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El veterano artista santanderino Eduardo Sanz, artífice de una colección, fruto del arte y la pasión. / DE LAS CUEVAS
Domingo - I

Eduardo Sanz Pintor «Ahora pinto más que nunca y sólo busco captar el sentimiento del mar»

El artista santanderino habla de sus sensaciones tras abrirse al público la sede en Cabo Mayor de su colección, que pretende ser «dinámica y viva»

GUILLERMO BALBONA

Domingo, 3 de septiembre 2006, 02:53

Evita las sentencias trascendentales, las ideas grandilocuentes y los ornamentos retóricos. Quienes vean en su querencia pictórica por los faros, las costas y el mar una mera obsesión se encontrarán con la sonrisa irónica del pintor. La mirada de Eduardo Sanz (Santander, 1928) quedó varada un día entre la geometría de la arquitectura portuaria, la impresión paisajística y sus posibilidades de icono. Desde hace más de un cuarto de siglo esas son las coordenadas de su pasión, el cuaderno de bitácora de su pintura y la travesía de una Colección singular que hoy ha encontrado definitivo puerto. El pintor santanderino confiesa que el Centro de Arte que acaba de nacer en el faro Cabo Mayor alberga su sueño de infancia y de artista: es un faro en el que caben todos los faros. Su deseo, desde el principio toda una declaración de intenciones, se ha cumplido: «no quiero un panteón. Este un sitio maravilloso para hacer de él un lugar popular».

-Al margen de lo visible, sus contenidos y envoltura, ¿qué identidad atribuye al nuevo centro?

-A la Autoridad Portuaria de Santander, igual que a mi familia -Isabel Villar, Sergio, mi hijo, y yo mismo- nos pareció más propicio llamarlo Centro de de Arte. Colección Sanz-Villar. Y no museo que parece más redundante y depósito de mi tumba artística. Queremos que sea una colección viva, dinámica ya que hay obra suficiente para ser rotada en exhibición temporal. Además pondremos en marcha talleres con objeto de que se estudie el vínculo entre mar y arte.

-'Cabo Mayor' nace con una personalidad muy definida que le diferencia de numerosas iniciativas museísticas. ¿Cómo lo sitúa desde dentro?

-Se están produciendo diversas iniciativas cada día con destino a las decenas de museos que se construyen, ya sea en Londres, aquí, en Burgos, Castellón, Cáceres...los discursos que sustentan cada proyecto suelen competir en presentarse cada vez más avanzados uno que otro. El problema es que la mayoría de estos recintos nacen sin fondos y tienen que recurrir a exposiciones temporales que, en la mayoría de los casos, tienen su origen en la misma fuente. De este modo el potencial espectador acaba por ver la misma exposición en todas las ciudades, aunque nadie en sus pretensiones y objetivos iniciales quiera ser menos que el otro. Nuestro caso es distinto; teníamos el pajarito antes de construir la jaula. Nunca se dieron circunstancias más favorables, dado que existían una obra de antemano y un deseo. Ello definitivamente se completó con la aparición de la Autoridad Portuaria dispuesta y halagada con la posibilidad de plasmar el proyecto.

-¿Ahora puede decir con tranquilidad que su sueño se ha cumplido?

-Sí, he podido depositar parte de mi vida en la 'casa de mi pueblo' que como figura en algunos de mis cuadros está destinada para uso de 'Eduardo Sanz y de ustedes'. Si uno piensa que lo que ha pintado coincide con diversas voluntades internas y externas y que todo una vida, el paisaje de infancia y mi pasión de los últimos 25 años confluyen en un lugar emblemático como éste, sí cabe entonces hablar de ilusión y de sueño.

-¿Qué es un faro para Eduardo Sanz?

-No sé si por hechos culturales, por lecturas, por cuestiones estéticas, lo cierto es que para mí se ha convertido en una forma familiar, emblemática y de mucha prestancia. Como pintor su atractivo es claro, aunque sólo sea por el emplazamiento que poseen. Es verdad que en lugar de pintar edificios o campos pues pintas el mar, el ambiente costeño, pero estoy convencido de que todo viene por el hecho de vivir en el interior. De haber estado en Santander, navegaría y saldría a pescar pero seguramente estaría pintando paisajes castellanos. La ausencia te lleva al deseo y la salida siempre es plástica.

-Una colección como ésta es fruto de su creatividad y de la amistad. Pero, ¿habrá supuesto grandes sacrificios?

-En realidad, nunca tuve envidia de millonarios coleccionistas; siempre me he movido dentro de mis modestas limitaciones económicas. He tenido sobre todo placer por ver, antes que tener.

-Para la mirada del pintor, ¿existe el faro ideal?

-No, siempre he dicho que lo de los faros para mí es como los hijos para una madre. Sí, es verdad que unos son más atractivos que otros, pero sin que ello te lleve a pensar en uno concreto aunque me atraen los que poseen esa relación especial con el paisaje. Luego están los llamados de 'estilo Biarritz', como el de Gata, Chipiona,Maspalomas, y, por supuesto, los del Norte que añaden la atracción de contar con ubicaciones en promontorios impresionantes la mayoría de las veces.

-¿Qué obras le gustaría tener?

-Lo tengo claro. Sumaría a la colección: 'Recuerdo de Hamburgo' de Otto Dix; 'La chat de la Mediterranée' de Balthus; 'Bañistas de Biarrtiz' de Picasso; 'El faro de Honfleur' de Seurat y 'Faro al atardecer' de Hopper, entre otros muchos.

-Y después de esto, ¿sigue dedicándose a hacer crecer la colección?

-Sí, claro que sí. Ultimamente estoy recopilando las loterías semanales dedicadas a la iconografía del faro. Y entre los cuadros, he adquirido una obra de un joven artista valenciano. Siempre me he planteado intercalar alguno más. Cuando 'tengo mono' me surge la idea de sumar un cuadro que pueda ser definitivo.

-¿Alguna vez se ha cansado de pintar este motivo preferente?

-En un momento dado creí dar por terminado el ciclo del mar. Pero de vez en cuando me vuelve el deseo o simplemente me atrae pintar un faro nuevo como sucedió recientemente en Malpica, en 'la costa de la muerte'...En cambio, de lo que sí estoy cansado es de las exposiciones y de lo que conllevan y mueven, sobre todo ahora que me piden retrospectivas y antológicas. Tengo obra porque, como suele decir Arroyo, he forjado mi particular 'bodega' de fondos, pero ello representa un trabajo paralelo de llamadas y salidas que es agotador. Siempre he tratado de disfrutar de la libertad que posee e implica este oficio de pintor.

-Pero, ¿le quedan aún faros o zonas de la costa por pintar?

-Entre los nuevos, que son el resultado de los programas del ministerio, sí me faltan algunos de pintar aunque no tengo ningún furor por plasmarlos, porque en su mayoría se trata de faros muy técnicos, cilíndricos, unificados y uniformados.

-¿Continúa pintando por las mismas razones que al principio?

-No solamente sigo haciéndolo, sino más que nunca. No sé si será porque creo que me queda poco tiempo y quiero aprovecharlo (entre sonrisas) pero sigo con el mismo deseo y no me canso. Sigo estando a gusto con el motivo e incluso ahora busco más una cierta abstracción: que la obra contenga el sentimiento del mar, más que la objetividad de un momento dado.

-Y detrás de todo esto, ¿qué hay: pasión, obsesión, una forma de vida...?

-Ante todo, me considero un profesional y bastante currante. Los discursos grandilocuentes y emocionales que suelen envolver el oficio y su identidad me parecen más de pintor aficionado. A veces he escuchado a pintores afirmaciones con palabras que me han dejado como disminuido, como con complejo de inferioridad. Para mí, esto de pintar es como el cerrajero que hace llaves. No le doy la importancia que quieren ver algunos.

-¿Teme a la muerte?

-En absoluto. Es una realidad como la propia vida. Lo que sucede es que ahora lógicamente la tienes más presente, pero no me preocupa.

-¿Se ha sentido esclavo alguna vez del motivo marino?

-No. Lo que sí he tenido es cierto miedo a resultar cansado para el que mira la obra. La perspectiva es muy diferente de vivirla y sentirla desde dentro, al punto de vista que se puede adoptar desde fuera.

-¿Cree que con el paso del tiempo ha perdido cierta capacidad emocional, mientras ganaba en experiencia?

-El profesional a medida que pasan los años y adquiere experiencia vive el trabajo de un modo no diría más frío pero sí más natural. Los entusiasmos son más juveniles, de neófito, de inicios, después todo se hace un poco más descreído. También es verdad que uno busca permanentemente la libertad del oficio y puedes acabar irónica y paradójicamente por convertirte en un fanático de esto.

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