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P. SAIZ DE QUEVEDO
Lunes, 11 de septiembre 2006, 03:08
Las señales de que el verano emprende su recta final están a la vista. Sólo hay que saber reconocer la llegada del otoño en las hojas que amarillean, prestas a caerse, y en los trajines de la gente que compra a sus hijos el material para volver a clase. O, ¿por qué no? en la proliferación de colecciones por entregas en los quioscos. El inicio del nuevo curso escolar, y la reanudación de la actividad laboral que le acompaña, son una buena ocasión para hacer cosas nuevas o cambiar algo de nuestra vida, y eso las editoriales lo saben.
Entre las colecciones disponibles ahora hay desde los que proponen reunir las novelas más destacables de un autor o un género literario concreto, hasta los que ofrecen al comprador la posibilidad de tener la casita de muñecas que jamás tuvo de niño, la de reunir una bonita y práctica colección de abanicos, o la de construir su propio coche 'tuneado' de radiocontrol. También hay cursos de idiomas, flores de porcelana, y trenes Talgo de juguete. El cine, como no, ocupa un lugar destacado entre estas colecciones. No sólo en septiembre, sino durante todo el año, cualquier quiosco luce alguna entrega de las muchas colecciones de DVD que hay en el mercado.
El inicio de los coleccionables se produjo hace 30 años, cuando la editorial Salvat sacó al mercado el 'Monitor' un diccionario enciclopédico que se vendía por entregas, como alternativa al entonces habitual pago a plazos por la obra completa. Ante el gran éxito que tuvo, otras editoriales pronto ofrecieron productos similares. Miguel Bustillo, veterano quiosquero santanderino, explica que «cuando se dieron cuenta que acompañando a una publicación impresa podían adosar cualquier otro tipo de producto, entonces ya fue la hecatombe».
Para ver a qué se refiere Bustillo cuando habla de hecatombe, no hay más que echar un vistazo a su establecimiento. Entre las revistas y periódicos se agolpan decenas de números iniciales de las más diversas colecciones, con su correspondiente cartón en el que destaca el precio de lanzamiento. Estos cartones son una de las fuentes de desvelos para los quiosqueros que, como Bustillo, se ven incapaces de acomodarlos en el espacio del que disponen. El quiosquero hablan en esta época del año de 'la masificación de los cartones' por esa razón.
Sobre dicha masificación también se expresan Josefina y José Luis, que tienen su quiosco en La Albericia. A Josefina, este modo de publicar los primeros números de los coleccionables le parece «un despilfarro de cartón», y llama la atención sobre la paradoja de que los editores «lo ponen para llamar la atención pero, realmente, no sé donde pueden poner todo esto extendido». De hecho, apostilla José Luis, los cartones presentan una dificultad adicional, ya que al tener que amontonarlos donde pueden, muchas veces no lo encuentran cuando lo pide el cliente. Por ello, dice que «con los cartones se vende menos que si no los tuvieran».
Reclamaciones desoídas
Las quejas de los quiosqueros no se limitan a los problemas de espacio. También les acusan de competencia sucia, al ofrecer, a través de la suscripción, condiciones mucho más ventajosas que las que pueden dar los quioscos, y de no atender sus reclamaciones. Este problema es particularmente agudo en lo referente a las reclamaciones que hacen los clientes cuando una entrega de la colección que siguen viene en un estado defectuoso. Bustillo explica que, cuando intentan reclamar a las editoriales que les envíen un artículo de la colección que reemplace el dañado, estas no responden, amparándose en que los quiosqueros no son sus clientes directos, sino que son clientes del distribuidor. Las reclamaciones se gestionan a través de éste, que es quien tiene relación directa con las editoriales, provocando que el proceso de envío de un artículo nuevo en buen estado se eternice.
Esta situación hace que Bustillo vea posible que haya una futura crisis en este sector: «si al cliente final no lo tienen satisfecho, y si a nosotros, que somos sus últimos intermediarios tampoco nos tienen satisfechos pues lo lógico es que eso se vaya cayendo por su propio peso. Es como una casa que está en ruinas: si lo la apuntalas bien, llega un momento en que se desmorona», concluye.
Hasta que esa crisis se produzca, si lo hace, el final de las vacaciones veraniegas seguirá señalándolo el advenimiento masivo de coleccionables en los quioscos. Los cortes publicitarios seguirán siendo invadidos por los anuncios de dichas colecciones. Y los propósitos de cambio para el nuevo curso seguirán siendo una excusa perfecta para dar comienzo a una de estas colecciones. Que los que las hacen lleguen a completarlas... eso es otra historia.
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