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M. LORENCI
Miércoles, 11 de octubre 2006, 02:39
La masacre de ballenas a lo largo de varios siglos ha contribuido al calentamiento global del planeta y a la peligrosa reducción del hielo en los casquetes polares. Así lo sostiene, al menos, el científico de origen indio Víctor Smetacek, para quien la drástica reducción de las poblaciones de estos grandes cetáceos alteró el ecosistema marino y disminuyó la capacidad del océano para la absorción del CO2 de la atmósfera, lo que contribuye al aumento de la temperatura global.
Según Smetacek, miembro del instituto alemán de investigación Polar Alfred Wegener y participante en las jornadas sobre 'Impactos del calentamiento global sobre los sistemas polares', organizadas por la fundación BBVA y el CSIC, la situación se podría mejorar «fertilizando» el océano con hierro y aumentando su capacidad de captura de C02.
La teoría de Smetacek es una de las más llamativas planteadas en este encuentro científico que se ocupó también del efecto del calentamiento global en las especies y ecosistemas polares. Un calentamiento especialmente rápido en el Ártico y algo más moderado en el Antártico. Según Smetacek, la disminución de krill -micro crustáceos de los que se alimentan las ballenas- en el Antártico se debe tanto al calentamiento global como a la disminución de la población de ballenas azules. Una población que a lo largo del siglo XX pasó de trescientos mil a setecientos ejemplares, y que, cuando estaba intacta, suponía una biomasa de 40 millones de toneladas, la misma que mil millones de seres humanos.
Los grandes cetáceos consumían 150 millones de toneladas de krill y reciclaban el hierro, elemento clave para la productividad biológica en el Antártico, manteniendo niveles de producción biológica mucho más elevados que los actuales y «fertilizando» el medio marino. «Y un océano fertilizado reduce el CO2 en la atmósfera», sostiene Smetacek.
Al desaparecer las ballenas , el océano ve reducida su capacidad de «secuestrar» C02 «enlazando así los efectos de la caza excesiva de ballenas con la progresión del calentamiento global». «Hoy el plancton oceánico es anémico, tiene falta de hierro» resume Smetacek en una gráfica frase. El científico está convencido de que «si se añadiera hierro al océano se recuperaría la población de ballenas y se contribuiría a reducir el calentamiento global».
En esa línea orienta Smetacek sus controvertidos experimentos, que pretenden 'sembrar' con grandes cantidades de sulfato de hierro grandes áreas marinas.
Alarmas
El investigador español Carlos Duarte, profesor del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, ofrecía unos datos realmente alarmantes sobre como el calentamiento del planeta afecta a los polos, «más rápido que la previsión más pesimista». Cada año se pierden 152 kilómetros cúbicos de hielo antártico, lo que genera un aumento del nivel del océano de 0,4 milímetros. En el último medio siglo la península Antártica ha sufrido un calentamiento de dos grados y ha perdido cerca de 8.000 kilómetros cuadrados de superficie. El calentamiento del Ártico, a un ritmo de 0,4 grados por década, es dos veces más rápido que el resto del planeta.
Los expertos vaticinan que la tasa de calentamiento del Ártico aumentará hasta 1,2 grados centígrados por década en las primera mitad de este siglo y será de 3 grados por década a finales de siglo. En el último año se ha constatado una reducción «sin precedentes» de la extensión del hielo perenne, con un mínimo histórico registrado el pasado mes de marzo. En agosto se han observado además grietas de centenares de kilómetros en el núcleo del hielo hasta ahora permanente, lo que hace prever un aumento de estas pérdidas. Unas pérdidas de hielo que afecta a todo el planeta con efectos como la erosión de las costas y la salinización de acuíferos. En Groenlandia la pérdida de hielo se ha acelerado más de cinco veces, hasta llegar a los 240 kilómetros cúbicos por año y también el desprendimiento de glaciares se ha duplicado en los último cinco años. El calentamiento global afectará cada vez más a la biodiversidad del Ártico y más a las especies asociadas al hielo, según los estudios del profesor Paul Wassman, de la universidad Noruega de Tromso.
«Un clima más cálido, con un capa de hielo menor, dará lugar a un Océano Ártico más productivo, a una reducción de las masas de agua estratificadas y a cambios en la relación entre sedimentos y procesos biológicos de la columna de agua». También a «una reducción de los lugares de descanso para las focas y de las zonas de alimentación para osos polares, además del reemplazo de las especies árticas por las boreales, con al consiguientes reducción de la biodiversidad ártica».
En el mismo ámbito, los trabajos de Paul Renaud demuestran que la fauna de los fondos árticos «alcanza una abundancia hasta hace poco insospechada». El profesor Renaud dejó que el hielo rodease un buque oceanográfico durante un año, demostrando el importante papel de las variaciones en el grosor el hielo sobre estos ecosistemas. «La pérdida de hielo perenne en el Ártico y la extensión hacia el Norte de masas de aguas más cálidas causarán cambios drásticos en la fauna, amenazando particularmente a las especies más longevas de la fauna ártica». Susana Agustí, también investigadora del IMEDEA, indicó que el deterioro del agujero de ozono «se ha estabilizado, pero no hemos recuperado los valores de los años 60 y 70». La predicción «es que no los recuperen hasta 2050, pero dado que la composición y la temperatura de la atmósfera están cambiando, no sabemos si se cumplirán las predicciones», agregó.
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