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Maribel Verdú y el niñó Juan Ciancio, que contó con ayuda psicológica durante el rodaje.
El primer niño asesino en serie de la historia
Cine

El primer niño asesino en serie de la historia

O. L. BELATEGUI

Viernes, 18 de mayo 2007, 05:00

A los siete años, Cayetano Santos Rodino era tan bajo y menudo que parecía un niño de cuatro. Le llamaban el Petiso Orejudo. A los ocho, tomó de la mano a un bebé de 21 meses y lo llevó a un descampado de Buenos Aires para reventarle la cabeza a pedradas. Un vigilante salvó la vida del pequeño in extremis y condujo al agresor a comisaría. Comenzaba la crónica criminal del primer niño asesino en serie de la historia.

El Petiso Orejudo mató por simple placer a cinco críos y lo intentó con otros siete. Fue detenido a los dieciséis y permanece tan arraigado en la memoria popular argentina como nuestro hombre del saco. «Apoyándome en la idea de que los agresores se apoderan de la vida de sus víctimas, el protagonista no es Cayetano, sino el 'niño de barro', uno de los menores a los que torturó y que, por su naturaleza especial, quedó conectado con él», explica el director español Jorge Algora, que ha rodado en Buenos Aires esta historia ambientada a principios del siglo XX.

Maribel Verdú encarna a la madre del pequeño diablo: «La película habla de cómo alguien a los diez años es perfectamente consciente del daño que puede hacer», relata la actriz.«También trata de la corrupción social y política en aquella época, un tema que sigue vigente. De los maltratos a las mujeres, de los abusos a menores y de cómo en 1912 ya había quien compraba fotos de niños para masturbarse. Imagínate ahora con Internet. Es una película cruda y muy dura».

El historión del Petiso Orejudo da para varios largometrajes. Su padre, sifilítico y alcohólico, le arreaba palizas a diario (los médicos contaron 27 cicatrices en la cabeza del pequeño a causa de los golpes). Le expulsaron de seis escuelas y nunca aprendió a leer. Ya preso, fue sometido a una de las primeras operaciones de cirugía estética achatándole las orejas, ya que se creía que en ellas residía el origen de su maldad. Murió en un penal de Ushuaia a los 48 años. El último director del penal conservó como pisapapeles un fémur de Santos Godino.

«Los mayores crímenes los cometen los adultos», remarca Jorge Algora, que reclamó la presencia de psicólogos en el rodaje para que los pequeños actores no se vieran afectados por las situaciones que representaban. «Cuento algo que ocurrió en 1912, pero los periódicos nos demuestran que los motivos para las pesadillas siguen estando ahí».

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