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R. M. RUIZ
Sábado, 9 de junio 2007, 11:41
El sacerdote Antonio José Rodríguez Arana (Noja, 1946) conoce de primera mano las necesidades del Tercer Mundo. Trabaja en Perú desde 1982 y cada dos años «más o menos» regresa a Cantabria en busca de ayudas para mejorar la vida de sus feligreses. El 'padresito', que puso en marcha una cooperativa de lana de alpaca y otra de cafetaleros, reconoce que el trabajo de las ONGs es importante pero que últimamente destinan más fondos a su propia administración que a la cooperación.
-Santander acoge estos días un encuentro para promover la transparencia entre las ONGs. Usted que lleva años trabajando en Perú habrá conocido muchas.
-No creas que tantas, pero sí he trabajado con alguna y reconozco que algunas hacen una gran labor y son muy necesarias, pero el trabajo ha cambiado mucho.
-¿En qué sentido?
-Yo creo en la buena voluntad de estas organizaciones pero últimamente sufren tanta carga administrativa que se han visto obligadas a reducir la colaboración para sobrevivir. El Gobierno les exige un control de cuentas tan estricto que se ven obligadas a aumentar su personal y dedicar parte de los fondos a esta gestión administrativa. Antes no era así.
-¿En qué han cambiado?
- Recuerdo cuando los voluntarios se pagaba los viajes de su bolsillo, que costaban un dineral, para trabajar en el Tercer Mundo... Conozco, sobre todo, la gran labor de Manos Unidas y la de Intermon o Fe y Alegría. No se puede medir a todas por el mismo rasero.
-Pero en Cantabria le ayudan....
-Si mucho, tanto las instituciones públicas como las organizaciones no gubernamentales han ayudado a realizar proyectos importantes en Perú. Hablando de ONGs 'Un solo mundo', por ejemplo, proporcionó dos equipos de bombeo agrario para cooperativas campesinas de la provincia de Sullana, en el Norte. Torre de Venero participó en un proyecto anterior y ahora, en colaboración con la Consejería de Medio Ambiente, nos han otorgado 20.000 euros para un proyecto de captación de agua en Luya. También he recibido ayudas del Ayuntamiento de Reinosa y el alcalde de mi pueblo, Noja, me ha prometido una colaboración.
-Se fue a Perú en 1982 ¿Qué le llevo a dejar su trabajo en Valle de Soba?
-La verdad es que no se porqué me fui. Soy sacerdote y la solidaridad y la ayuda al Tercer Mundo es algo que forma parte de nuestro trabajo pastoral. Lo cierto es que estuve un año pensándolo, informándome sobre Perú, su historia, las principales costumbres... Me había hecho la idea de que había mucha pobreza pero cuando llegué y me encontré aquellas barriadas casi me vuelvo a casa.
-Además de su labor pastoral ha colaborado en la puesta en marcha de una gran asociación de cafeteros y otra de lana. ¿Se puede decir que es un cura cooperativista?
-Podría decirse. Antes de irme a Perú ya colaboré en la puesta en marcha de la Cooperativa Asociación de Valles del Asón. Pero no es un trabajo que yo busque. En Mendoza había un buen café y poco trabajo. La Asociación de Cafeteros era una buena solución. Hace 16 años había 90 campesinos trabajando y ahora hay casi 800. Al principio se vendía el café al gobierno y ahora se exporta directamente a EE UU, Alemania y Francia. Además, forma parte de la red de comercio justo. También creé una cooperativa de lana de alpaca.
-Además fue concejal en Soba en la primera legislatura de la democracia. ¿Ha seguido el último proceso electoral?
-Fui concejal de Jóvenes Socialistas pero a los dos años me fui a Perú. Ahora tengo muy mala opinión de los políticos. Son unos mentirosos que nunca cumplen lo que prometen y que sólo se preocupan de su sueldo.
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