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VIOLETA SANTIAGO
Domingo, 27 de agosto 2006, 03:18
Espeleólogos y vecinos de Ramales de la Victoria eran, hasta hace cuatro días, las únicas personas que disfrutaban de la belleza de Cullalvera, a apenas unos cientos de metros del centro de la citada localidad. Espeleológicamente hablando, ninguna cueva era tan conocida en Cantabria como ésta: un antiguo río que, en algún momento de la historia, decidió convertirse en otra cosa. Aún así, todavía se espera ver agua en el viejo cauce este otoño.
Por este motivo, en principio sólo podrá visitarse hasta el 15 de octubre, a la espera de ver cómo se comportan las aguas que la formaron y que hacen acto de presencia cuando se dan todas las condiciones geológicas para ello. Mientras llega este momento, Cullalvera muestra unos espacios que los ciudadanos de a pie no asocian fácilmente con una cavidad. «Se siente uno pequeño», decía la pasada semana un visitante, lo que hacía asentir a parte del grupo que la recorría en uno de los trayectos que organiza la Consejería de Cultura del Gobierno cántabro, que la acondicionó para que pudiera ser vista.
La cueva fue siempre utilizada por los habitantes de Ramales para llevar a los niños a pasar la tarde. Unas décadas atrás, durante la guerra civil, lo mismo sirvió de refugio durante los bombardeos que como improvisado taller de reparación de los camiones de la República. Cuentan las guías que, incluso, hubo mujeres que dieron a luz en el recinto. Y mucho antes, debió ser usada por manadas de lobos, pues se cree que su nombre viene de 'cueva lobera'.
Ahora, alrededor de 200 personas recorren al día la pasarela de 400 metros construida sobre el que fuera cauce fluvial. Ya el paseo exterior es una pura invitación: el lugar se localiza junto a varias urbanizaciones nuevas, pero el acceso se enclava en un encinar cantábrico, y tras una breve bajada, da la sensación de que se encuentra uno lejos de la civilización.
Al visitante impresionan, lo primero, las dimensiones de la cavidad. Sólo la boca de acceso mide 40 metros de alto por 30 de ancho. También causan sorpresa la inmediata fusión que se da entre la alta tecnología (unas pantallas gigantes dan la primera información sobre el sitio) y el entorno. El recorrido tiene una ida y una vuelta totalmente distintas. Nunca es lo mismo ir que volver pero, en este caso, la diferencia está especialmente remarcada. La entrada hacia las entrañas de Cullalvera se realiza casi a oscuras, oyendo una voz en off que va explicando algunos detalles y la cueva no llega a verse en su totalidad. Sólo se van iluminando las zonas más próximas al grupo que la recorre.
De esta manera, uno no se hace idea de las verdaderas dimensiones de la cavidad hasta que no llega al final del trayecto visitable. Aunque el desarrollo es de 12 kilómetros, el tramo visitable apenas alcanza los 500 metros.
Quizá la mayor decepción para el público es saber que existen pinturas rupestres, pero tan alejadas de la entrada -se han encontrado a unos 700 metros- que no se llega a ellas. La profundidad a la que se encuentran no es nada habitual para la época en la que se hicieron, lo que da lugar a toda clase de elucubraciones por parte de los expertos. A un kilómetro hay más huellas de un pasado humano y a 1,2 kilómetros se han encontrado una serie de puntos, también obra del hombre paleolítico.
Como cuenta, con humor, una de las guías, en el mismo coexisten pintadas del principio de los tiempos con el típico 'Laura, 2004', lo que evidencia que el afán de dejar huella de los visitantes no ha evolucionado demasiado desde el principio de los tiempos.
En el trayecto de regreso, la iluminación cambia por completo, y la percepción de los participantes en la experiencia, también. De pronto, la cueva se hace enorme y se aprecian con claridad las estalactitas, estalagmitas, las coladas, los distintos tipos de roca (la caliza se mezcla con el óxido de hierro ). Se descubre entonces que los huecos y recovecos son consecuencia del agua. De hecho, el sistema es el desagüe del terreno calizo que tiene encima y de las pérdidas del río Calera.
Para subrayar que la historia de Cullalvera está totalmente ligada al líquido elemento, en la galería principal los visitantes asisten a un breve concierto acuático, para lo que se han instalado dos fuentes que saltan y bailan al ritmo de la música y de las luminarias.
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