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ÍÑIGO GURRUCHAGA
Miércoles, 28 de febrero 2007, 09:12
Connor McCreaddie tiene ocho años, pesa cerca de noventa kilos y esta semana ha visto como la carga que le acompaña desde que tiene uso de razón -muchas veces ni puede ni asistir al colegio porque el esfuerzo de desplazarse le fatiga o le hace vomitar, por no hablar de las burlas de sus compañeros- se ha incrementado. Su participación en un programa de la cadena británica ITV donde en Navidad le pusieron a dieta, con muy poco éxito, hizo que se convirtiese en el centro de atención del país y que su madre, Nicola McKeown, que le cría en solitario, fuese puesta en tela de juicio.
Su caso indignó tanto a la opinión pública que en una entrevista su progenitora temía que le quitasen su custodia. Sus comentarios crecieron como una bola de nieve, aparecieron en los medios de comunicación y, finalmente, responsables de los servicios sociales y personal sanitario y educativo de Newcastle, localidad donde reside, tuvieron que reunirse ayer con ellos para disipar sus temores y evitar que el asunto se convirtiese en una cruzada.
El comité, que se citó ayer con la madre y el niño, comprobó que Connor ha perdido algo de peso, aunque sigue comiendo en grandes cantidades alimentos muy poco saludables, según la información que ofrecía ayer la BBC. Y emitió un breve comunicado insistiendo en que siempre ha sido «su esperanza y ambición» que siga viviendo en la familia.
Antes de esta aclaración de las autoridades, a quien Nicola había dado plantón en varias ocasiones, ésta se temía lo peor e intentaba justificarse: «Intento ser firme con él y limitar lo que come, pero siempre ha sido grande», señalaba. Al parecer, cuando su hijo tenía un año ya usaba ropa para niños de cinco.
Con desmentido oficial o sin él, la casa donde viven en Wallsend, un distrito de Newcastle, es ahora un circo mediático. De hecho, madre e hijo iban a participar en la noche de ayer en un programa estelar de una televisión privada, donde la demencial dieta de Connor iba a ser, una vez más, el plato fuerte de la velada: su madre y su abuela no se cansan de explicar que pasa todo el día sentado frente al ordenador comiendo patatas fritas, sandwiches, hamburguesas, chocolate, galletas, empanadas de salchichas y comida con salsa de 'curry.'
Estas apariciones públicas, donde se dan detalles de la vida de Connor -el número de camas y de bicicletas que ha roto en su corta vida debido a su peso excesivo, por ejemplo- contrastan con la discreción que han intentado imponer al caso los servicios sociales, que tienen limitada legalmente su capacidad para hablar sobre la vida privada de una persona que además, en este caso, es un menor. Por eso, en la última semana sólo han emitido dos brevísimos comunicados sobre el caos mediático que rodea al niño. Si la noticia se convirtió en pública y las fotos del niño empezaron a circular por los medios de comunicación fue por que su madre, una mujer de 35 años desempleada y con problemas de depresión, aceptó la oferta para participar en el programa de televisión.
Llamadas constantes
Además de abrir la caja de los truenos al permitir que su hijo participase en el 'reality', la madre parece ser la única responsable del rumor -que ya empezaba a adquirir la consistencia de certeza- de que los servicios sociales iban a hacerse cargo del niño. Al parecer, Nicola hizo un comentario en el que señalaba que «eso es lo peor que podría ocurrir». Posteriormente, fue citada por un periodista local y la inexistente amenaza de los servicios sociales llegó a medios de comunicación de todo el mundo. «Lucharé por él -decía la madre camino de la reunión en la que no existía tal amenaza-. No les dejaré que lo aparten de mí. Dicen que es una víctima de abuso. ¿Cómo puede ser? Todos le queremos. Si sufriese abusos sería delgado y no estaría yo todo el día satisfaciendo todas sus llamadas para hacerle más comida».
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