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JOSÉ MARÍA GUTIÉRREZ
Domingo, 27 de agosto 2006, 03:13
«El sueño de un personaje que, desde su lado inconsciente, se sitúa en diferentes cuadros oníricos experimentando la utopía en la que le gustaría vivir». Quizás porque la danza se apoye mucho más en sueños e ilusiones que en realidades así define Mariano Cruceta la obra 'En rojo', que estrena mañana lunes en Santander en una de las últimas convocatorias de la 55 edición del FIS, a quien agradece «el riesgo» de su apuesta.
'En rojo' es la continuación de 'En rojo vivo', una obra intimista estrenada en 2003 que descontextualiza el flamenco para trasladarlo a un ambiente más contemporáneo con diversos lenguajes coreográficos: flamenco más hip-hop, flamenco más música electrónica, flamenco más flamenco buscando un punto en común donde poder comunicarse. «Todo empezó de un taller coreográfico donde trabajé con otros coreógrafos y bailarines de distintas disciplinas», relata el bailarín, coreógrafo y director artístico de Cruceta Ballet Flamenco. Ahora, ese montaje de formato pequeño, intimista, representado en salas alternativas, se ha convertido en grande y va a girar por distintos teatros españoles, entre ellos el Palacio de Festivales, donde hoy ve la luz por primera vez.
«El flamenco nació del pueblo y el hip-hop de la urbe, por lo que creo que tienen paralelismos que se podían fusionar. Creo que se han amoldado muy bien y funcionan de forma interesante. En la obra hay desde bailes por soleares hasta música electrónica», explica sobre 'En rojo' Mariano Cruceta, que ha sido primera figura en numerosas compañías nacionales e invitado en diferentes producciones internacionales compartiendo cartel con artistas de la talla de Juana Amaya, Domingo Ortega, Enrique 'el extremeño'... «La obra es un resumen de lo aprendido en otros trabajos coreográficos, pero sin perder la flamencura, la raíz», detalla.
Fusión desde la raíz
Natural de Madrid, Mariano Cruceta defiende que para hacer flamenco «no es necesario nacer o crecer ni en una fragua ni en una familia gitana. Yo voy con mi verdad y seguiré luchando para defenderla».
Sus creaciones están dotadas de una esencia natural, elegante y madura. Con gran ejecución técnica y sólida base clásica, sus bailes transmiten un aire fresco y renovador, pero sin olvidar la raíz. Filosofía que ha transmitido a su propia compañía, creada hace seis años para «poder hacer un trabajo independiente, sin manchas comerciales ni prototipos». En su corta trayectoria, ya cuenta con coreografías como 'Por amor al arte', 'Hechiceros', 'Yényere' y 'En rojo vivo', entre otras.
«El flamenco es un círculo a veces demasiado cerrado, no puedes llevar a un gran teatro lo mismo que haces en un tablao o en una sala pequeña. Desde Gades o Antonio 'el bailarín', el baile flamenco ha evolucionado muy poco», reflexiona crítico Cruceta, que intenta con su trabajo acercar el flamenco a un público más joven y moderno. «Hay demasiados cosas que alejan a la gente del flamenco. Hay que ofrecer un trabajo más actualizado y es complicado si sólo ofreces cantes por soleares», manifiesta sin temor a las críticas de los puristas. «Hay gente que no está de acuerdo con que el flamenco vaya en esta dirección, pero hay que respetar».
Y también huye de la exagerada teatralización que piensa rodea a los clásicos bailaores flamencos. «Hay que contar historias, pero desde el sentimiento, no sobreactuando, no me identifico con el papel de bailarín-actor».
Considera que el flamenco tiene que crecer sobre todo desde el lado coreográfico, pero se enfrenta a problemas como la «poca disciplina de trabajo de algunos de sus protagonistas, la poca disposición a introducir más elementos escénicos y diferentes juegos de luces...». Cruceta no entiende cómo la música flamenca sí ha conseguido crecer hacia la modernidad, «gracias al trabajo de Paco de Lucía o Camarón», mientras que el baile se ha quedado estancado. «Yo cuento mis vivencias, no la de mis bisabuelos. No evoluciona por un excesivo miedo y respeto a los mayores. La gente del flamenco debe dejar de mirarse al ombligo y ver más allá, ir más al teatro, escuchar otra música, leer más... Hay que dejar de una vez de lado los lunares y las flores para que el flamenco no sea visto como un souvenir. Creo además que se comercializa y se vende muy mal y la gente lo relaciona con juerga y cachondeo».
Protagonismo conjunto
Desde su compañía, defiende el trabajo en equipo, el protagonismo colectivo, la esencia de la historia y la importancia tanto de los que salen al escenario -todos y cada uno- como de los técnicos o diseñadores, huyendo del estrellato absoluto de los nombres. «La gente identifica el flamenco con los nombres -Rafael Amargo, Antonio Canales, Farruquito...-, pero nadie conoce sus obras. Desde hace tiempo se ha personalizado demasiado. Yo quiero que el público conozca la obra, la compañía, no a mí. El flamenco no es el torero, es la conjunción del trabajo de mucha gente», dice en defensa de una forma de trabajar que comparte con Eva Yerbabuena o Israel Galván. Así, hasta una docena de bailarines se subirán mañana al escenario de la Sala Argenta del Palacio de Festivales, a los que se añade Lola Greco como artista invitada.
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