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FRANCESCO VENEZIA, ARQUITECTO Y CATEDRÁTICO / «La arquitectura de hoy es sin tierra y sin cielo»
FRANCESCO VENEZIA, ARQUITECTO Y CATEDRÁTICO / «La arquitectura de hoy es  sin tierra y sin cielo»
Domingo - I

FRANCESCO VENEZIA, ARQUITECTO Y CATEDRÁTICO / «La arquitectura de hoy es sin tierra y sin cielo»

Miembro del jurado del concurso de ideas para la rehabilitación del Seminario Mayor de Comillas, el italiano Francesco Venezia manifiesta su preocupación por el rumbo que ha tomado esta disciplina, que ahora se mueve en un mundo artificial

LUCÍA PALACIOS

Domingo, 25 de junio 2006, 02:00

-El jurado del concurso para la rehabilitación del Seminario Mayor de Comillas declaró el pasado jueves desiertos el primer y el segundo premio. ¿Qué ha pasado? ¿Quizá no se explicó suficientemente qué era lo que se quería?

-El fallo ha costado mucho trabajo, pero ha sido unánime. Este edificio es muy muy importante y puede tener un futuro esencial, no sólo como arquitectura, sino también como uso. Todo el jurado ha tenido la impresión de que no ha habido un proyecto que solucionase de forma plena, completa, las necesidades y expectativas de la Fundación. Por tanto, ésta es una solución más que convincente.

-¿Y ahora qué?

-Yo no lo sé. Esto lo sabrá el consejo de la Fundación, que se reunirá, considerará el contenido del fallo y tomará sus decisiones. La única cosa que no se puede hacer es repetir todo como se ha hecho; se tiene que imaginar una solución un poco distinta.

-Entonces, ¿el problema no ha sido el nivel de los concursantes?

-Había algunos proyectos que no estaban mal, otros que eran un poco provocativos. Esto pasa siempre en un concurso. La impresión es que todos habían trabajado. Pero éste es un mal momento para la arquitectura, sobre todo con referencia a un conjunto como el seminario mayor, que es un edificio antiguo y tiene sus problemas. Hoy la arquitectura ha tomado otro rumbo: existe una arquitectura de design, de concebir un edificio que tiene que durar poco y seguir la moda. Y una intervención en el seminario necesita una postura algo distinta.

-¿Qué le ha parecido este conjunto modernista?

-Yo no sabía nada de Comillas y me ha parecido un conjunto muy interesante. Es interesante que una entera pequeña ciudad se haya construido bajo la inspiración del Marqués de Comillas, que pienso que ha hecho muy buen trabajo. Cuando un hombre sabe elegir los buenos arquitectos, sabe guiar su trabajo, se consigue un resultado muy bueno. Y esto no pasa hoy. Ya no hay buenos comitentes; no hay personas que tengan un programa ideal. Y un arquitecto necesita un objetivo, una finalidad, que no tiene que ser técnica, sino ideal. Me ha impresionado mucho el hecho de que el Marqués de Comillas quería poner siempre los edificios en las partes más altas. Ésta es una idea muy fuerte de la arquitectura: dar a un edificio una implantación importante; es lo primero que se tiene que hacer. Hoy la arquitectura no considera el suelo, ni tampoco el cielo: es sin tierra y sin cielo. Se mueve como un electrodoméstico: en un mundo artificial. Actualmente en un proyecto de un edificio nunca hay referencias a las situaciones del paisaje, del movimiento del sol, de la calidad del contexto geográfico... Sólo se da importancia a la tecnología del edificio, al diseño. Y debería tener siempre un componente arcaico: que mantenga los principios originarios de la arquitectura. Debe, sí, ser un edificio de hoy, del momento, y cumplir las necesidades y expectativas de la sociedad de cada tiempo, pero hay cosas que no cambian: no puede renunciar a las razones de la permanencia, que son las raíces primarias de la arquitectura.

-¿Qué opinión tiene de los edificios colindantes, aquellos que no son modernistas, como el Seminario Menor o el Hispanoamericano?

-El Seminario Menor no tiene la estructura formal y ornamental del mayor. Carece de una belleza que esté atada al sistema constructivo del conjunto. El ornamento no tiene ningún interés. Resulta muy pobre.

-¿Sería partidario entonces de derribar este edificio?

-No lo sé, pero no pienso que sea un edificio que merezca mucha consideración. De lejos no se aprecia la diferencia entre los dos (el mayor y el menor) y forman un conjunto muy importante. Pero cuando se está muy próximo a ellos se observa que uno es magnífico y el otro está mal. No sé qué es lo que se tiene que hacer: es un poco difícil.

-¿Ha sacado alguna idea de lo que cree que debería hacerse con el Seminario Mayor?

-Me he dado cuenta de que algunas cosas se tienen que mantener, y otras se deberían cambiar. Un edificio como el seminario huele a muerte, porque está en un momento muy desgraciado: ha abandonado la vida, pero no del todo. Y esto es lo más triste que la arquitectura puede ofrecer. Lo mejor se encuentra en una ruina, que ha perdido ya todo signo de vida y es sólo un trozo geográfico; ahora tiene una nueva vida, y muy bella. Pero cuando se encuentra el último pasaje de las personas, los signos de la vida diaria, hay un sentido de muerte muy fuerte. Este edificio está en un momento muy malo, porque todavía no ha perdido signos de vida, por lo que comunica una idea tétrica, de muerte. No tiene ningún valor romántico. Y es muy triste.

-¿Y dónde están los límites de la restauración?

-Yo pienso que una restauración siempre tiene que crear otro edificio. No me interesa demasiado una restauración pasiva: reparamos eso y lo hacemos como era hace un siglo. Si se hace una restauración conservadora, al final resulta un edificio más muerto que el que ya existía. Siempre una restauración es un proyecto nuevo, que tiene que transformar, en algunos casos dar nueva fuerza al edificio, que ya se había agotado. Pero no es fácil.

-El proyecto de convertirse en Centro Internacional de Estudios Superiores del Español, ¿le parece un acierto?

-Está muy bien, porque es una función compatible con la función originaria del edificio, que en cualquier caso era una escuela, aunque religiosa.

-Supongo que le habrá dado tiempo a visitar Comillas. ¿Necesitaría la villa alguna intervención más allá de la Universidad?

-He visto muy bien el paisaje, que es magnífico. Los otros monumentos están en muy buen estado. Yo lo que haría sería incrementar algunos elementos de relaciones entre estos edificios. Es decir, hacer cosas que pongan más evidente esta relación tan especial entre la arquitectura y el paisaje, que es lo más específico de Comillas.

-¿Podría nombrarnos algunos de los edificios que considera emblemáticos en España?

-He visitado muchas veces España y es para mí una referencia muy importante. Son edificios tan destacados, que no quiero nombrarlos. Me avergüenzo un poco de decir que me vuelvo loco cuando contemplo la mezquita, cuando miro el Palacio de Carlos V en Granada, cuando observo El Escorial... Yo siempre he considerado El Escorial un edificio extraordinariamente mundano; parece muy religioso, pero al mismo tiempo es delicioso: terrazas, jardines, estanque... Es una construcción muy brillante: la suma de la arquitectura del pasado. Y es uno de los pocos edificios monomatéricos: todo él es de granito. Y esto me entusiasma. Sólo el mundo griego y el egipcio han hecho algo así.

-¿Se atreve a predecir cuáles de los edificios de hoy se convertirán en monumentos en el mañana?

-Absolutamente ninguno, porque son construidos para durar veinte años, y menos. Ésta es una de las pocas cosas ciertas que tengo. Los edificios de hoy tienen una vida muy breve, una fecha de caducidad: para consumirse preferiblemente antes del 2020. No quiero citar ejemplos de los que me cuentan que, construidos hace tan sólo cinco años, ya están en proceso de deterioro.

-¿Hacia dónde camina la arquitectura del siglo XXI?

-Estamos ante una arquitectura absolutamente de consumo. La arquitectura surge por el deseo fuerte de trasladar su propio paisaje de este mundo a los herederos. Nosotros no sabemos nada de un emperador romano, pero lo sabemos todo a través del edificio que ha hecho, pues todavía vive en él. La larga duración es el fundamento de la arquitectura. Una arquitectura que dura veinte años no es arquitectura, aunque pueda ser una cosa muy atractiva. La arquitectura está muy parada, no se mueve nada. Hoy hay como una rivalidad entre el software y la arquitectura, ya que ésta pretende ser como un ordenador. Hoy los edificios tienen fachadas como pantallas de ordenador. Y en este sentido el ordenador te lo hace mucho mejor. La arquitectura tiene que darte otra cosa. Un gran arquitecto como Le Corbusier decía que hay dos países en los cuales la arquitectura no existe: Japón y los Países Bajos. Y hoy en el mundo las escuelas de arquitectura más masivas están precisamente en esos dos países. Lo he dicho todo.

-¿Qué hacer con el turismo, que en ocasiones daña irremediablemente un monumento?

-El turismo es una gran fuente de financiación, pero es el desastre de esta época. Y la UNESCO más: es la agencia de promoción para los negocios turísticos. A mí me gustan los monumentos y por eso quiero protegerlos. Siento decirlo: detesto la UNESCO, porque amo la cultura.

-¿Qué opinión se lleva de Cantabria?

-Una maravilla: hay un paisaje marino muy bonito, una comida fantástica. Una cosa que no me ha gustado es cuando un importante exponente de la comunidad local me ha dicho que están muy orgullosos de no haber sido colonizados por los romanos. Y yo he dicho: ¿pobre! Pobre porque los romanos han desaparecido, pero los efectos benéficos permanecen. Claro que el dominio romano era duro, pero los monumentos han quedado.

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