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D. B.
Jueves, 11 de mayo 2006, 02:00
Dieciocho jóvenes que hace 60 y 50 años decidieron dar su vida a la Iglesia renovaron ayer su si a Cristo en una solemne ceremonia celebrada a mediodía en la Catedral. Cuatro de ellos celebraron sus bodas de diamante (que aunque según los cánones clásicos son 75 años en este caso se acortaron en realidad a 60, pues fue en 1946 cuando se ordenaron sacerdotes). Dos de ellos son religiosos, los padres Jesús Samaniego (redentorista) y Rafael Fernández (escolapio), además del canónigo emérito, José Luis López Ricondo, y Ramón García. Los restantes misacantanos de 1956 que ayer festejaron sus bodas de oro suman 14, entre ellos el arzobispo de Macri y ex nuncio de Gran Bretaña, monseñor Pablo Puente y el cura del Barrio Pesquero, Alberto Pico o el párroco de San Andrés y San Miguel de Luena, Francisco Marcano, que acudió acompañado por un grupo de alumnos de la escuela de esa localidad.
Los sacerdotes, que se vieron arropados por más de un centenar de compañeros en el sacerdocio y de seminaristas de Corbán, entraron en la Catedral en procesión. El obispo, monseñor Jose Vilaplana leyó antes de dar comienzo la misa una pequeña historia de cada uno de esos hombres que entregaron sus vidas a la iglesia para servirla con sus sombras y sus luces a lo largo de tantos años. Monseñor Pablo Puente, al que el obispo Vilaplana, encomendó la homilía, dijo haciendo suyo el sentir de sus compañeros. «Yo creo que todos tenemos a flor de labios y a flor de corazón una palabra única que lo dice todo: Gracias, gracias sin límites». Evocó que «un día de nuestra juventud, hace muchos años, vino Cristo a nuestra Diócesis de Santander, como a un lago de Tiberiades simbólico y nos dijo a cada uno, con ternura y sin palabras, lo que siglos atrás ya había dicho a Pedro y a los otros apóstoles: Ven y Sígueme' y tras recordar que «aún hoy temblamos al considerar a qué les llamaba el Señor, confesó que «hemos sufrido ciertamente y nos ha costado, pero qué alegría haber mezclado nuestras lágrimas a tus lágrimas y a las lágrimas de todos los pobres del mundo, de los sufridos, de los enfermos, de los solos». «Si nuestros sufrimientos han suavizado el dolor de alguno, aunque sólo fuera una vez en la vida y completado tu pasión, ¿Gracias Señor!, eso ya justificaría nuestra existencia».
«En horas geniales»
El prelado recordó que les había tocado ser sacerdotes «en horas geniales», aludiendo al Concilio Vaticano II y también momentos de profundas crisis humanas y espirituales en esta época de postmodernidad.
Numerosos feligreses y familiares de algunos de los sacerdotes que celebraron sus bodas asistieron a la misa. Después, y como de bodas se trataba, los sacerdotes acudieron al seminario de Corbán a almorzar con el obispo y a recordar numerosas anécdotas.
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