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GUILLERMO BALBONA
Lunes, 6 de noviembre 2006, 09:37
Antropólogo, escritor, diseñador y editor, Antonio Montesino, incansable y prolífico, es autor de numerosos libros y ensayos de antropología, creación literaria y poesía visual y experimental. Sus diecinueve poemarios fueron recopilados en los cuatro volúmenes de 'Arquitecturas de la memoria. Poemario íntimo, 1966-1992', 'Entretanto. La lengua incandescente, Poesía, 1993-2001', 'Noches de humo y fuego en Bagdad', y 'El viento de la tierra'. Pero su mayor empresa desde hace una década es un singular proyecto, 'La Ortiga' que nació en Santander como revista periódica y se ha convertido en un constante, activo y profuso territorio cultural que ha generado centenares de publicaciones y colecciones, actividades y ciclos... 'La Ortiga', tribuna de pensamiento crítico, se ha consolidado como un proyecto cultural y editorial que cumple ahora una década de actividad, fundamentada en la independencia y el compromiso, y dedicada al pensamiento, la literatura y el arte.
-Defina con precisión de receta o fórmula, qué es 'La Ortiga'.
-Un proyecto sociocultural (ético, estético y cívico), centrado en los ámbitos del arte, la literatura, el pensamiento y la investigación social, que asienta sus prácticas e ideaciones en la interdisciplinariedad, la interculturalidad, el pluralismo, el pensamiento critico, la autonomía y el gusto por el trabajo bien hecho.
-¿Cómo se ha construido el proyecto?
-Sobre la premisa, irrenunciable, de primar una 'productividad a largo plazo, de valía real', sobre la 'rentabilidad inmediata y vacua'. A partir de ahí, el proyecto se asienta sobre la base de una necesaria autonomía (sépase que en un proyecto no mercantilista de la envergadura del nuestro, sólo un 10% de los recursos provienen de programas públicos de ayuda, a los que, por otra parte, puede optar libremente cada ciudadano que lo desee), y se apoya en una cimentación de prácticas y de concepciones integradoras, que abarcan diversos ámbitos de la producción cultural: 1) ediciones de revistas y de diferentes colecciones de libros sobre arte, literatura, pensamiento e investigación social (en 10 años hemos editado mas de 100 volúmenes); 2) proyectos de investigación-acción-participación; 3) actividades de cooperación solidaria con otros colectivos e instituciones, como sucede con la iniciativa internacional de 'Hablar/Falar de Poesía', el Foro Cívico (en colaboración con la Obra Social de Caja Cantabria), o el programa 'Tiempo de globalidad', llevado a cabo con el Aula de Letras de la Universidad de Cantabria, donde -conjuntamente- desarrollamos un 'Taller de Poesía Visual y Experimental', otro de 'Pensamiento Crítico', ciclos de 'Encuentros con las letras', un 'Foro Internacional de Literatura' y un seminario denominado 'Textos y contextos de la oralidad'.
-¿Pensó alguna vez en abandonar?
-Que yo sepa, en ningún momento. Para mí los 'asuntos' culturales no son un mero signo de distinción social, sino una cuestión profundamente arraigada en lo que entiendo que es la dimensión normativa de la cultura. Eso sí, trato de hacer compatible mis dedicaciones a 'La Ortiga', con mis intereses en el campo de la creación artística y literaria y con el desarrollo de las líneas de investigación social en las que vengo trabajando desde hace ya más de 25 años.
-¿Considera que ha mantenido suficiente independencia?
-Siempre hemos actuado desde el ámbito de las decisiones autónomas. De modo que las necesarias interdependencias a las que las personas y los colectivos nos vemos abocados, por los propios imperativos de nuestra condición de seres sociales, jamás han supuesto ni una coacción ni una autocensura, a la hora de elegir los objetivos, formas, contenidos y prácticas.
-Cuando se maneja un proyecto como este, más pequeño en dimensiones, ¿también existe estrategia editorial?
-Todo proyecto, independientemente de su tamaño, se estructura con arreglo a una estrategia que tiene como fin último el logro de unos determinados objetivos. 'La Ortiga' no iba a ser una excepción y, por ello, en la medida en que pretendemos ser serios en el cumplimiento de nuestros propósitos y compromisos, necesitamos establecer una mínima, aunque flexible, planificación, principalmente referida a aspectos relacionados con las características de las publicaciones, los procesos productivos (en los que intervenimos activa y directamente), las distribución de los materiales (que hacemos nosotros mismos) y la obtención de los recursos y medios necesarios para hacer posible el proyecto.
-¿Cree posible la viabilidad de términos como educar en la ciudadanía, compromiso social o pensamiento crítico en una sociedad en la que prima el espectáculo, la falta de privacidad, el triunfo de la superficialidad y la venta de los sentimientos?
-Precisamente, la defensa de las virtudes cívicas, de una conciencia planetaria, de los ideales de una ciudadanía social cosmopolita, de un pensamiento dialógico y de una cultura crítica y autocrítica de la razón, cobran (al menos para algunos de nosotros), en momentos como los actuales, más sentido y significación que nunca. Creo que el desarrollo de estos valores, sobremanera, en esta fase de la denominada 'modernidad líquida' (Bauman), es fundamental. Representa una de las formas, más razonables, de buscar un necesario espacio cívico común, secularizado y laico, desde el que, frente a las 'comunidades destructivas' (Sennet) y a la exacerbación de las identidades introvertidas (nacionalismos, fundamentalismos religiosos, etc.), poder afrontar tanto la defensa de la integridad de las personas, como los actuales problemas económicos, sociales y políticos de la humanidad.
Compromiso
-¿Qué es el compromiso para Montesino, y qué opinión le merece la figura intelectual?
-Entiendo el compromiso, desde el ejercicio individual del libre pensamiento crítico, como la lucha por unos ideales y valores cívicos y, por tanto, democráticos, tales como: la verdad, la justicia, la racionalidad, la solidaridad con las víctimas y los débiles. Ideales intachables, que la tradicional figura del intelectual (hoy en clara decadencia por méritos propios) decía asumir, promover y defender. Pero, históricamente, lo que ha sucedido es que una buena parte de esa 'intelligentsia' de la 'izquierda comprometida', a causa de sus voluntarias ataduras orgánicas y ciegas servidumbres al PARTIDO, apoyó el mal en nombre del bien, la opresión como vía a la libertad, la mentira en nombre de la verdad, la injusticia frente a la justicia, la indiferencia ante el dolor de las víctimas si éstas no 'políticamente correctas'. Recordemos el estalinismo, los gulags, la revolución cultural antiintelectualista en la China de Mao, y todo tipo de dictaduras, pasadas y presentes, ejercidas en nombre de 'la izquierda'.
-¿Entonces, cuál sería su propuesta de modelo de intelectual?
-Frente al anterior modelo de intelectual-oráculo, guía orgánica de las 'masas', prefiero reivindicar la figura del librepensador que, en el espacio de lo público, ofrece a la ciudadanía sus reflexiones dialógicas y sus dudas e incertidumbres, desde un pensamiento crítico que invita a los ciudadanos al ejercicio de la 'cultura de la razón'. Un pensamiento, éste, bastante incómodo, para unos y para otros (pensemos en el destino del pobre Sócrates), con el que me siento profundamente comprometido y que, desde 'La Ortiga', intentamos promover, por tratarse de un pensamiento: 'independiente' (se construye a partir de la individualidad discerniente), 'informado' (requiere un conocimiento complejo con fundamentos empíricos), 'cuestionador' (arranca con preguntas o problemas que el sujeto intenta resolver), 'razonado' (busca argumentos demostrativos, razones y pruebas), 'social' (compara, contrasta y comparte opiniones con los otros). Creo que es un pensamiento adecuado para el fortalecimiento de la responsabilidad del sujeto respecto a sus propias ideas, contribuye al diálogo educativo, a la tolerancia y al intercambio libre de ideas. Elementos, todos ellos, básicos en la formación de una ciudadanía democrática, consciente y reflexiva. Una estupenda solución de recambio respecto al intelectual-oráculo orgánico, recubierto de un inquietante 'prestigio sacerdotal', al servicio de las diferentes 'nomenclaturas' totalitarias y de su propia 'mente discontinua'.
En Cantabria
-¿Qué opinión le merece la vida cultural en Cantabria? y ¿qué incorporaría con urgencia?
-Miro y miro, y cuanto más miro, más veo un paisaje sociocultural en el que predominan los tonos monocromáticos. A mi entender, un paisaje (de fabuladores con sus guardabosques) excesivamente etnicizado, que, con rarísimas y puntuales excepciones, padece las secuelas clientelares (en lo económico, lo ideológico y lo político), derivadas de un cierto 'unanimismo coactivo'. Hay mucha variedad de lo mismo. Yo nada puedo incorporar con urgencia, que no haya incorporado ya, o que no esté incorporando, en la medida de mis posibilidades.
-¿Diría que existen fracturas, mezquindades provincianas, complejos y un conservadurismo hostil que impide una mirada más global al hecho cultural?
-Sin duda alguna, existe ese largo brazo de la tradición, al que se refería Bourdieu, esgrimido por determinados sujetos y grupos sociales: los viejos y nuevos padrinos, y sus epígonos, la 'intelligentsia orgánica neotradicionalista' y la nueva legión de 'musas enroladas'. Toda una 'casta sacerdotal' errática y dogmáticamente organizada, de mirada monocular y pretensiones hegemonistas, a la hora de imponer sus maniqueos puntos de vista, definiciones y categorizaciones sociales de la realidad, entre cuyos principales 'habitus' intra e inter-generacionales estarían: la mezquindad, la envidia, la mentira, la calumnia, el proselitismo y la exclusión y estigmatización sociales del otro, o de lo otro, el servilismo, la adulación profesionalizada, la mediocridad, el autobombo y la autoglorificación.
-¿En caso de que este fuera el paisaje sociocultural dominante en Cantabria, no podríamos decir que, al menos en los últimos tiempos de observa nuevas emergencias, que apuntan en otras direcciones?
-Es cierto que existen nuevos espacios (públicos y privados), e incluso nuevas actitudes en viejos espacios socioculturales, donde se perciben importantes cambios de rumbo y de talante. Por otro lado, el retrato anterior me temo que no sea exclusivo de nuestra región, y que, a pesar de ser bastante habitual, ni tan siquiera sea un retrato 'gran-angular', generalizable a todos los campos de la acción cultural en Cantabria, sino más bien un foto con realizada con un zoom que abarca desde el macrorretrato al campo de un 'lente normal'. Creo que la propia existencia de 'La Ortiga' (pero no sólo 'La Ortiga'), es una excepción a todo lo anterior (pero que confirma la regla). En nuestro caso, venimos, desde hace seis años, desarrollando proyectos importantes y significativos como 'El Foro Cívico', en colaboración con la Obra Social de Caja Cantabria, y, más recientemente con el Aula de Letras de la UC, basados en el reconocimiento, el respeto mutuo y en una 'economía moral' diferente al juego y las astucias oportunistas de los 'cucos' de turno. Y lo venimos haciendo, desde posicionamientos radicalmente diferenciados de los utilizados por los ensoberbecidos maestros de la 'servidumbre voluntaria', es decir, con un espíritu crítico (sin, por ello, dejar de ser respetuosos), con seriedad en nuestras propuestas, no autopostulándonos como sujetos-objetos patrimonializables, y con una total y absoluta libertad e independencia de criterios, tanto en la elección de los temas como en la de los participantes. Ello indica, claramente, la existencia en nuestra comunidad de personas e instituciones, receptivas a propuestas de valía, verdaderamente plurales y alternativas
-¿La poesía la concibe como un refugio?; ¿una manera de combate?; ¿un territorio puramente experimental?
-Sí, como un refugio en la música interna de la vida, en el seno de la palabra esencial y gestante, la que nos habla de las vibraciones secretas del ser. Sí, como una forma de combate con la palabra poetizante, extraordinaria, que ayuda a pensar e ilumina la existencia. Concibo la poesía como un acto gnoseológico, es decir, una operación sobre la subjetividad que nos propone estructuras comprensivas, capaces de configurar nuevos modelos de experiencia y de conocimiento. De ahí, que entienda que el principal compromiso del poeta, en cuanto tal, sea, ante todo, con la propia poesía (una finalidad sin fin), con ese particular ámbito lingüístico, diferente del lenguaje de uso cotidiano, en el que acontecen los problemas específicos del pensamiento poético, del arte, del tiempo y de la existencia, las preguntas por el yo del poeta, los diferentes procesos de autoconciencia y de subjetividad reflexiva, y la objetivación del sentimiento lírico.
Actualidad
-El proceso de paz
-Como todo proceso de estas características, posiblemente se desarrolle, a pesar de su irreversibilidad, a lo largo de un arduo camino, cuya duración y avatares son, en algunos de sus aspectos, impredecibles. No obstante, es un hecho positivo que se haya dejado de matar. Ahora bien, esto es una condición básica, pero no suficiente, ya que, a estas alturas del 'conflicto' y de la historia de la humanidad, la única paz aceptable es la kantiana "paz perpetua". Algo que no sólo consiste en quitarse las capuchas y silenciar las armas, sino también en desprenderse de los sistemas de valores, ideaciones y pautas de comportamiento propias de los modelos autoritarios, que subyacen en este tipo de movimientos 'nacional-socialistas', aceptando, de una vez por todas, las reglas básicas de la civilidad democrática y del Estado de Derecho, como vía de lucha radical por la libertad, la igualdad y la justicia social.
-La Ley de la Memoria Histórica.
-Me parece que se trata de una ley que nace encorsetada por las pretensiones de una falsa equidistancia, 'políticamente correcta', que no satisface ni a unos ni a otros. Su soporte está montado sobre un modelo conceptual y discursivo erróneo en sus planteamientos fundamentales, cuyo análisis crítico sería imposible hacerlo en el marco espacial de esta entrevista. No obstante, conviene dejar bien claro que una cosa es memoria y otra cosa es historia, o más correcto sería decir historiografía. Desde el punto de vista de las responsabilidades historiográficas, que es lo que a mi me interesa, lo correcto sería poner al alcance de la ciudadanía un necesario y 'verdadero' conocimiento histórico sin sesgos, complacencias o concesiones ideológicas a las partes. Y ello es, principalmente, una responsabilidad de las ciencias históricas y sociales, que con rigor y solvencia científica, tienen la obligación de investigar y dar cuenta, con todo tipo de detalles, pruebas y argumentaciones, de los hechos acontecidos, manteniendo su independencia científica respecto a las luchas políticas por la memoria que tienen, o que puedan tener, lugar en determinadas coyunturas. Un buen ejemplo a seguir, en esta línea, son las aportaciones historiográficas de Santos Juliá, Enrique Moradiellos o Julián Casanova.
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