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Estudiantes de otra clase
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Reportaje

Estudiantes de otra clase

El sistema educativo de Cantabria integra ya un 4,5% de extranjeros Idioma y método de enseñanza, lo que más dificulta a los inmigrantes su aterrizaje

VIOLETA SANTIAGO

Martes, 7 de marzo 2006, 01:00

Mihail, Ye Xu, Diana Marcela. Altura báltica, ojos en horizontal, piel oscura. Detrás de los exóticos nombres y la diferente fisonomía están tres de los casi 4.000 extranjeros que cursan estudios reglados en Cantabria, una cifra que representa el 4,5% del total de estudiantes del sistema educativo de la región en cualquiera de sus vertientes. La mayoría se concentra en los niveles de Educación Infantil y Primaria (suman 1.995), aunque algunos institutos y colegios en que se imparte la Secundaria la presencia de inmigrantes es un goteo imparable, con 1.531 alumnos por el momento.

Uno de los institutos que más foráneos contabiliza en sus listas es el Instituto José María Pereda de Santander, donde este año son 86. Sobre todo, sudamericanos -un total de 56, entre colombianos, ecuatorianos, argentinos, brasileños etc.- mientras que los chicos procedentes de los países del Este de Europa forman otro gran grupo integrado por 23 estudiantes. Pero en sus filas se encuentran también un chino, otro marroquí, una guineana. Procedentes del resto de países de la Unión Europea, sólo dos.

Algunos de estos alumnos contaron a este periódico su experiencia en uno de los institutos de la región con más estudiantes reconociendo que el aterrizaje es «difícil». Todos señalan que el primer año es «incómodo»: se produce un choque que unos atribuyen al idioma y otros al desfase curricular respecto al país de procedencia, para bien o para mal. Ninguno manifiesta haber sentido rechazo entre sus compañeros por el color de la piel y todos aseguran tener amigos autóctonos, aunque asumen que su tendencia es a relacionarse con otros estudiantes de la misma procedencia.

Dos latinoamericanos, Diana Marcela Muñoz (colombiana de 16 años, cuarto de la ESO) y Wilfredo Angulo (ecuatoriano de 18, segundo de Bachillerato) dicen que hablar la misma lengua les ayuda, si bien no lo consideran la panacea: el sistema de enseñanza que conocían era muy distinto. Diana Marcela se queja de que le cuesta «mucho» seguir las clases de matemáticas y Wilfredo, que quisiera volver a Ecuador, agrega que su desfase inicial era grande: tuvo que repetir curso cuando llegó a España.

No es el caso de Mihail Zverev (procedente de Kazajiastán, 14 años, segundo de la ESO), que va bien en todas las asignaturas. Lleva en España un año y medio y se expresa con corrección pese a que cuando llegó «sólo sabía decir hola, adiós y buenas noches». Además de su ruso natal, habla inglés y sueco, lo que le autoriza a afirmar que la enseñanza de los idiomas está peor e España que en su país de origen. De Santander le molesta «el ruido» y le ha costado un poco cambiar de costumbres. «Algunas cosas no las considero broma», dice rotundo.

A Ye Xu Junjie, (chino, 14 años, segundo de la ESO), el castellano le parece bastante más fácil que su lengua materna, que sigue hablando en familia. Lleva tres años en España y se defiende con el idioma lo suficiente como para seguir las clases y sacar una notas aceptables. También le parece que en el Pereda es más fácil sacar los cursos de lo que lo era en la ciudad en la que vivía antes, cerca de Shangai.

Un activo y una riqueza

El director del centro, José Manuel Cabrales, considera un «activo importante» para los alumnos cántabros la oportunidad de poderse relacionar con chicos de otras culturas, por lo que supone de «riqueza». Es consciente de que algunos profesores se quejan de lo que cuesta dar clase cuando en las aulas hay mezcla, «pero creo que las desventajas de amoldarse a un grupo con extranjeros queda muy compensada por los beneficios que obtienen unos y otros de relacionarse». Aún así, se intenta repartir a los inmigrantes lo más posible, para que no haya clases desequilibradas y no se generen ghettos.

A Cabrales la experiencia le dice que los hispanos «enseguida se integran, debido a la gran similitud afectiva, no sólo por la cuestión idiomática, que también es fundamental». Los del Este, que sería el segundo gran grupo a tener en cuenta «suplen el choque cultural con disciplina. Estos chicos tienen una gran capacidad de trabajo y se integran con facilidad por el empeño que ponen».

El director del Pereda asegura que no tiene constancia de que se produzcan grandes problemas de integración. «Las quejas de padres son contadas y, los conflictos, absolutamente irrelevantes».

«Sobre todo en los cursos inferiores, en la ESO, creo que la asimilación se produce con rapidez. Puede ser más complicado en bachiller, pero también hay que verlo como algo normal: con 17, 18 años, la pandilla está hecha y los grupos son más cerrados».

A este centro también llegan todos los años estudiantes de Estados Unidos, por sólo tres meses, gracias a un convenio con ciertas organizaciones. Jennifer Meadows, de Atlanta, llegó con un programa de este tipo. Ahora está a punto de volver a su ciudad natal pese a que está encantada en Santander, donde no se ha encontrado un sistema educativo muy diferente.

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