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MIKEL AYESTARAN
Viernes, 25 de mayo 2007, 10:12
«El movimiento que se inició con la victoria de la Revolución islámica y que continuó en el período de la 'defensa sagrada' (nombre que dan a la guerra con Irak los dirigentes islámicos), hoy está llegando a un punto ideal. El Islam es el único sendero que conduce a la salvación de los pueblos, y la consolidación de los derechos atómicos de Irán marcará el camino». Mahmoud Ahmadineyad no tardó en hacer un balance del último informe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Lo hizo ante el público más fiel que le queda en el país, la Guardia Revolucionaria, y pronunció un discurso en el que, una vez más, vinculó el futuro de la nación a los logros en materia atómica.
Se suceden los informes de la Agencia, se confirma que Irán no suspende el enriquecimiento de uranio, que los inspectores tienen cada vez más problemas para desarrollar su trabajo y las sanciones del Consejo de Seguridad no han servido, ni mucho menos, para hacer reflexionar a los dirigentes islámicos. El paso del tiempo refuerza la postura de Ahmadineyad, quien recordó que «los imperialistas han bajado el listón progresivamente desde las amenazas militares, pasando a continuación a las de embargo, hasta llegar a ahora a pedir negociar».
Ante un público fervoroso, el político ultraconservador, se desvió unos instantes del tema central de su comparecencia y aprovechó para enviar un mensaje al enemigo israelí advirtiéndole de que «los pueblos de la zona arrancarán Israel de raíz si decide atacar de nuevo (a Líbano), como lo hizo el pasado verano».
Dos visiones distintas
Las interpretaciones de los informes del Director General del OIEA, Mohamed al-Baradei, son radicalmente opuestas fuera y dentro de Irán. En occidente se destacan ideas como que el régimen islámico está cada vez más cerca de conseguir la bomba atómica. En Irán, por su parte, valoran ante todo que el organismo nuclear es incapaz de verificar el alcance y la naturaleza de las actividades nucleares iraníes.
El régimen islámico se aferra a la ambigüedad de este punto y repite una y otra vez que su programa tiene «fines pacíficos» y que sólo busca la producción de energía eléctrica. Occidente no se fía y sigue exigiendo que Teherán detenga sus investigaciones, algo a lo que se niegan en firme los dirigentes persas por considerar este progreso «un derecho del pueblo de Irán».
El negociador nuclear iraní, Ali Lariyani, destacó que el último informe es «una muestra más de que nos movemos en el marco del derecho internacional. Además, tal como se recoge en las conclusiones del dossier, gracias a la cooperación de Irán la agencia puede continuar las verificaciones». Esto queda muy lejos de la denuncia lanzada por la Casa Blanca, que asegura que el mismo informe constituye «una lista de los continuos desafíos de Teherán a la comunidad internacional» y exige la imposición de nuevas sanciones. No parece que ambas potencias hayan recibido las mismas cuatro páginas elaboradas por el OIEA.
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