El ejemplo

Algunos presidiarios se han convertido en plagiarios, que es un delito menor, aunque también incurra en la apropiación indebida. Imitan la anoréxica conducta de nuestro Ghandi particular, el célebre asesino De Juana Chaos, en vista del excelente resultado que le ha dado a éste su temerario y dilatado plan de adelgazamiento. El Gobierno ha ejercido la suprema virtud de la misericordia con la criatura menos digna de piedad. Como gobernar consiste, casi siempre, entre elegir entre dos cosas la menos mala, ha preferido perdonar al asiduo criminal para no tener que asistir a los entierros que hubiera originado su muerte. Si este personaje hubiese fallecido por inanición, muchas personas de buen apetito hubieran muerto pocas horas después de la conmemoración del luctuoso y voluntario suceso. Ha sido una elección y ya sabemos que para no tener problemas de conciencia sólo hay un remedio: no tener conciencia.

Ahora cunde el ejemplo en las prisiones. Unos veinte presos, de momento, se han declarado en huelga de hambre. Con muy buen criterio han pensado que si la amnistía, más o menos relativa, ya que De Juana había cumplido su insuficiente condena, ha sido posible para él, también debe ser válida para ellos. No es lo mismo robar una cartera que robar veinticinco vidas inocentes, pero el método para obtener la libertad puede ser idéntico. Se trata no de manejar las argucias del Código Penal, sino de dejar el manejo de la cuchara y el tenedor.

El 'efecto contagio' está muy estudiado por los psicólogos. Cuando Marylin Monroe decide pasar a peor vida ingiriendo Nembutal muchas vicetiples eligen el mismo fármaco para parecerse en algo a ella, que fue el Stradivarius de carne trémula en la que el pasado siglo estableció su melodía. Lástima que los suicidas en cadena no tomen su terrible decisión con anterioridad.