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Lunes, 27 de noviembre 2006, 02:03
Mañana, martes, el papa Benedicto XVI comenzará su visita a Turquía, iniciativa que ha querido mantener tras valorar, sin duda, las oportunidades que ofrece y situarlas por encima de los riesgos que plantea. El viaje, que obedece a una invitación del Patriarca ortodoxo de Constantinopla, tiene un marcado cariz ecuménico y de apoyo a las minorías cristianas que conviven con el islam en tierra turca. Pero el gesto papal trata también de tender puentes de entendimiento hacia el Islam. Y ello a pesar de que ayer mismo decenas de miles de personas se manifestaron en Estambul movilizadas por el islamista Partido de la Felicidad tras el lema 'No vengas, Papa'. El Papa tiene previsto acudir a la mezquita de Sultanahmet como «un signo de respeto y atención» a la religión que se profesa en ella. Por otra parte, es cierto que en la mayoría de los actos oficiales será atendido sólo por altos funcionarios, pero por fortuna parece que las autoridades turcas han reconsiderado su oposición inicial, y es probable que el primer ministro Erdogan y el presidente de la República se encuentren con el Papa en el aeropuerto de Ankara a su llegada al país.
Benedicto XVI quiere dejar atrás el clima de confrontación que suscitó su intervención en la Universidad de Ratisbona el pasado 12 de septiembre, y demostrar que la comunicación con otras religiones forma parte de sus prioridades. De hecho, aquellas palabras también han generado un enriquecedor debate sobre la relación que debe existir entre fe y razón, y sobre los gérmenes de intolerancia y violencia que puedan albergar las religiones. Las referencias que haga al diálogo entre culturas serán muy importantes para los aproximadamente veinticinco millones de musulmanes que forman parte de la ciudadanía europea y para los millones de islamistas moderados del resto del mundo. Pero también para una cristiandad que precisa concebir el futuro de las sociedades con una visión pluralista del hecho religioso y de su relación con la laicidad.
Benedicto XVI puede hacer mucho en este viaje para matizar las reservas que como cardenal Ratzinger expresó hacia el país que mañana le acogerá: «Histórica y culturalmente Turquía tiene pocas cosas en común con Europa». Las posibilidades de ingreso de Turquía en la UE atraviesan serias dificultades, derivadas de la resistencia de su gobierno a reconocer a Chipre y de las carencias que presenta en el respeto a derechos fundamentales como el de libre expresión. Precisamente por ello el Papa tiene una gran oportunidad durante el viaje para reconocer también los avances que se han venido dando en aquel país hacia la democracia y el pluralismo. De forma que quede desmentida la idea de que los obstáculos y condiciones a que se enfrenta Turquía de cara a su entrada en la Unión Europea tengan su razón de ser en el hecho de que se trate de un país constitucionalmente secularizado pero culturalmente musulmán.
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