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ALICIA HERNÁNDEZ
Jueves, 28 de septiembre 2006, 03:18
El 29 de septiembre de 1978 la noticia saltó a los periódicos: el papa Juan Pablo I había muerto tras 33 días de pontificado. Las extrañas circunstancias que rodearon este suceso dieron lugar a numerosas teorías conspirativas que apuntaban a que el pontífice había sido envenenado. 28 años después, Luis Miguel Rocha (Oporto, 1976) desentraña las claves del complot contra la cabeza de la iglesia en su último libro, 'La muerte del Papa' (Suma de Letras).
Albino Luciani quiso continuar con las reformas en el seno de la iglesia y guiarla hacia sus orígenes, la esencia evangélica. Muchos son los enemigos que ganó en el ala conservadora de la curia, entre ellos Paul Marcinkus, conocido como 'el banquero de Dios' por haber administrado el Instituto de Obras Religiosas del Vaticano, y el cardenal Villot, ambos temerosos ante el peligro que corrían sus intereses.
Para documentarse, el escritor obtuvo información de primera mano de una fuente que prefiere permanecer oculta por el momento, pero que «quería sacar a la luz estos datos antes de morir». La idea surgió tras la muerte de Juan Pablo II, cuando «una persona de mi círculo de amigos me lo propuso», dice el novelista. El confidente le proporcionó los legajos que, según él, estaban en posesión de Juan Pablo I en el momento de su muerte y que más tarde, desaparecieron.
Polémica
La novela cuenta de modo sencillo la compleja maraña de posibles traiciones y conjuras, y sitúa la acción en dos espacios. Por un lado, en el presente, donde la periodista Sarah Montero tiene que enfrentarse a un enigma que deberá resolver si quiere salvar la vida. Por otro lado, recorre el Vaticano de 1978 y refleja las maniobras de personajes que han permanecido ocultos en la versión oficial de los hechos. No faltan logias secretas, persecuciones trepidantes y asesinatos.
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