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GUILLERMO BALBONA
Jueves, 5 de abril 2007, 02:53
Evocación, reivindicación, retrato y homenaje se funden en el itinerario humano, exhaustivo en datos y profundo en sus objetivos, que ve la luz ahora en torno a la figura y la huella creativa, artística e intelectual del santanderino Santiago Ontañón. El perfil del escenógrafo, dibujante, ilustrador y hombre de cine, entre otros muchos oficios creativos de Santiago Ontañón (Santander 1903-Madrid 1989), asoma en todos sus detalles en la biografía que ha abordado la profesora e investigadora Esther López Sobrado.
La obra representa la primera biografía del creador santanderino, una vez que el único antecedente en torno a las vicisitudes existenciales y emotivas de Ontañón estaba centrado en sus memorias, 'Unos pocos amigos verdaderos', un conjunto de recuerdos fijados más en las amistades y en el ambiente en el que se desarrollaron los hitos más importantes de su actividad y sus inquietudes. Ahora, a través de un minucioso recorrido se dibujan 'Las pasiones de Santiago Ontañón', epígrafe de este libro editado por Gran Vía y que será presentado en el Ateneo de Santander el próximo día 13 a las 20 horas.
La vida de quien fuera miembro de la Generación del 27, amigo de Federico García Lorca, Rafael Alberti y María Teresa León queda plasmada en una serie de capítulos o apartados que repasan su trayectoria vital y sus acciones en ámbitos como el teatro, las artes plásticas y la literatura. No obstante, la pretensión de Esther López Sobrado no ha sido tanto la de plasmar de forma lineal y cronológica la vida de Ontañón como la de reflejar diferentes episodios esenciales y la reconstrucción de su fascinante época. Así, en el libro que ahora ve la luz afloran la Residencia de Estudiantes y el exilio, París y la República, y una nómina configurada por los Alberti, Lorca, Margarita Xirgu y Nana Bell, junto con las huellas del cine, la pintura, las escenografías teatrales o la revista 'Luna', entre otras geografías sentimentales, creativas y vitales.
López Sobrado, que durante años se ha acercado a la figura de Ontañón, acaba de ser activa protagonista de la operación de rescate de los murales de Luis Quintanilla por la Universidad de Cantabria. En su opinión, Santiago Ontañón ha sido uno de los escenógrafos más importantes que ha dado este país, «aunque desgraciadamente hoy en día su labor esté lamentablemente olvidada». El libro ya editado ayudará sin duda a recuperar «la interesantísima figura humana y artística» de Ontañón.
A juicio de la historiadora, que con esta obra fue finalista del Premio Gran Vía de ensayo, la vida de Santiago Ontañón está llena de pasiones: «pasión nostálgica por el mar y su Santander natal, donde el viento Sur hacía volar chimeneas y balcones como las amarillentas hojas del otoño; pasión por sus amigos: María Teresa León, Lorca, Alberti, Xirgu, Neruda, Vicente Huidobro, y un larguísimo etcétera, tan largo y ancho como era el corazón de Ontañón, rebosante siempre de amor por la vida y sus seres queridos; pasión hasta la muerte por la que un día sería su esposa, Nana Bell y pasión también por sus grandes aficiones: el teatro, el cine y el dibujo».
Y recuerda la definición que de Ontañón expresara Fernando Fernán Gómez: «un hombre leal, inteligente, libre, generoso, ingenioso, entrañable, apasionado, rebosante de amor y amores, un amor y unos amores a los que él, fiel a su modestia, llama amistad».
La autora subraya que tras su evocación de «tan extraordinario ser humano» subyace un deseo diáfano y rotundo: «que se pueda reconocer al creador». López Sobrado recuerda que Ontañón «vivió una de las épocas más maravillosas de nuestra historia» y con esta biografía invita al lector a acercarse «a esos poetas, artistas, escritores, toreros, arquitectos, que en diversos cafés del mundo hablaban hasta el alba» con el santanderino.
El poeta y escritor Benjamín Prado, que prologa la obra en un texto bajo el epígrafe 'Dime quién había dentro de Santiago Ontañón', destaca cómo leyendo este libro «se conoce bien a ese desconocido injusto que no debiera serlo, que se llama Santiago Ontañón, pero no sólo eso».
También se disfruta -apunta Prado- de «un panorama profundo de aquella época maravillosa que interrumpió el golpe de Estado de 1936 y que no sólo estuvo hecha de mujeres y hombres geniales a la hora de escribir un poema o una novela, rodar una película, pintar un cuadro o componer una melodía, sino también, o quizás habría que decir por encima de todo, de personas generosas, inteligentes, solidarias y divertidas cuyas existencias fueron, de un modo u otro, segadas por la barbarie».
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