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B. URRABURU
Viernes, 1 de septiembre 2006, 03:54
La recta que conduce a la meta de Léon es como un campo de maniobras para los velocistas. Larga, amplia, donde un equipo como el Milran, con un tren especial para un llegador, puede colocar el pelotón a una velocidad de vértigo. La formación alemana trabajó ayer a destajo para Erik Zabel, hasta que se gripó. Y entonces surgió de nuevo la figura de Alessandro Petacchi, que lo estaba llevando lo más cerca posible de la línea de meta para soltarle entre la jauría de los sprinters.
Zabel no llegó y Petacchi siguió. Sólo pudo ser cuarto, pero el paso que ha dado ha sido de gigante. El noruego Thor Hushovd tenía las condiciones ideales para lograr un triunfo y no perdonó. Con 1,83 de estatura y 81 kilos de peso, es un tanque que mueve un desarrollo bestial. Sacó partido del trabajo del Milram. «A 200 metros he visto a Petacchi trabajando para Zabel, mientras que por la izquierda iba un corredor del T-Mobile, André Greipel. Iba lanzado y así he seguido hasta la meta», explicó.
Reconoció que llevar el maillot amarillo le impedía concentrarse en la pelea por las etapas: «Es posible que llevar el maillot de líder me hubiese impedido meterme en las llegadas. No había ganado siendo líder y quería hacerlo. Voy a intentar ganar más etapas». El calor ha causado estragos en su organismo: «Nunca me han ido nada bien las altas temperaturas. Este año estoy aguantando mejor el calor. Estuve en Australia a principios de año entrenando y parece que lo voy soportando mejor».
Ganador de la primera y de la última etapa del Tour de Francia este año, Hushovd está manteniendo una regularidad llamativa desde el mes de abril, cuando se impuso en la Gante-Wevelgen.
El regreso
Junto a ese triunfo, lo más importante es que el ciclismo ha recuperado a Petacchi. No a la mejor versión del corredor italiano, pero sí se ha metido en el camino que le llevará de nuevo a la victoria. Un sprinter no sólo tiene un problema físico para recuperarse de una lesión tan grave como la sufrida por el hombre más rápido del mundo. Psicológicamente siempre le pueden quedar dudas. Hay que meterse en esos metros, entre codos, a una velocidad en la que el cuerpo no se siente en muchas ocasiones, con riesgos constantes en cada décima de segundo que pasa, para saber lo que es.
Petacchi ha superado la barrera psicológica de ese miedo interior que le atenazaba y ha vuelto a sentirse velocista. No se irá de esta carrera sin ganar una etapa. El tren azul funciona, pero lo que hacía falta era ver a Petacchi delante y ayer terminó cuarto. «He perdido musculatura en la pierna izquierda y no quiero forzar la derecha. Mi objetivo es terminar la Vuelta, recuperarme física y psicológicamente. Me falta fuerza y cuando tengo que ponerme a tope no puedo».
Cinco meses después de la operación de rótula que sufrió, Petacchi vuelve a renacer y, en una semana, la Vuelta puede ser testigo del enfrentamiento entre dos de los hombres más rápidos del mundo. La única pena es que Robbie McEwen llegó con el control cerrado a La Covatilla.
Mientras la batalla en la llegada sacudía las entrañas del grupo, Danilo Di Luca, el líder, continúa al mando de la general. Di Luca, que finalizó cuarto en el Giro del año pasado, no quiere engañar a nadie: «No voy a atacar. Que ataquen los demás. Cuando lleguemos a la tercera semana de la prueba, ya veremos qué pasa». Esa forma de correr, si se tienen fuerzas, puede dar buenos resultados puesto que el peso de la carrera lo llevarán otros.
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