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J. MÉNDEZ
Sábado, 30 de junio 2007, 11:53
El miércoles día 27, Rosa Huguet Pamiès, una paleontóloga nacida en Tarragona y adscrita al Equipo de Investigación de Atapuerca descendió la rampa de madera que da acceso a la Sima del Elefante. Se trata de un corte abierto al lado derecho de la trinchera de ferrocarril donde la casualidad en forma de proyecto ferroviario hizo surgir el yacimiento arqueológico más importante de Europa. En principio nada hacía sospechar que esta acumulación de estratos de tierras arcillosas, piedras y polvo ocultara en su seno los vestigios que nos ayudan a entender cómo vivían nuestros antecesores hace más de un millón de años.
Eran poco más de las nueve de la mañana cuando un golpe de piqueta de Rosa hizo desprenderse de su almohada de tierra un fragmento de hueso, de unos 3 centímetros de largo, coronado en una de sus puntas por una zona ancha, plana y del color del marfil. «La pieza cayó entre la tierra arcillosa, negruzca... Lo cogí entre las manos y se lo enseñé a mi compañero Jan Van der Made, especialista en dentición animal», recuerda la doctora. Lo que no explica Rosa Huguet es el temblor de manos, la emoción y las esperanzas que le asaltaron en la sima.
Tras el hallazgo en 2005 en el mismo lugar de una serie de herramientas de sílex datadas hacia 1,4 millones de años, los paleontólogos acariciaban la idea de que los útiles pudieran venir acompañados de alguna evidencia humana. «Pero no esperábamos que los restos humanos aparecieran tan pronto. Ha sido una sorpresa», declaraba José María Bermúdez de Castro, director del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana. Pero así es.
El equipo de excavación de Atapuerca ha descubierto los restos del hombre más antiguo de Europa y que vivió en estas tierras hace 1,2 millones de años. Se trataría, según las primeras impresiones, de un ancestro de Homo antecessor, especie que ha sido descubierta en el yacimiento de la Gran Dolina, también en Atapuerca.
Van der Made relata cómo, con el diente bajo las lentes de un binocular, fueron descartando especies. «Vimos que no pertenecía a ciervos ni a bisontes ni a otros bóvidos. No era de un hipopótamo, ni de un rinoceronte... Tampoco de un perro. Y menos, de un cerdo. Esos los controlo todos. He estudiado todos los dientes de especies de cerdo del Pleistoceno en Europa», dice sin asomo de presunción este holandés que trabaja en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y que ha examinado los fósiles animales de más de un centenar de institutos de Europa, Asia, África y América.
¿De qué se trataba entonces? «Nadie se atrevía a pronunciar el nombre. No hace falta. Pero nadie quería decir que podía tratarse de un resto humano. Lo de hombre no se usa porque parece que no gusta a las mujeres. Lo políticamente correcto también ha llegado a la antropología», sonríe Van der Made.
«En Atapuerca tenemos primates, macacos; también theropithecus, una especie rara de babuino que hoy vive en Etiopía... Pero no. Era una pieza de homo», concluye Van der Made. «Entonces, yo me eché a llorar», suspira la antropóloga Rosa Huguet que excava en Atapuerca desde 1993.
Más descubrimientos
«El resto humano encontrado es un premolar inferior. Está un poco gastado y podría corresponder a un individuo de entre 20 y 25 años», resaltó ayer durante la presentación del diente en Atapuerca, y con satisfacción no descriptible, José María Bermúdez de Castro.
La pieza fue empaquetada, entre gasas, en una bolsita de plástico donde se anotó el nivel del yacimiento (TE 9), la zona (1624), su número (14), el material (hueso) y la fecha (27/06/07). «Se trata del diente del homínido más antiguo de Europa. Trece años después de que en Atapuerca aparecieran los restos, esqueléticos y craneales, más antiguos de Europa Occidental, este yacimiento vuelve a suministrar datos fundamentales. Y esperamos más descubrimientos, y más importantes aún, en el futuro», aireó Eudald Carbonell, ataviado con su clásico salacot.
En el nivel 9 excavado se habían localizado restos de especies de mamíferos como bisontes, jabalíes, ciervos y un macaco así como piezas de aves y de una especie de minúsculo ratón ('Allophayomis lavocati') que permitió datar el estrato (junto al estudio del magnetismo terrestre) en un millón de años. «Y es probable que encontremos restos humanos aún más antiguos», aventuró sin dudarlo Bermúdez de Castro.
Y es que, bajo la zona excavada en la actualidad quedan otros dos niveles con restos arqueológicos suficientes para dar trabajo durante 10 años más a los 130 especialistas (40 de ellos doctores) que trabajan este verano en Atapuerca.
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