

Secciones
Servicios
Destacamos
ÉRIKA MONTAÑÉS
Jueves, 10 de mayo 2007, 10:21
Atado a una silla desde los cinco meses de edad, José Antonio Navarro, un ferrolano que ya cuenta 42 primaveras, contesta sin ningún pudor a quien le pregunta por el «encendido» incidente que protagonizó el pasado viernes, cuando la Policía Local del municipio coruñés de Narón interceptó su «camilla-silla» motorizada en la autovía que une Ferrol y As Pontes. «Me había salido del camino correcto al club Jade», nos comenta Navarro. A la extrañeza de los agentes de encontrarse en plena autovía un vehículo no homologado que circulaba a 20 km/h se agregó la sinceridad de Navarro, de etnia gitana, que no se ruborizó al admitir que se dirigía, tres años después, a contratar los servicios de una prostituta.
Pero no hay motivos para el sonrojo, alega Navarro. «Atado no significa que no se tenga ganas de desahogar». Para una persona refugiada en la pintura y con dificultades para entablar amistades en el Centro de Atención de Minusválidos Físicos (CAMF), donde reside hace una década, sólo le quedan dos vías para mantener relaciones sexuales: la imaginación y la prostitución.
Sobre la primera, confiesa abiertamente que su mayor sueño es tener una novia e ir a vivir con ella a un piso bajo, sin dificultades de accesibilidad para su silla que, por cierto, está acondicionada para gran parte de los menesteres que requiere su día a día: cenicero, espejo retrovisor, mechero, teléfono, auriculares y todo tipo de artilugios manejables con su boca. «Me gustan morenitas», pero no acierta a quedarse con ninguna. «Hay tantas.... Elsa Pataky no me gusta por coqueta».
Respecto a la segunda opción, admite que ha recurrido al lupanar de su ciudad natal en dos ocasiones, si bien la primera no pudo subir a las habitaciones porque el lugar no está «preparado» para su silla, y la segunda, ya se sabe, la Policía lo captó antes de hora. Pese a su timidez que confiesa galopante, se muestra «contento» por salir a la luz y gritar a los cuatro vientos que es una persona normal, con las mismas necesidades que cualquiera, incluidas las biológicas, por lo que a riesgo de que los demás lo «observen», él seguirá buscando soluciones a su escasa vida sexual.
Conversa mientras pasea con su silla con autonomía por los aledaños del CAMF ferrolano. No descarta que, en una de éstas, y ahora sí, sabiendo el vial que hay que coger para entrar al club, haga una «escapadita». Aunque si tiene que pararse y formular un deseo, habla de que, después del «quiqui», como él lo llama, lo que pide es «que arreglen calles y comercios». Ahí queda eso.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.