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C. DE LA PEÑA
Martes, 2 de mayo 2006, 02:00
Ir a comprar ropa es como practicar un nuevo juego de azar -este pantalón me vale y éste, de la misma talla, no- y revela que las demandas de la sociedad van por un lado y la industria de la moda por otro. Subir de talla, sobre todo para el público femenino adolescente, tiene un componente psicológico muy fuerte que puede desencadenar futuros trastornos alimentarios. Sin embargo no existe ninguna norma que uniformice el tallaje de las prendas para evitar el desconcierto que se produce en los probadores.
Por eso, la ministra de Sanidad y Consumo, Elena Salgado, y la Asociación Española de Creadores de Moda y los directivos de las principales firmas españolas (Inditex, El Corte, Inglés, Cortefiel y Mango) se comprometieron a unificar las tallas de la ropa y evitar así los viajes de ida y vuelta a los probadores y la tentación de la bulimia y la anorexia al público más vulnerable, la juventud-. El ministerio elaborará un estudio antropométrico que determine las medidas estándar de las mujeres españolas.
La iniciativa no es nueva. En 1999 se habló de forma exhaustiva en el Senado de las tallas. Durante ocho meses se estudiaron «los condicionantes extrasanitarios que concurrían en el incremento de la incidencia e la anorexia y la bulimia» y se aprobaron distintas medidas políticas y legislativas. Cinco años después, no hay ninguna orden ministerial ni de otro tipo que regule oficialmente el tallaje de las prendas. Tampoco en la Unión Europea existe ninguna directiva en este sentido.
«Lo mismo que se establece un etiquetado para la alimentación, es conveniente que se establezcan unas medidas básicas en cadera y pecho para la ropa, que el diseñado tenga unas tablas de medidas en todas las empresas», señala Pilar Vinsac, directora de la Escuela de Moda, Diseño y Modelos que lleva su mismo nombre.
De la misma opinión es la modelo cántabra Laura Navarro, que considera que «sería un gran paso» para alejar los trastornos alimentarios del consumidor joven. «Es necesario que una talla 38, por ejemplo, tenga las mismas dimensiones cualquiera que sea el fabricante. Pero lo cierto es que, hoy por hoy, esto no es así. Las medidas de las tallas varían en función de la industria que las confecciona y cuando una niña que viste la 38, pasa a la 40, se crea un problema».
«Yo tengo la talla 36 pero a veces llego a vestir la 40. Es un cachondeo; ya es hora de que se respeten las tallas porque las víctimas son siempre la gente más joven», dice la diseñadora de modas Ania Torralbo.
Por su experiencia en este sector sabe que «las tallas son cada vez más pequeñas, sin tener en cuenta que una chica que tiene una altura de 1,80 metros utiliza una talla 40 ó 42 sin tener sobrepeso. Sin embargo, oye la 42 y sale traumatizada y con un sentimiento de culpabilidad». Y es que nadie está dispuesto a perder ventas. Los diseñadores y la industria saben el factor psicológico que juegan las tallas en la venta de ropa, sobre todo en el sector femenino, en una sociedad donde, por un lado, se rinde culto a la delgadez y, por otro, aumenta el número de personas obesas.
El experto
José Menéndez Arango, jefe de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria de Valdecilla, considera «exagerado y engañoso» culpar sólo a los diseñadores y a las tallas de estos trastornos. A su juicio, bulimia y anorexia tienen un origen «multifactorial, donde hay connotaciones de tipo hereditario y genético. El problema de las tallas es un factor más, pero no es la causa de estos trastornos».
Para este experto, más que las tallas «el riesgo mayor son las dietas. En personas vulnerables la dieta puede desencadenar un trastorno de conducta alimentaria, que se multiplica por veinte entre la gente joven, sobre todo si coincide con un ejercicio físico exagerado».
¿Sería conveniente unificar las medidas? «Los tallajes para una persona sana no son un problema. Otra cosa es proteger a las modelos para que no se las obligue a pasar hambre, pero sería más un problema de abuso laboral».
Ania Torralbo recuerda, en este sentido, que «he trabajado en la Pasarela Gaudí y a las modelos, con cuatro desfiles por delante, les daban sólo una naranja para comer en todo el día.
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