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Los cuerpos sin vida de José Luis Morán Quiroga y Fernando Arcas Castillo aparecieron aquí, a 40 metros del lugar del accidente. / SANE
García Barquín también ocultó al Colegio de Árbitros que los dos fallecidos viajaban con él
CANTABRIA

García Barquín también ocultó al Colegio de Árbitros que los dos fallecidos viajaban con él

El causante del accidente que dejó dos muertos en la S-10 llamó por teléfono dos horas después de ocurrir el suceso para advertir que «Ángel y él» no iban a poder arbitrar

NACHO GONZÁLEZ UCELAY

Domingo, 24 de diciembre 2006, 10:55

Adrián García Barquín, el joven de 21 años causante del accidente ocurrido el día 15 en la S-10 y en el que murieron dos de sus tres acompañantes -cuyos cadáveres no fueron hallados hasta la mañana siguiente porque no le dijo a ningún servicio de emergencias que viajaban en el coche con él- también ocultó esta información al responsable de designaciones del Colegio de Árbitros de Fútbol, al que dos horas después de producirse el suceso llamó por teléfono para advertir que «Ángel (José Ángel García Bedia) y él» habían tenido un accidente y no iban a poder arbitrar los partidos de fútbol que tenían asignados para el día siguiente.

Realizada a partir de las declaraciones de aquellas personas que lo vivieron de una u otra manera, la reconstrucción de un suceso que sorprendió al país ha ayudado a cerrar, con detalles como ese, la mayoría de los interrogantes que colgaban del conocido como 'accidente de los árbitros'.

Porque además de muy amigos Adrián, José Ángel, Jaime Luis y Fernando eran árbitros de fútbol. El cuarto estaba de baja por culpa de una lesión en un hombro. «Iba a reincorporarse en la segunda quincena de enero», dice el presidente del Colegio de Árbitros, Emilio Fernández Terente, que nunca recibió queja de los chicos: «Nunca; ni de Adrián ni de los otros tres». Muy al contrario, el presidente asegura que los cuatro «tenían una gran proyección» en el mundo del arbitraje.

Incluso el día del accidente Adrián, José Ángel y Jaime Luis (Fernando no asistió) tuvieron «un comportamiento correcto» durante el ágape que el Colegio organizó en su sede -ubicada en la calle Marqués de la Hermida- para felicitar las fiestas navideñas a sus afiliados. El presidente asegura que «no había alcohol» y que los tres chavales disfrutaron del ágape «igual que lo hicieron los 200 árbitros restantes que asistieron a la cita». Luego, a eso de las nueve, la celebración concluyó «y todos se fueron».

Después de felicitar las fiestas al 'presi' y despedirse del resto, Adrián, José Ángel y Jaime Luis abandonaron el local federativo y se marcharon a un bar cercano en el que, al parecer, habían quedado con Fernando para recogerle y marcharse a cenar, tomando allí alguna consumición.

La Guardia Civil

A las diez y cuarto, los cuatro chicos subieron al coche de Adrián, que puso rumbo a Maliaño. En el asiento del copiloto, José Ángel. Y detrás, Jaime Luis y Fernando. Y a las diez y media, tras atravesar la calle Castilla, La Marga y los dos primeros kilómetros de la autovía S-10 -cerca de 'Eroski'- el coche de Adrián se salía por la margen derecha de la carretera, colisionaba contra el muro de protección y caía sobre la marisma que se encuentra junto a la vía quedando detenido allí.

Según el informe que el capitán jefe del Subsector de Tráfico de la Guardia Civil en Cantabria, Lorenzo Bárez, entregó al juez, el turismo que conducía Adrián circulaba «a velocidad notablemente superior a la permitida reglamentariamente (100 km/h.)». Concretamente «a 150 km/h. y realizando maniobras incorrectas y peligrosas (adelantamientos por la derecha en una vía rápida con circulación concurrida), con grave riesgo para los restantes usuarios de la vía». Además, se constató que el conductor del turismo «dio positivo en la prueba de alcoholemia a la que fue sometido arrojando tasas de 0,45 y de 0,47». El doble de lo permitido.

Los hombres de Bárez fueron los primeros en llegar al lugar para socorrer a los accidentados. Dos. «Se les preguntó cuántos eran y cómo estaban y el conductor (Adrián) respondió que eran dos y que estaban bien».

Los bomberos

Fueron los segundos en presentarse en el lugar del accidente. «Recibimos una llamada del '112' a las 22.30 horas informándonos de un accidente de tráfico a la altura de 'Eroski' y, tres minutos después, a las 22.33 horas, nos pusimos en marcha», cuenta el jefe del servicio de guardia de esa noche, Fernando Cacho. Con él se desplazaron «cuatro bomberos y el conductor de la dotación AT-16». Luego, «cuando supimos que había una persona atrapada dentro del coche» solicitaron el equipo de excarcelación.

Cacho asegura que a su llegada había un joven fuera del coche y otro dentro: «Les preguntamos cuántos eran y dijeron que dos». Como no podían acceder a ellos desde el lugar en que se encontraban «les dijimos que esperaran allí, que íbamos a dar la vuelta y a buscar un camino accesible para llegar a ellos». Y cuando lo encontraron y se disponían a entrar «vimos, para nuestra sorpresa, que los chicos habían abandonado el coche y alcanzado la otra orilla -donde estaban los guardias- por su cuenta».

Cacho revisa el parte de incidencias de aquel viernes, día 15, y apunta: «Como ya no era necesaria nuestra presencia allí, recogimos y regresamos al Parque. Entramos en cocheras exactamente a las 23.03 horas».

Como a los guardias civiles que participaron en el rescate, a los bomberos se les heló el corazón «cuando al día siguiente nos enteramos de que habían aparecido dos cadáveres».

Cacho, que pasaba casualmente por el lugar del accidente, vio, «extrañado», que había allí varios guardias civiles y empleados de una funeraria sacando un ataúd. «Fui al Parque, pregunté a mis compañeros si había pasado algo, me dijeron que no y como todo me parecía muy raro decidí volver». Cuando se enteró de lo ocurrido, «me quedé alucinado».

Los médicos

Su testimonio refuerza, aún más, las declaraciones tanto de guardias civiles como de bomberos, que ya trabajaban en el lugar del accidente para cuando ellos llegaron. El gerente del servicio de emergencias '061', José Franco, asegura que el aviso del accidente entró en la centralita de su departamento a las 22.33 horas. «Se envió una UVI móvil con un médico, dos enfermeros y dos técnicos de transporte sanitario» que se presentaron en el lugar del accidente «a las 22.40 horas», esto es, siete minutos después.

«Nuestro vehículo llegó hasta el turismo siniestrado con la ayuda de los bomberos».

Una vez allí, «nuestro equipo se encontró con dos pacientes», dice Franco. «Uno (José Ángel) estaba tumbado en el suelo con algunas lesiones y síntomas de desorientación. Otro (Adrián), estaba de pie, no aparentaba lesiones graves y mantenía una conversación coordinada».

El gerente del 061 asegura que «los médicos preguntaron a los dos pacientes si había más personas implicadas en el accidente». Los dos «respondieron que no», aunque Franco matiza que el personal sanitario «no tuvo en cuenta la contestación del paciente que presentaba síntomas de desorientación precisamente porque no era fiable», pero sí la del otro, «porque era creíble».

Con todo, el equipo médico «decidió que el primer paciente (José Ángel) fuera evacuado en la UVI móvil al Hospital Valdecilla, y que el segundo (Adrián) fuera trasladado a ese mismo centro en una ambulancia convencional» dando por finalizado su servicio «a las 23.09 horas».

Como guardias civiles y bomberos, los médicos se desmoronaron al saber, al día siguiente, que a escasos 40 metros de todos ellos yacían otros dos muchachos, uno de ellos quizá vivo.

«Nunca nos habíamos enfrentado a una cosa así», reconoce José Franco, que no oculta que el personal médico que atendió ese servicio «está aún muy afectado». Dice el gerente del 061 que además de «tristeza» sienten «impotencia» por no haber podido hacer nada para ayudar a los dos muchachos (Jaime Luis y Fernando) que perecieron en el siniestro.

Los árbitros

Con guardias civiles, bomberos y médicos de regreso a sus bases y los cadáveres de sus dos amigos abandonados en las marismas, Adrián García Barquín se marchaba a casa previo paso por el Hospital Valdecilla, donde se le practicó una cura, y el cuartel de la Guardia Civil, donde tuvo que prestar declaración como presunto autor de un delito contra la seguridad del tráfico.

A las doce y media de la noche, camino de casa, o ya en casa, Adrián telefoneó al responsable de designaciones de fútbol base del Colegio de Árbitros y le dijo: «Ángel (por José Ángel) y yo hemos tenido un accidente y no vamos a poder arbitrar mañana». Eso aclara por qué al partido entre el San Justo y el Deva que debía arbitrar Jaime Luis se personó, con el tiempo justo, otro árbitro que «no se enteró de nada».

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