos de Brujo comenzaran a pasar el hip hop, el reggae, los sonidos afrolatinos y otros aires mestizos de la Barcelona del Raval por el tamiz de la rumba arrabalera y el flamenco 'políglota'. Cuando lograron conocerse y comunicarse, debutaron con un primer disco artesanal, 'Vengué' (duende, en caló, de 1999) que no hizo del todo justicia a su palpitante directo. Antes de que su primera disquera desapareciera, arriesgaron apostando por la autogestión desde La Fábrica de Colores, una célula autónoma de carácter asambleario concebida como plataforma de creación y expansión que hoy se ha concretado en una estructura independiente llamada Diquela.

Su primera apuesta es 'Barí' (joya, esencia y virtud en lengua gitana, 2002), un disco concebido sin presiones con el que concretan su híbrido nómada de flamenco-hop y logran desmarcarse del cacareado buen rollito mestizo de la llamada 'Barcelona bastarda' que amparó a un buen número de bandas incapaces, salvo excepciones, de amenizar poco más que una verbena okupa.

Tres años de giras ininterrumpidas por Latinoamérica, Estados Unidos, Europa y Japón, con parada en señeros festivales de rock, jazz y música étnica, disparan sus ventas y su cotización al tiempo que consagran a ODB como una banda de música popular global que certifica su premio al mejor grupo europeo de 'world music', según la BBC.

Con su esperado nuevo álbum, 'Techarí' (libre), publicado esta semana, Ojos de Brujo celebran ahora «la libertad, el deseo de búsqueda musical y la riqueza del ritmo». Lo dice Ramón Jiménez, guitarrista fundador de un combo que aúna duende flamenco y experimentación sonora, el único brujo con sangre gitana en su venas.

-El disco sale con bastante retraso, pues se viene hablando de su edición desde hace más de tres meses. ¿Tan complicada ha sido su gestación?

-Se han juntado muchas cosas. En los dos últimos años no hemos parado, así que no tengo la sensación de que abramos una nueva etapa. Desde que empezamos a grabar, hace ya bastantes meses, tuvimos que parar varias veces para ir a tocar a Irlanda, Alemania o Japón. Después empezábamos y vuelta a parar para ir a Estados Unidos, y así continuamente. Las maquetas se enriquecieron a medida que el proyecto se aplazaba. Ha sido todo un poco rocambolesco, un productor ejecutivo nos habría suspendido. La independencia tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Hemos ido llamado a muchas puertas de Europa y Latinoamérica y había que responder a todo eso.

-De ahí que, sin renunciar a la independencia, hayáis tenido que apoyaros en una compañía internacional como Pias.

-Ha sido una decisión dura porque teníamos una relación personal con K Industria, una compañía pequeña que ha estado con nosotros desde que apostamos por la independencia. Era algo más que un trato, pero tenemos que tratar este disco como un punto y aparte. De este grupo dependen 25 familias y hemos hecho una apuesta muy fuerte. Después de actuar por todo el mundo, teníamos que capturar todo ese esfuerzo. Necesitábamos más medios y apoyo y no podíamos perdernos en cuestiones de independencia a ultranza.

-Sin esa ayuda de la industria, ¿resulta más difícil llegar a todas partes?

-Era la única manera de tener una distribución internacional y descargarnos de trabajo. Nos hemos librado del aspecto empresarial, pero sin dejar de ser libres y estar vivos. Seguimos funcionando de manera asamblearia a través de Diquela, que es como un paraguas que engloba a nuestro sello, editora, oficina y demás entidades.

Sinceridad

-'Techarí' alude a la búsqueda continuada de libertad, tanto artística como empresarial.

-El principal motor de este grupo es la sinceridad, lanzar el mensaje de que se puede trabajar de otra manera y obtener una rentabilidad artística. Cuando apostamos por la autogestión nos llamaron locos, pero gracias a eso hemos llegado aquí. Este disco no habría sido posible de otra manera por su elevado valor añadido. Lo hemos sacado en ediciones muy lujosas, una en 'digi-pack' con disco y CD Rom y otra como disco-libro de lujo con ilustraciones. Pensábamos sacarlo en octubre, pero hemos manejado tantas variables que se ha ido complicando.

-¿Titular vuestros disco con palabras en caló (el idioma gitano) es una manera de remarcar que el flamenco es siempre vuestro punto de partida?

-Es una suma de pequeñas cosas y de ideas diferentes que tienen que ver con nuestra evolución. Siempre hemos buscado palabras en caló que resumieran el espíritu de cada disco y todo el esfuerzo y las ideas que hemos puesto en cada uno. El primero se llamó 'Vengué', que es el duende que no ves pero que está ahí; luego hicimos 'Barí', que era la joya, algo muy de verdad que deslumbra y que salía del cariño y del esfuerzo de autogestión. 'Techarí' tiene que ver con la importancia de sentirnos libres. Todo se resume en duende, esencia y libertad.

-La rumba y el flamenco, junto a la música india, cobran más protagonismo en este disco.

-El flamenco tiene el poder de absorberlo todo, es como la bulería. En el anterior álbum sólo había una rumba porque queríamos diferenciarnos de todos los grupos que tiraban de ella. Pero teníamos un trabajo de investigación brutal a partir de la rumba que ahora nos apetecía mostrar. En el disco hay temas como 'Silencio', que empieza como una rumba de los 70 en plan Las Grecas; luego evoluciona a una rumba de los 80 más taleguera y acaba en drum'n'bass. Y algo parecido pasa con 'Piedras vs. tanques', una rumba trash, o con 'Sultanas de merkaillo', que mezcla pasajes de rumba flamenca y catalana con música latina. Algo similar ha sucedido con los arreglos de elementos indios, que son muy evidentes.

-No paráis de aprender.

-Todo ha sido un suma y sigue. Hemos participado más en la producción y el sonido se ha enriquecido porque uno arrastra consigo y absorbe lo que vive. En este disco ha participado mucha gente, pero no hay una sola colaboración de diseño.

Abriendo brechas

-El cliché de hip hop flamenco ya no se ajusta a lo que hacéis. ¿Habéis dado con una etiqueta para vuestro sonido?

-Es verdad que no representa lo que hacemos, si hablamos al principio de hip hop flamenquillo fue sólo para sacar la cosa de contexto y no usar palabras como mestizaje, que no significan nada. Lo nuestro no tiene nombre, hay una necesidad de etiquetar y nosotros lo hacemos al calificar nuestras canciones, pero la música crece y cambia a base de mimetizarse con cosas de aquí y allá. Es un orgullo haber abierto brecha al mezclar cosas que en principio sonaban extrañas, pero que ya se reciben con naturalidad. Con el tiempo hemos dado con un código de investigación: más que fusión de estilos, hacemos fusión de gentes y de experiencias y, a partir de ahí, nos gusta capturar lo que hay fuera, para ver qué pasa.

-Con el tiempo habéis logrado desmarcaros del sonido de la llamada 'Barcelona bastarda' para convertiros en una banda de 'world beat'.

-Siempre hemos estado en otra liga. Lo que pasa es que, en el momento de eclosión de este proyecto, se nos alineó en una historia con la que sólo compartíamos algunas cosas. Pero han pasado ya diez años desde que Juanlu y yo empezamos y el tiempo sitúa a cada uno en su lugar. Hemos cambiado mucho, pero conservamos el deseo de búsqueda y la conexión flamenca. Mantenemos una inquietud latente que se transmite en cada disco. Nos hemos hecho impermeables al éxito para seguir siendo nosotros mismos. Lo que ha cambiado es que hemos aprendido unos códigos que dominamos mejor, pero el ánimo de investigación es el mismo.

-Habéis hecho activismo político actuando en favor de la causa palestina y los sin papeles o contra el Banco Mundial, los ensayos nucleares o el Fórum de Barcelona. Sin embargo, no se os acusa de panfletarios.

-Yo creo que es porque, por encima de todo, hemos tratado la música con el máximo respeto. Hemos apoyado causas que nos parecen justas pero no abanderamos nada. Todo el mundo hace política de una manera u otra con las decisiones que toma cada día; lo que pasa es que la música aporta una emotividad muy grande que conecta con la gente. JOSU OLARTE

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