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«A lo mejor querría repetir con variantes, pero estos es muy complejo». / MIGUEL DE LAS CUEVAS
ÁNGEL MEDINA: PINTOR / «Soy anarquista, nunca anduve por  el caminito...»
Domingo - I

ÁNGEL MEDINA: PINTOR / «Soy anarquista, nunca anduve por el caminito...»

A los 84 años, el pintor santanderino repasa su vida «Creo que he sido leal conmigo mismo»

JESÚS PINDADO

Domingo, 25 de marzo 2007, 03:40

Ángel Medina, entre equidistante y muy sincero, ha venido a la galería Cervantes sin ese gorro azul que yo llamo 'plexiglás' para hacerle gracia y que es para la lluvia. Le recuerdo en los veranos con las sandalias, a pecho un poco abierto. Hace tiempo que no se afeita ni se pone para nada la corbata «porque no se encuentra así a gusto consigo mismo». Tiene en su muñeca un reloj Casio que ha comprado hace un año «porque tiene la esfera grande y así puede ver la hora». Medina, alto, fuerte, con un aire entre Hemingway y otros grandes, es un pintor de la tierra, de Cantabria, de España, y de París , en donde pasó temporadas de un año, de seis meses, de dos meses Tiene 84 años que no le pesan tanto como dice, según espero, aunque sí empiezan a pesarle pero solamente porque quiere 'mirar como pintor y no ver como los que lo ven todo'; y porque ahora ve 'terroso' según describe con doliente franqueza. Lo confiesa sin angustia pero sin adaptación porque es un artista y esa ha sido su entera vida profesional; confiesa sin resignación que tiene una 'mácula degenerativa', una maldita mácula. Asiste a esta entrevista Francisco Revilla, que hace dos años expuso obra del pintor y ahora está muy orgulloso de exhibir más obras. En el catálogo -que presenta el mismo galerista- no solamente afirma que su obra es 'personalísima e inconfundible' sino 'única'. Pero hace muchos años que supieron verlo, entre otros muchos, críticos solventes como Gaya Nuño, Mario Antolín o el marido de María Droc, el fino ex magistrado rumano Cirilo Popovich y otros de los más exigentes. Ángel deja la cachava y escucha los clics del fotógrafo pero pronto romperá el silencio.

-¿Qué querrías cambiar en la vida, Ángel?

-No mucho. A lo mejor querría repetir con variantes pero esto es muy complejo. Es muy complejo de seleccionar y ni tú ni yo somos de la Gestapo.

-¿Lo has hecho todo bien y no hay más que hacer?

-Creo haber sido leal conmigo mismo y sin misterios ni florituras.

-¿Piensas en el contenido de algún libro que te haya impactado siempre?

-Siento haber perdido uno que contaba las historietas de Miguel Ángel en el trato con pintores españoles.

Había que empezar la entrevista por cualquier parte, por el final. El ángulo de ataque tiene que intentar algo sorpresivo para que no se canse. De hecho, un poco más tarde, dirá: «Hemos hablado un poco precipitados y no nos ha dado tiempo para aburrirnos». Otros testigos fueron el poeta Mario Crespo y el galerista de Siboney, Juan Riancho, que ha venido a ver la obra y se ha enamorado inmediatamente de un cuadro en gris Le han tirado 'un carrete' como él dice y Medina le espeta al fotógrafo que esto no es lo mismo «que ir a los jardines y ponerse al yoyó», aludiendo a las viejas maquinitas. Bromea; por suerte, y a pesar de las máculas, esta tarde bromea. «Esto no puede ser como la pasarela de las modelos que van como bellos caballos al trotar». Por suerte, bromea pero no se envara y obedece instrucciones con naturalidad. Posa sin mucha pose y de pronto dice que nada debe ser «de pandereta», y que se le deje respirar «para que se vea el balón» o que una de las fotografías «es afectada». Es original en el lenguaje y casi siempre metafórico aunque no lo crean quienes no atienden más allá de la superficie de las cosas. Al ver más objetivos, afirma todavía que «eso es un laboratorio».

-¿Qué opinión te merece aquel gran pintor que fue Pancho Cossío?

-Cascarrabias era Pancho, cascarrabias pero sabía medir bien, conocía bien el oficio y tenía integridad y desequilibrios cojonudos.

-¿Qué desequilibrios?

-Jugaba a cascarrabias y la patuca se le desdoblaba o colocaba la mano así -afirma haciendo la trompetilla-, pero tenía su estabilidad lógica en las frases, en la pintura y según su estado de ánimo. Pero cuando uno se muere se acaba la frase.

-¿Tienes tu miedo a la muerte, Ángel Medina?

-Si es esta noche, mejor. Estoy hasta las cejas de los seres humanos. No puedo pintar, no puedo escribir porque yo también escribía mis 'mamonadas' Veo muy mal, como una zona terrosa. Ni veo siquiera si el color es rojo.

Lo siente, lo siente. Hace más de un año, junto al Cinema me contó que había estado en dos oftalmólogos y que había ido a Bilbao a la ONCE porque esperaba que le entendiesen mejor. No creo que se le deba consolar porque es rebelde y entonces ya me dijo «es que soy pintor». De nada serviría invocarle a Séneca o a Mattisse o Goya. Pero se torna autocrítico de pronto, observa de refilón cómo «cae» lo que dice todavía; incluso me insulta un poco cariñosamente y me llama «tragamillas confusionista preguntando» que es un modo de defenderse. (Sabe que el aprecio está en medio y reconoce -instintivo y ampuerense de la 'trucha' de Marrón -que es metáfora suya de cómo había que ayudar a vender cada cuadro- y sabe además de afecto hay vieja sana admiración).

Autoevaluación y política

-¿Cómo ha sido el largo viaje y las distintas etapas de la pintura en tu vida?

-Pintaba un molino con aspas y sin aspas. No tenía orden. Siempre he sido anarquista. Nunca anduve por el caminito Mi ritmo normal ha sido ese o ir a trompicones e irregularidades. Hay por ahí un cuadro de chaval que no es muy bueno.

Recuerda mal, vagamente aspectos concretos de la infancia pero sí cuando vino a las monjas de la Milagrosa. Su madre, María -que quería que le hiciera un Cristo y recelaba un punto de mujeres con los pechos descubiertos-, y su padre, Mariano, a quien recuerda con cariño; vuelve a bromear, como a su pesar, y me dice que era sastre. Añade que «debía de ser una especie de chaquetón de la gente». Habla de la cuesta de la Atalaya, de la casa de los Roldán, y de su abuelo, Alfredo, patriarca, pero recuerda más la casa de Tantín, 29, donde el garage Royano. Su madre era una piadosa mujer simpática y Ángel acompañaba a sus padres a la procesión de la Cofradía del Carmen.

-¿Eres actualmente hombre de fe?

-Estoy en dudas. Alguna vez rezo pero no sé a quién Qué tragedia! Qué tragedia es esto, me digo, y a lo mejor entonces sacas el Padrenuestro

Nada rehuye. No tiene que concentrarse mucho. Antes de volver al arte quiero saber algo de su sentimiento político y le recuerdo que tocaba la corneta de falangista en los desfiles con 'Machuca' a quien nunca conocí, o que hablaba a gusto con Felipe González

-Sí, con Felipe siempre hablé de vacas y de Ampuero. De la corneta estoy orgulloso y aprendí como lo de rezar en la escuela o en la catequesis. Nací antes de la República. Un día un crítico santanderino que está por Madrid me iba a hacer un libro y se acabó dinero en el ministerio y me dijo que no debía contar lo de la corneta. Qué tontería.

-Has tenido, Ángel, varios estudios, en Madrid; uno céntrico cerca de la iglesia Francisco El Grande por el Madrid de los Austrias. Pero seguramete el toque nostálgico quedará para el primero en Santander

-Para ése escribimos una carta al alcalde que debía de ser Mesones Le dijimos que carecíamos de local a ver si nos podía ceder espacio. Iban por allí Carlitos San Miguel (a su hermano le llamábamos 'Cubillo'), Javier Casanueva, Cachano, Pepe Yurrita que intentaba ligar alguna francesa, uno que montaba las mejores tapas de libros, Daniel Gil Pina a quien mi tía Sara llama 'Dentellada' no sé por qué. El local se llamaba 'La Clé', la llave. Yo ya estaba en Bellas Artes en Madrid -escuela central- e iba y venía en los veranos y en Navidades. Pero otro que iba bastante por allí era Manolo Arce y daba conferencias y pedía en un bar próximo vino con una paja con una caña de aquellas.

Ángel Medina -'Geldín' para muchos amigos- está en alguna fotografía con más, con Manolo Gómez Raba, Ángel de la Hoz, Alfredo Piris, y 'Ramonunca', el poeta primo de Calderón.

-Pero no hemos sido muy explícitos con tu niñez, la pubertad, las fases de tu formación

-Tenías cuatro años y ¿cómo te va a acordar de todo? Mi tía Saga se marchó con una hermana, los familiares se fueron distribuyendo. Mi ascendencia es burgalesa, mi padre, que había estado con frailes en Bujedo, estuvo de profesor en Ampuero con los 'Patapollo'. Emilio, mi abuelo paterno era burgalés y procedía de Isar, otro hermano llegó a los 100 años y era secretario de juzgado.

Un día, hace años, me fijé en su casa madrileña de Caleruega en los detalles. Había muñecas enjauladitas y encerradas en unas cajitas. Los 'farias' estaban en el frigorífico delicadamente envueltos en papel del baño. En el baño, relimpios, tenía tendidos calzoncillos y calcetines. Todo estaba limpio. Su hijo, a quien siempre ha llamado Carlitos, figuraba en una columna central, de arriba abajo, con cientos de fotografías. Hoy Carlos tiene 52 años y hace un cuarto de siglo que no tiene contacto con él, a su pesar. (No hinco ninguna viscosa pregunta en este capítulo pero ambos nos proponemos algo distinto con esta limpia, total conversación).

-¿Por qué te casaste con la suiza Elizabeth Fister, Medina?

- Ella estaba en Madrid estudiando español. No fue tan rápido como se ha dicho porque llevábamos un año. Se quedó embarazada. Se lo comuniqué a mi padre y él me dijo: 'Si crees que es tuyo, te casas'. Y lo hice.

Amigos y el comienzo escultórico

No añado una pregunta más. Amigos del arte y la bohemia le han acompañado a su modo. No es anecdótico decir -y eso no me cuenta él pero me consta- que en cierta ocasión, por ejemplo, se veía muy contenta a Geraldine Chaplin con Ángel en 'Casa Pepe', una taberna detrás del famoso Café Gijón. Había dicho Medina: «Vamos con ésta que luce mucho».

Ha tenido amigos faranduleros pero también gente de grandísima valía que le siguen considerando aunque ahora no lo cultive. Por ejemplo el cineasta Camus, Joaquín Losada que le quiere como Julia, su mujer, Antonio el hermano de Carlitos Saura que quería ser fotógrafo Ramón Calderón le presentaba con humor a una señorita francesa y decía: «Mademoiselle, este es Geldín Medina, 'Cucharón' ». Las anécdotas son interminables.

-Pero dicen que en cierta ocasión tuviste un más llamativo problema por propasarte con una importante segunda señora de un notabilísimo editor poderoso

-Hay muchos mitos. Creo que andaba con Adolfo Estrada y él vino el retrete y se enfadó pero yo le dije que no podía ser, que con él no se metía nadie

Basta de interrogaciones vitales y existenciales y volvamos a la obra, que es su vida. No una vida paralela sino central, esencial. Le pregunto por el dibujo y le digo que tengo entendido que iba para escultor, no para pintor.

-He sido un dibujante regular pero he tenido la suerte de estar en Basilea y ver muy buenos dibujos. También hice ilustraciones, medio ilustración y dibujo en revistas, incluso exposiciones de gouaches, alguna incluso en París, un famoso 'marino' de Barbizón que se recuerda. Uno lo compró la directora de cine Miró y siempre han estado ahí mi amigo Pepe Yurrita y Nani. Yo no tengo adoptado el papel de Touluse o Velázquez pero algo del humanismo de Goya , también Rembrandt, Cezanne Pero la influencia de todos fue el cubismo. Picasso pintaba un niño con una patata frita o una niña con un chupa-chups y todo el mundo quedaba afectado. No sé bien quiénes serán mis maestros pero siempre he pensado en los Desastres, los Caprichos, la obra goyesca de las pinturas negras

-¿Y la escultura?

-Pues, sí. Estuve antes que nada en el 40 con Daniel Alegre como profesor de modelado, detrás del Instituto en Francisco de Quevedo. Era muy formal y hasta cierto punto serio, tenía dos hijos, la pequeña Conchita, un chalet en la Ciudad Jardín, hay por ahí tres bustos, 'El pastor', unas cabezas, un Cristo en la Cruz en los jesuitas, lo de Fuentes Pila. Pero la Montaña no puede contar totalmente con el palentino Victorio Macho y yo creo que la Concha Espina es una buena obra. Al principio, la formación mía era confusa relativamente y siempre a mi aire pues todo estaba mezclado. Pero un día me pregunté que si Miguel Ángel pudo pintar la Capilla Sixtina por qué no habría yo de pintar algo. También Víctor Orizaola lo hacía y César Montaña o mi compañero de estudios Martín Chirino. Con Eduardo Chillida trabajé algo porque andábamos en el Círculo de Bellas Artes y he sido amigo del asturiano Venancio Blanco, de Oscar Estruga, Avalos, Cristino Mallo y otros.

Paco Revilla ayuda un poco con los nombres. Ángel se va cansando un poco, la verdad, pero se detiene a explicarme qué es 'sacar puntos' a partir del modelo en escayola de la maqueta, las agujas, la madera y la piedra . Pero he sabido que siempre le ha gustado muchísimo el jazz. Trató al guitarrista Regino Sáiz de la Maza y me relata algo más trágico en escuetas palabras:

-Fui buen amigo del violinista Ángel Gorostiaga que se suicidó. Tiraba un pañuelo en la calle y un día le dije que no hiciéramos nada raro que podía venir la policía.

Se queda en silencio, lo respeto y pasamos a hablar de poesía, de su amigo el poeta Claudio Rodríguez, de la muerte de Esteban de la Foz a quien alguna vez encontraba por París. Le hago hablar de la etapa estudiantil cuando ya le daban matrículas en la escuela en Madrid.

-Sí, el asturiano Daniel Cabriola me dio matrícula.

Y luego ha ido a la galería 'Libros' a Zaragoza, ha vendido a Rodríguez Rangún obra, en París siempre primero cuando iba «con los pobres a los didicatos de estudiantes», después con la familia Fister, con Beatriz y su novio arquitecto. Con reconocimientos en Nueva York -a donde estuvo a punto de ir- y éxito en las Bienales, entre ellas la de Alejandría

-¿Tiziano o Rafael?, le pregunto de improviso, finalmente.

-Tiziano.

Ángel Medina, 'Geldín', grandotote, inocente e instintivo, sabio que no puede oler los colores, en este punto entiende que ya hemos podido 'decir barbaridades'. Pero me agrada darle un abrazo de amigo, me asegura que no hemos hecho ningún numerito ni hará falta retoque y me invita a un café antes de irse a casa, lento y seguro, silencioso y equidistante a su casa. Yo me quedo pensando en las muñequitas enjauladas, en las mujeres en el agua con risa irónica, en el humor y la ternura, el vino y las rosas, la bohemia y grandeza de un hombre que no ha dicho a nada que no se puede tratar porque solamente la muerte nos deja sin frases. Pero invoco la esperanza y no necesito comprender que es grande entre los grandes: un clásico 'desbragado' como él dice. Un hombre que no quiso ir por el camino derechito de la vulgaridad como artista independiente. (Gracias, 'Geldín' Medina; muchas gracias).

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