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JUAN DAÑOBEITIA
Miércoles, 19 de julio 2006, 13:43
Llevaba en la puerta desde las cinco de la tarde de un lunes en que los termómetros pasaban de los treinta. Y sabía que no pasaría nada hasta las diez de la mañana siguiente, que era la de ayer. Pero no importaba. A las 19,30 horas llegó su primer compañero de espera, mientras que la tercera del podio no apareció hasta pasada la medianoche. Ya estaban los tres primeros de una fila en la que las horas corrían al ritmo del 'Born in the USA'. Lentas pero seguras. La pasión por Bruce Springsteen es lo que tiene. Que cada sensación tiene una canción que la acompañe.
El tic-tac del reloj estaba a punto de llegar a las 10,00 horas cuando a Román le dijeron la frase ansiada: «Son 276 euros». Nunca una factura fue acompañada de una sonrisa tan magnánima. La impresora traqueteó las primeras entradas. Cuatro por persona era el máximo. Cuatro pidió Román. Y cuatro le dieron, justo después de secarse de las manos el sudor que le acompañó en aquellos eternos treinta segundos.
«Los conciertos de Springsteen cuentan con la magia de que las 8.000 personas que tengan la suerte de verlo, se convertirán durante dos horas en adolescentes». Son palabras fundamentadas en un bagaje de, hasta hoy, once directos del 'Boss'. Román Alonso se encontrará por decimotercera vez con su idolatrado neoyorquino en Santander. ¿13 veces? «También tengo entradas para verle en la plaza de las Ventas de Madrid el día 19». Y está preparando un posible viaje con destino a algunas de las ciudades que la gran leyenda viva del rock ofrecerá en Europa. ¿Locura? Simplemente pasión.
Punto a punto
Como la que ayer vivían las más de trescientas personas que se agolparon a las puertas de uno de los puntos oficiales de venta. En este caso, Tiendas Tipo, en la calle Peñas Redondas, adherido a la red Tick Tack Ticket. La taquilla del Palacio de Festivales y la Casa de Cultura de Torrelavega también sufrieron colas a 69 euros por persona. Aunque cierto que desde las 10,00 horas hasta que se colgó el 'no hay billetes' pasaron apenas un par de horas. Ni tan siquiera llegó.
De hecho, Tiendas Tipo sufrió un colapso en la red que impidió la venta a partir de las once de la mañana. Muchos son los que esperaron en balde. Verbigracia, Mark Patiño, nacido en Baleares y mudado a Santander hace apenas un año. «Si consigo entradas, ésta será la cuarta vez que veo a Bruce en directo». Complicado. Mark fue una de las tantas personas que vieron la miel demasiado cerca de sus labios. Y tan frustrante como no conseguirlas, será el llamar «a mi novia y a dos coleguitas. Antes de ponerme a la cola, ya las tenía repartidas». Lo decía a las 9,30, momento en que se convirtió en el último de la fila.
En otros puntos de Santander, más de lo mismo. Gente esperando. A las 7,45, unas 20 personas esperaban en la taquilla principal del Palacio de Festivales. A las nueve de la mañana, ya eran alrededor de 80. La fila se movió tímida. Despacio. La venta era tranquila y, más o menos, todo el mundo consiguió su objetivo. Allí no había que enfrentarse a sistemas informáticos. Era papel puro y duro. De aquellos que se cortan de un taco que soporta unas 600 entradas. Ticket arriba, ticket abajo. Hasta las 11,30 de la mañana. Hora en que se agotaron. Y el personal del Palacio ayudó a combatir los rigores del calor repartiendo agua entre los miembros de la cola.
Peor suerte corrieron los que eligieron los centros Carrefour como lugar de venta. Ni una sola entrada se consiguió vender ni en El Alisal ni en Peñacastillo. Y parece que tampoco en ningún otro centro de España. Incluso se llegaron a escuchar protestas y la palabra ''boicot'. ¿De quién? ¿Por qué? Son las cosas de los sistemas informáticos, de la internacionalización de la música, de la globalización del mundo: unos haciendo cola en vano y otros consiguiendo tickets en su casa de Toledo o en su oficina de Londres a través de internet... Por si acaso en El Alisal se quedaron con los datos de los frustrados seguidores por si había alguna solución.
¿La culpa?: 'The river'
Con las entradas en el bolsillo y la camiseta de la gira puesta, Román se mete en el coche que aparcó quince horas antes. A unos pocos metros de la puerta. Intentó dormir algo en el asiento del copiloto. Apenas diez minutos. «Todo empezó cuando escuché en la radio la canción 'The river'. Me gustó, me quedé con ella. Poco tiempo después, ví el vídeo de 'Born in the USA' y se convirtió en pasión. Me encantaba su forma de cantar, su forma de moverse en el escenario. Me llegó. Porque Bruce conecta, es fácil engancharte a él desde el principio». De aquello han pasado veinte años. Dieciocho si hablamos del primer concierto en que se topó con 'The Boss'. «Fue en el 88, en el Vicente Calderón, en un directo que duró cuatro horas». Hoy, aquel día, está considerado como mítico.
Dicen que la actual gira es más suave. Que la actitud folk poco tiene que ver con ese carácter puramente rockero. «El concierto que vamos a ver (similares a los que Román ya vio en Badalona y París en mayo de este mismo año) es una auténtica fiesta. Instrumentos de viento, guiños a los locales de blues de Nueva Orleans. Nada que ver con el Bruce que corre de punta a punta». ¿Importa? Es el jefe.
Con las entradas ya vendidas en tiempo récord (superando a la insuperable Barcelona, a Granada, a Valencia y a Madrid), ya sólo queda esperar al 25 de octubre, a eso de las 22,00 horas. Hora en que se llene el Palacio de Deportes. No sólo aparecerán por ahí cántabros. Se están preparando autobuses desde Bilbao, Asturias, Galicia, Zaragoza, Burgos... Al fin y al cabo, el objetivo de 'Cantabria 2006. Liébana, tierra de júbilo' es difundir la imagen de la región fuera de las fronteras. Aunque se haya colapsado la red (algo lógico si se tiene en cuenta que en las filas se escuchaba que unos amigos de Dublín las habían conseguido), el concierto va a ser una fiesta. Aunque muchos cántabros se queden fuera. Porque el rey recibe sin mirar DNI. Tú también puedes ir a verle a cualquier parte del mundo. El caso es que Bruce Springsteen estará en Santander. Esa es la noticia; eso es lo que cuenta.
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