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IGNACIO TYLKO
Lunes, 10 de julio 2006, 02:00
Uno de esos calentones que han salpicado su triunfal carrera acabó con un estúpido cabezazo en el pecho a Materazzi que le costó la expulsión recién iniciada la segunda parte de la prórroga. Ni Zidane ni el fútbol se merecían un final así del astro francés, enorme protagonista en el Mundial hasta que una enajenación mental transitoria le llevó a la caseta antes de tiempo y le convirtió en villano. Dejó el Olímpico llorando, arrepentido de su gran pecado, de una mancha imborrable en su trayectoria.
Con esa acción antideportiva, brutal, desproporcionada, impensable en un tipo que lo ha sido todo y se retira con 34 años, 'Zizou' cerró el círculo en Berlín, la curva que iniciaba de niño en el modesto barrio marsellés de La Castellane. El genio y la imaginación que le permitieron descubrir como pocos sobre el terreno la ecuación espacio-tiempo, surgieron de la necesidad de un chaval de padres argelinos que soñaba con poder ser Francescoli. Y hasta el último suspiro, se fue fiel a este estilo suburbial. Alternó gestos de enorme humildad y solidaridad con salidas de tono reprochables.
Foco de atención
Se sabía el foco de cientos de cámaras y de millones de aficionados que le profesan admiración por lo que es y representa dentro y fuera del terreno, y fue protagonista de principio a fin, en lo bueno y en lo abominable. Compareció en silencio, con ese rictus tímido que le acompañó durante su exitosa carrera. Salió el primero a calentar y lo hizo muy solo, alejado del grupo, concentradísimo en su trabajo. Su primera sonrisa se la dedicó a uno de los niños que acompañan a sus ídolos desde el túnel de vestuarios y hasta la interpretación de los himnos. Una señal inequívoca de su calidad humana.
Por momentos, volvió a ser el mejor antídoto contra ese miedo a la derrota que atenaza piernas y nubla las ideas. En el crepúsculo de su carrera dejó otra vez imágenes del fútbol clásico, como ese penalti a lo Panenka con el que osó romper la larga imbatibilidad de Buffon y que entró con suspense, tras golpear en el travesaño y botar cerca de la raya.
Infeliz
Más allá del resultado, no dormirá feliz porque hasta el último segundo de su último no fomentó el espectáculo como él soñaba y perpetró la agresión del Mundial. Autor de tres goles en el Mundial, dos de ellos de penalti, fue el líder de su equipo, el alma de la 'resurrección' de los que enterraron antes de tiempo. Pero también les dejó en inferioridad cuando todos estaban exhaustos. Con 31 dianas en 108 entorchados internacionales, supera ya a Papin, Fontaine y Platini, y sólo deja por delante a Henry y Trezeguet. Con su país, ha conquistado un Mundial, 'su' Copa del Mundo de 1998, el Europeo dos años más tarde, y este subcampeonato que le deja malherido.
En la final jugó con total libertad, por detrás de Henry, pero no pudo aparecer como ante Brasil porque los italianos se defienden mejor. Ejecutó las acciones a balón parado y puso un nudo en la garganta a los transalpinos. Tras lastimarse el hombro derecho en una pugna con Cannavaro, pidió el cambio a los 80'. Lo hizo con calma, casi sin alzar la voz. El grito unánime de la grada, ayudó a su recuperación. El precioso testarazo que desvió Buffon 'in extremis' le puso de los nervios. Y los agarrones de Materazzi le volvieron loco. Cuando no venía a cuento y el juego discurría por otra parte, se giró, se fue en busca del italiano y le embistió como un toro.
Desgaste
Ya muy desgastado, trató de dosificarse en la final, igual que ha hecho en los últimos años y aprovechar el cansancio del enemigo para salir más a escena. No se escondió hasta que decidió quitarse en medio. No sabía lo que le esperaba.
Su gol de penalti, cuando miró hacia un lado y lanzó fuerte para el otro, cercenó las esperanzas de los lusos. Ocho años después, metía a Francia en la segunda final mundialista.
Ya sólo le quedaba el reto de la Italia de Marcello Lippi, quien descubrió sus encantos durante dos años y medio en la Juventus, donde reinaron en la Liga pero se les atragantó la 'Champions'.
Sabía que ante los transalpinos la tarea no sería sencilla, pero nunca hasta el punto de perder la cordura.
A partir de ahora sólo le queda disculparse, pedir perdón a quienes le idolatran. Sus apariciones en Alemania, quedarán en los anales. Su cabezazo a Materazzi será un pecado mortal en su carrera. ¿Porca miseria!
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