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Edimburgo.
DE RUTA POR... ESCOCIA / Escocia, en la   tierra de las leyendas
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DE RUTA POR... ESCOCIA / Escocia, en la tierra de las leyendas

Escocia tiene una personalidad tan marcada, que no pasaría desapercibida ni aunque lo quisiera. Sus señas de identidad -el Kilt, el whisky de malta, sus clanes y los fantasmas que vagan por su niebla...- la convierten en un lugar mágico. Caer en el tópico es tan sencillo que puede llegar a ser un riesgo, aunque no importa cuando puedes recorrer sus solitarios parajes por los que aspirar esa atmósfera a caballo entre lo salvaje y lo sobrenatural. Se trata de un juego de contrastes, de modo que déjese sorprender por las muchas y variadas caras de Escocia.

ENRIQUE MUÑÁRRIZ

Viernes, 6 de abril 2007, 03:08

Dicen de los escoceses que son tacaños. Ellos lo niegan, pero siempre acaban compartiendo taxi para economizar gastos. Ellos se consideran «prudentes con el dinero», que viene a ser lo mismo; algo fácil de entender si recordamos el pasado de guerras que llevan a sus espaldas los hijos de estas tierras. No satisfechos, el resto de Inglaterra les tacha de supersticiosos y pesimistas, pero es raro encontrar alguien que no le caigan bien los escoceses Su fama de pueblo divertido, cálido, de corazón porque el tiempo aquí es muy malo, y hospitalarios les precede, al igual que sus historias de clanes y fantasmas, monstruos de lagos llenos de bruma, sus estampas de castillos sobre estampas de cuento, dignas de un recuerdo en cualquier álbum familiar y de gaiteros luciendo pantorrilla bajo la falda escocesa, el Kilt, mientras se ganan unas libras tocando por la calles muertos de frío.

Dolly, icono nacional

De hecho, una oveja -aunque no una cualquiera sino la más famosa del mundo- ha pasado en los últimos años a engrosar la lista de iconos escoceses. Se trata nada menos que de Dolly, el primer animal clonado, que hoy se encuentra disecada en el Royal Museum de su ciudad natal, Edimburgo, y que rivaliza con símbolos como Nessy, el archiconocido monstruo del Lago Ness. Cuando en algún pub local se escucha a un 'feligrés' blasfemar contra S. Andrews, o lo que es lo mismo, San Andrés, uno lo atribuye a las famosas cervezas rubias y mejores whiskis. Sin embargo, esta vez sin estar bajo el efecto del alcohol y pese a que los científicos nieguen su existencia, cuando se escucha contar la historia, al lado de las ruinas del castillo de Urquahart, y, sobre todo, si se tiene la suerte de no coincidir con los miles de turistas que el monstruo atrae cada año, uno llega a creer que, si no un dinosaurio, bajo las gélidas aguas profundas y negras del Lago Ness pueden habitar criaturas de los más extraño.

Y es que en Escocia hasta el más escéptico llega a creer en casi todo. Las brumas que no permiten vislumbrar a más de un palmo de tu nariz, las nubes bajas arrastradas a velocidades extremas por un viento brusco o los castillos en ruinas sirven para que Kelpies, mitología autóctona, y duendes con su oro hayan decidido vivir allí. Y si además ha tenido la suerte o la desgracia, según se mire, de estudiar la historia de Escocia, sembrada de luchas entre clanes por el dominio de las Tierras Altas, de batallas sangrientas, como la de Braveheart, en nombre de la independencia, y de hambrunas entonces será más fácil también creer en las historias espeluznantes sobre los fantasmas que vagan al anochecer estas tierras. Por lo menos, si no miedo respeto da.

Hasta su último hijo adoptivo, Harry Potter, concebido por la inglesa J.K. Rowling en un café de Edimburgo al que acudía a escribir porque le salía más barato que tener la calefacción todo el día encendida en casa, bebe la magia que revolotea por estas tierras. Desde su salto a la pantalla grande, la universidad de escocia y el bar donde Rowling creó el mundo mágico de Howards se han convertido en visita obligada para ciertos de turistas.

En las Lowlands o Tierras Bajas, al sur de Escocia, se encuentran restos de viejas disputas con los ingleses, como las abadías de Melrose o Dryburgh, escenarios llenos de misterio como la capilla de Rosslyn, en la que se ambientó el rodaje de El Código Da Vinci , y castillos tan imponentes como el de Culzean, al filo de los acantilados, o el de Glamis, más al norte, donde la difunta reina madre vivió su niñez.

Es imprescindible en Escocia la visita a Edimburgo y Glasgow. Edimburgo, capital de la elegania, constituye por méritos propios un destino en sí mismo que urge acercarse a conocer incluso cuando no se dispone de tiempo para recorrer el resto de Escocia. No en vano, muchos se acercan a estas tierras después de haber leído en el libro de Julio Verne 'Viajes por Inglaterra y Escocia' frases como «Nunca ojos tan atónitos vieron paisaje tan espléndido», refiriéndose a esta bella ciudad. Su estilo de vida, uno de los más famosos de Inglaterra, permite a los ciudadanos disfrutar de las últimas novedades entre callejones medievales y edificios dieciochescos. Merece la pena escalar la cercana montaña Calton para descubrir las espléndidas panorámicas de la ciudad y los monumentos románticos de la Ilustración, cuando Edimburgo estaba considerada la Atenas del Norte. Antes de descender a la New Town, se recomienda la visita a Greyfriars Kirk, donde se firmó la Alianza Nacional en 1638. El cementerio de su conocida iglesia fue el escenario de una de las películas más desgarradoras de Disney, Greyfriars Bobby.

Menos espectacular es Glasgow, famosa por su ambiente, sus barrios comerciales, los más selectos de Escocia; sus museos como la Burrell Collection y, también, por su rivalidad ancestral con Edimburgo, que hace que los vecinos de una y otra hagan del contrario el objetivo más mordaz de sus chistes. En esta ciudad, varios edificios antiguos se han convertido en centros comerciales modernos y vistosos y sus muchos museos alojan una enorme variedad de colecciones de arte. Los aficionados a la música y el ballet tampoco se llevarán una decepción, y aquellos que prefieran sumergirse en el pasado marítimo y comercial de la ciudad pueden ver cumplidos sus deseos en Glasgow Harbour.

Esencia natural

Las Highlands o Tierras Altas son la cuna de romanticismo escocés. Es aquí donde probablemente puede escuchar el gaélico, perdido en el resto del país, y de donde proceden todas las señas de identidad que todo el mundo asocia a Escocia. No se sabe a ciencia cierta por qué ni cuándo comenzaron a vestirse con kilts, pero de lo que no hay duda es que los primeros lo hicieron en las Highlands. Esta es una zona de gran atractivo turístico gracias al impresionante castillo de Stirling, la pintoresca región de los Trossachs y el lago Lomond con el parque forestal Queen Elizabeth, que forma parte del primer parque nacional de Escocia. El campo, dotado de una belleza llena de poesía y tierra del héroe legendario Rob Roy Macgregor, ofrece infinitas posibilidades para los amantes del senderismo, el ciclismo y los deportes acuáticos.

Las islas ofrecen toda una variedad de paisajes y vistas panorámicas. Jura es una selva en miniatura con varios picos donde podrá gozar de una gran tranquilidad. Las demás islas, más pequeñas, son más llanas y suelen atraer a los aficionados al surf.

Y si no queda tiempo para descubrir todos sus tesoros, que es lo más probable, habrá de tomarse una decisión: desviarse hacia el Este para disfrutar de la vista de las ruinas del castillo de Dunnottar, el escenario de la versión de Zeffirelli de Hamlet; o virar al Oeste y, de camino a la isla de Skye, detenerse a contemplar la estampa del castillo de Eilean Donan. O continuar al norte y permitirse que la sensación de ir acercándose al filo del mundo vaya creciendo hasta encontrarse con los acantilados más gigantescos de la costa inglesa y disfrutar viendo a delfines, ballenas y focas salvajes en su entorno.

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