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Uno de los menores extranjeros acogidos por la Administración que vive en Prezanes. / A. FERNÁNDEZ
Adolescentes, inmigrantes y «no acompañados»
CANTABRIA

Adolescentes, inmigrantes y «no acompañados»

Cruz Roja gestiona en Prezanes una casa con 10 plazas para menores a quienes se presta una «primera acogida»

VIOLETA SANTIAGO

Martes, 26 de diciembre 2006, 10:22

Abre la puerta un chico delgado, escoba en ristre: le había tocado dar un repasito a la entrada. Tiene 17 años, estudia chapa y pintura en un módulo de Garantía Social y asegura que tiene ganas de empezar a trabajar. Vive cerca de Santander, en una casa en la que ha empapelado su habitación con fotos de chicas estupendas, héroes universales y coches enormes, como cualquier chico de su edad. Le acaban de dar las vacaciones de Navidad y enseguida se planta ante la tele a hacer tiempo hasta la comida.

Una de las últimas películas que vio el joven es 'Los chicos del coro'. ¿La recuerdan? Cuenta la historia de un grupo de niños que, en los años 50, están tutelados en un internado de reeducación de menores -absolutamente inhóspito- a quienes un profesor consigue interesar por la música, que se convierte en su futuro. Es curioso que sea ésta precisamente la película. Porque él también está en un centro de menores. En uno que gestiona la Cruz Roja, al que van a parar 'extranjeros no acompañados'.

Esta es la forma 'administrativa' de expresar la soledad. Son inmigrantes, en general de países pobres, a quienes sus familias han hecho llegar a España por cualquier medio con la esperanza de que ellos consigan un trabajo para mandar dinero a los parientes que quedan en el país de origen. A 22 de diciembre, en esta casa amarilla de Prezanes residen ocho chavales. El más pequeño tiene 15 años, el mayor, 17. La mitad son marroquíes y también hay senegaleses, malienses . Todos están solos. A miles de kilómetros de su familia, sin la protección de un adulto responsable.

Cruz Roja desempeña este papel de tutoría, mandatada por la Consejería de Sanidad y Bienestar Social, cuyo departamento de Servicios Sociales supervisa el funcionamiento de la vivienda, que le cuesta a las arcas públicas este año 300.000 euros. Esta cifra lo incluye todo: los gastos generales, la comida, los empleados (seis en total, más un supervisor y dos voluntarios), la ropa de los acogidos, las matrículas de los cursos a los que acuden.

La presión

La Administración controla que estén atendidos y que se les reeduque. «Aquí hacemos lo que se llama primera acogida» explica Ana Barquín, directora de Intervención Social de la institución humanitaria. «Se les corrigen actitudes y 'hábitos de calle' y se les enseña a desarrollar capacidades para cuando se integren en unidades familiares».

Barquín lamenta el desconocimiento de la sociedad sobre la situación de estos chicos. «Son adolescentes iguales a los hijos de cualquiera o sea, en una edad pésima. Además, se encuentran lejos de su entorno familiar, con recursos limitados, acusando el desarraigo y, en muchas ocasiones, con una responsabilidad impropia de su edad». Un porcentaje reseñable, de hecho, utiliza las vías de evasión a su alcance: hachís e inhalantes como el pegamento o los disolventes. «No lo justifico», dice Barquín, «aunque he visto de cerca la presión que sufren y, quizá por eso, lo veo con otros ojos».

Uno de los casi 70 chicos que han pasado por esta casa este año tuvo que ser ingresado en Pedrosa para desintoxicarse. Con 16 años, había dejado en Marruecos a su madre enferma, que un buen día le hizo llegar un cd en el que le urgía a enviar dinero a la familia, lo que provocaba en el chico una gran angustia y frustración. «Ellos quieren el futuro ya. Tienen prisa por trabajar y ganar dinero y les resulta muy duro darse cuenta de que, en este país, al ser menores, no pueden emplearse. Como carecen de papeles, necesitan apoyo en todos los frentes».

Aceptar e integrarse en la rutina de la casa se convierte para ellos en el primer desafío. En la medida en que cumplen (ellos mismos mantienen limpia la vivienda, por ejemplo) van logrando puntos. Estos se traducen en dinero de bolsillo o tarjetas para llamar por teléfono. Los que hacen gala de un comportamiento excelente «ganan» hasta 12 euros semanales. Cumplir quiere decir que van a clase, que están a las horas, que se interesan por las actividades de la casa.

Por Navidad, no harán nada especial: todos los residentes aquí son musulmanes. Celebrarán, eso sí, la Fiesta del Cordero el 31 de diciembre y se intercambiarán regalos, como manda su tradición. El chico que abrió la puerta llegó a España con 13 años, en plena adolescencia. Antes de llegar a su actual hogar de Prezanes, estuvo en Barcelona y Burgos. Todas las casas por las que ha pasado le han parecido «bien». Ya le queda poco para la mayoría de edad y tendrá que abandonar el centro. Y una se pregunta, al despedirse, si conseguirá tener un futuro, como lo consiguieron los protagonistas de 'Los chicos del coro'.

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