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SALUDPRESS
Sábado, 2 de diciembre 2006, 02:20
Si bien no está del todo claro si se puede hablar o no de nuevas patologías psiquiátricas en la infancia y la adolescencia, lo cierto es que este tipo de trastornos se diagnostican de forma cada vez más temprana. De todos ellos, los más prevalentes son la ansiedad, la depresión y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), según se puso recientemente de manifiesto durante el 55º Congreso Nacional de la Asociación Española de Pediatría.
Mientras que la ansiedad es más propia de las edades tempranas (hasta los 8 ó 9 años) y se considera un cuadro más leve y con buen pronóstico, siempre que se diagnostique y trate a tiempo, la depresión suele ser bastante más compleja de manejar. «Se trata de una enfermedad que padece hasta un 8% de los adolescentes y en torno a un 2,5% de los niños. Además, es la primera causa de suicidio entre la población infantil», explica el doctor César Soutullo, director de la Unidad de Psiquiatría Infantil y del Adolescente de la Clínica Universitaria de la Universidad de Navarra. Y es que «el suicidio es la tercera causa de mortalidad en los niños a partir de los 10 años, después de los accidentes de tráfico y el cáncer», añade este experto.
Un diagnóstico certero y un tratamiento adecuado pueden evitar mucho sufrimiento de los pacientes y su entorno y, sobre todo, un importante número de fallecimientos. No obstante, aunque se maneje de forma adecuada, se estima que entre un 15 y un 20 por ciento de los niños que padecen depresión pueden sufrir recaídas durante la edad adulta.
Componente hereditario
Los especialistas señalan que, en la mayoría de estos casos, el niño o adolescente lleva mucho tiempo «dando pistas y señales que los padres y, por supuesto, el pediatra deben saber detectar"».
Las causas de los trastornos de ansiedad y depresivos en estas edades son muy diversas y, en la mayoría de los casos, se presentan de manera conjunta. A pesar de ello, en el caso de la depresión, existe un alto componente hereditario. «El 50 por ciento de la causa de la depresión es de origen genético», explica el doctor Soutullo. Así, los niños cuyo padre o madre han padecido depresión tienen un riesgo algo más elevado de sufrirla y aún más si la madre la ha padecido después del parto. Además de este factor, existen numerosos componentes externos, la mayoría relacionados con el entorno familiar, que pueden dar lugar a un cuadro depresivo: la pérdida del padre o la madre, el que alguno de los progenitores tenga una enfermedad crónica o el padecer algún tipo de abuso u otros traumas.
Los trastornos de ansiedad tienen como principales causas, por una parte, la vulnerabilidad individual del niño y, por otra, las experiencias traumáticas que vive, si bien la ansiedad es un fenómeno adaptativo normal en el ser humano. Aunque en general son cuadros con buen pronóstico, «se estima que en torno a un tercio de los casos que aparecen en la infancia pueden cronificarse y permanecer en la edad adulta», apunta el doctor Javier San Sebastián, jefe de la Unidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid.
La patología ansiosa se expresa de manera diferente conforme el niño se va haciendo mayor. Según el doctor San Sebastián, «mientras que durante la infancia la ansiedad se manifiesta en forma de síntomas físicos y psicosomáticos, en el niño prepúber lo hace con síntomas comportamentales y en la adolescencia se expresa a través de síntomas psicológicos, como en el adulto».
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