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JOSÉ LUIS PÉREZ
Domingo, 21 de enero 2007, 12:58
El pasado lunes la Universidad de Cantabria presentó un nuevo libro editado por el Servicio de Publicaciones. Se trata de un trabajo de Julián Sanz Hoya, un joven historiador santanderino que efectúa un riguroso estudio sobre las derechas durante la Segunda República en Cantabria. El libro se titula 'De la resistencia a la reacción' y en él reconstruye la trayectoria, las características y la actuación de los distintos sectores de la derecha en ese periodo, así como el alcance y las causas del extenso apoyo social que consiguieron en la región.
- Se cumplen 75 años de la proclamación de la República. ¿Es partidario de conmemorar a 'bombo y platillo' las efemérides en general y algunas tan cercanas como ésta en particular?
- Me parece que la conmemoración de efemérides es importante y un modo de trasladar a la sociedad nuestro pasado, pero también creo que no es bueno que la investigación o la celebración de actividades tengan que estar condicionadas por los aniversarios. No se debe hacer historia a golpe de efemérides, hay que mantener unas líneas de trabajo continuadas.
- ¿En qué contexto de su trayectoria investigadora se sitúa este trabajo?
- Se corresponde con la memoria de licenciatura, uno de mis primeros trabajos de investigación. Surgió yendo hacia atrás, ya que mis investigaciones se han centrado en el primer Franquismo en la región, en las instituciones y en el personal político. Pero, no podía profundizar en el tema sin conocer previamente bien a las derechas durante la Segunda República.
- ¿Cuánto tiempo le ha llevado elaborar este libro?
- Es difícil medir el tiempo, ya que la investigación principal tuvo lugar entre 1999 y 2000. El trabajo, creo que más maduro, le he reescrito en fases, entre 2003 y 2005.
- Comienza marcando una gran 'distancia' entre el período de la República y la Guerra Civil ¿No hay causa-efecto como tradicionalmente se ha considerado?
- Estimo que no, aunque sin la Segunda República no se puede entender la Guerra Civil, como sin la Dictadura no se puede entender la Transición, o sin la Transición no se puede entender la Democracia. Pero esto no quiere decir que la Dictadura de Franco haya traído la Democracia. Durante la República se dan una serie de procesos o circunstancias que explican la Guerra Civil, pero no llevan indefectiblemente a ella.
- ¿El historiador puede especular qué hubiera pasado si el golpe militar del 36 hubiera fracasado?
- La Historia ficción es muy arriesgada y no soy partidario de ella. Mi reflexión en la introducción del libro sobre el particular quiere recordar que muchas veces vemos los procesos por lo que ha venido después y no por lo que fueron en sí mismos. Recientemente hubo un congreso dedicado a la «historia virtual» de España y se formuló la hipótesis de que hubiera pasado si Prieto hubiera formado Gobierno en la primavera del 36. Se llegaba a la conclusión de que no hubiera estallado la Guerra Civil, pero esto es imposible se saber a ciencia cierta.
- ¿De qué manera se vería hoy la República si no hubiera triunfado el golpe militar?
- La visión sería muy diferente en caso que el sistema democrático se hubiera asentado. La Transición también fue un periodo muy convulso, pero, sin embargo, hoy existe una buena visión ya que este periodo desembocó en una democracia. Hay que analizar todo en su conjunto y no desvirtuar las cosas por lo que luego sucede.
- ¿Fue la República una democracia?
- Se entiende como una democracia liberal. Otra cosa es que tuviese serias dificultades y que en ocasiones se diesen situaciones revolucionarias, desórdenes públicos o limitaciones de los derechos fundamentales. Pero, es una democracia de los años 30, no del siglo XXI.
- ¿Cómo explicaría toda la polémica surgida en los últimos años entorno a la memoria histórica?
- Se ha convertido en un instrumento de debate político y sujeto a una manipulación muy fuerte. Hay dos fenómenos paralelos. Uno, un movimiento por la recuperación de la memoria que responde a la inquietud de mucha gente por sacar a la luz una parte de nuestro pasado que ha estado olvidado. Otro, el fenómeno del revisionismo histórico, que algunos autores plantean que es una respuesta al movimiento de la reivindicación de la memoria. En cualquier caso es un fenómeno que se ha utilizado más como arma política que como una aportación historiográfica.
- ¿Se puede hacer historia desde una militancia política?
- Sí, pero no se debe hacer historia militante. Hay historiadores independientes de partidos políticos que, sin embargo, tienen una visión de la historia fuertemente ideologizada; y otros, con carnet, que no la tienen tanto. Un buen ejemplo de profesional de la historia en este sentido ha sido Javier Tusell, que incluso ocupó puestos políticos pero que ha realizado aportaciones realmente importantes a la Historia Contemporánea de España.
- ¿Cómo ha organizado los contenidos del libro?
- Tras una introducción metodológica, he comenzado realizando una contextualización de la sociedad de la época. A partir de ahí, he seguido el hilo cronológico de los acontecimientos entre 1931 y 1936.
- ¿Cómo eran las derechas en la República en Cantabria?
- Era una derecha organizativamente renovada respecto a la Restauración. Eran plurales, con diversas tendencias, bastante fuertes y organizadas, y con un significativo apoyo social, de tal modo que ganaron las elecciones del 33 y de 36. Se basaban en el discurso y en la legitimación religiosa.
- ¿El panorama era semejante al que había en el resto del país?
- La derecha de los años treinta era bastante provincialista, con peculiaridades en cada zona. En el caso de la provincia de Santander no era radicalmente diferente a otras, aunque con matices. El sector más conservador del Republicanismo tuvo poca fuerza en Cantabria y el sector de la derecha propiamente dicha fue el que se hizo con la hegemonía. En otras zonas no fue así hasta el 36. También aquí tuvo bastante fuerza la extrema derecha y concretamente la Falange; Santander fue una de las provincias donde tuvo más fuerza.
- ¿Y la izquierda, cómo estaba?
- La situación era diferente, ya que el Partido Socialista era muy fuerte y claramente hegemónico en la izquierda.
- ¿Por qué estaban tan fragmentadas las derechas?
- Todo el sistema político de la República se caracterizó por una fragmentación muy grande. Había básicamente en la derecha cuatro grupos: la Agrupación Regional Independiente, una coalición controlada por los monárquicos alfonsinos; Acción Popular (la CEDA a nivel nacional liderada por Gil Robles), conservadora-católica; los carlistas de la Comunión Tradicionalista; y la Falange Española de las Jons, la versión nacional del fascismo italiano. Luego había grupúsculos más pequeños.
- ¿Cómo se organizaban?
- Las dos primeras tenían mucho apoyo y estaban bien asentadas, con un funcionamiento más regular. Básicamente se volcaban en los procesos electorales. Por otro lado los carlistas y la Falange tenían una menor implantación, pero eran más activistas a pie de calle, más radicales, apostaban por la violencia para derribar la República. Los carlistas se basaban en el Requeté, una milicia paramilitar que propugnaba una nueva Guerra Civil. Los falangistas practicaban la violencia urbana, el pistolerismo y eran frecuentes sus enfrentamientos con las organizaciones juveniles de los partidos de izquierda. Los monárquicos también quería derribar la República y confiaban en un golpe de estado militar. Finalmente, Acción Popular defendía los métodos legales para cambiar la República desde los medios existentes, la vía electoral.
- ¿Cuál era su estrategia de cara a un proceso electoral?
- Se juntaban, ya que a pesar de las discrepancias tenían muchos objetivos en común. En junio del 31 no había una derecha organizada, pero en 1933 se aliaron todas bajo las siglas de Unión de Derechas Agrarias (dominada por los monárquicos), mientras que en 1936 sumaron sus fuerzas ARI y AP.
- ¿Quiénes fueron sus líderes más carismáticos?
- En ARI, Pedro Sainz Rodríguez, que luego fue ministro de Educación con Franco, y Santiago Fuentes Pila; siempre bajo el control de la familia Quijano. En AP, los líderes eran Eduardo Pérez del Molino, Pablo Ceballos y Ricardo Sánchez de Movellán. Entre los carlistas destacó José Luis de Zamanillo, uno de los diputados más jóvenes que llegó a ser jefe nacional de Requeté y segundo a nivel nacional. Finalmente en la Falange destacó la figura de Manuel Hedilla, cuyo papel más destacado llegó durante la Guerra Civil, ya que fue el sucesor de José Antonio Primo de Rivera.
- ¿Qué papel jugó la Iglesia en aquel periodo?
- Muy grande ya que la mayor parte de las derechas bebían del ideario católico ortodoxo. Era su base de legitimación y propaganda. La postura de la jerarquía de la Iglesia era importante. Así, en las elecciones de 1931 de los dos diputados que obtuvieron las derechas uno era un sacerdote, Lauro Fernández, que había participado en la fundación de la SAM y tenía mucho peso en los sindicaros agrarios. Las derechas aprovecharon bastante la infraestructura del asociacionismo católico y del sindicalismo católico agrario.
- ¿Dónde tuvieron las derechas en Cantabria sus principales apoyos?
- El gran bastión residía en las zonas rurales, siendo las zonas urbanas y los municipios más industrializados más proclives a las formaciones políticas de izquierda. Hubo una dualidad muy clara. «Creo que no se debe hacer historia a golpe de efemérides» «La República fue una democracia de los años 30, no del siglo XXI»
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