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ALFONSO ARMADA
Domingo, 1 de julio 2007, 03:14
Decía un boxeador mexicano que se hizo entrenador de boxeadores que sólo de países pobres salen buenos pugilistas, puesto que en cuanto la clase media se agranda y la burguesía echa raíces la gente no se busca la vida a golpes. Lo mismo cabría decir del oficio de soldado: ¿quién está dispuesto hoy a jugarse la vida por una patria difusa y por una paga nunca demasiado grande?
«Èramos compañeros desde niños y compañeros de fiestas». Los tres se vinieron a «buscarse un futuro en España». Los tres ingresaron en la Brigada Paracaidista. A uno de los tres, Jeferson Vargas Moya, le reventó una bomba hace siete días en una carretera polvorienta de Líbano. Acaban de devolver su cadáver a su patria colombiana. Lo cuenta, con los ojos todavía laminados, sin poder hacerse a la idea, Edwin Vargas Montero (Bogotá, Colombia, 24 años): «Cuando me dijeron que había muerto no me lo creía. Y aún no me lo creo». Enamorado de la mecánica, llegó a Valencia hace cinco años animado por un hermano que le precedió. En Colombia ya sentía fascinación por la vida militar, pero su familia se oponía. Se puso a trabajar de albañil en Valencia con su primo. Ganaban 1.400 euros al mes. Ahora supera escasamente los mil euros al mes («con complementos»).
Casado con una peruana, embarazada de tres meses, espera acabar logrando la nacionalidad. Ninguno de los dos piensa en regresar al otro lado del océano: «Es más tranquilo aquí. Hay más futuro». En todo caso, no le han hecho sentirse distinto. Dice que no ha sufrido episodios racistas: «dentro ni fuera del cuartel». No ve el menor problema entre lo que siente y lo que ha jurado: «No hay ningún problema en sentirse colombiano y estar dispuesto a morir por una bandera que no es la tuya». Su primo se fue contento al Líbano: «Sabía que había peligro. Pero eso el que hay. Lo que pasa es que no pensaba que fuera a morir tan pronto».
Él no tiene miedo a la muerte, pero prefiere «no pensar en ella». Comos sus compañeros, dice que está dispuesto a volar al Líbano: «Para ayudar a la gente que está necesitada». Dice que su primo estaba «bien preparado», pero como algunos mandos no se cansan de repetir, «no iba con todas las garantías. Les fataba protección». Edwin Vargas Montero es uno de los nuevos rostros del Ejército español, de la Brigada Paracaídista, una fuerza de élite que también ha cambiado gracias a haber tomado parte en numerosas misiones internacionales bajo mando de las Naciones Unidas o de la OTAN, que le han quitado resabios del pasado. Aunque «sólo» representan el 28 por ciento de la tropa en el secarral de Paracuellos, junto a Alcalá de Henares, los rostros foráneos están por todas partes, son omnipresentes. Parecen un verdadero Ejército inmigrante.
Dar la vida por España
¿Qué tienen en común Carlos Alonso Palate, Diego Armando Estacio, Jeferson Vargas Moya, Yeison Alejandro Castaño Abadía, Yhon Edisson Posada Valencia y Jorge Arnaldo Hernández Seminario? Que eran hispanos, inmigrantes (es decir, pobres), tenían entre 35 y 19 años, y dieron su vida en España o por España en ataques terroristas pese a no tener la nacionalidad española. Los dos primeros, ecuatorianos, murieron el 30 de diciembre del año pasado aplastados por los escombros de un aparcamiento de la T-4 de Barajas volado por ETA. Los otros cuatro, militares intregrados en el Ejército español, en acciones terroristas en zona de guerra: el último, peruano, en julio de 2007 en Afganistán, los otros tres, colombianos, hace exactamente una semana, en Líbano, junto a tres españoles. El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, socialista, tardó tres días en comparecer ante la nación tras los atentados de Barajas y el de Líbano. Cuando el pasado martes se celebró el funeral por los seis muertos de Líbano, en la tórrida explanada de la sede de la Bripac (Brigada Aerotransportada), en Paracuellos del Jarama, tierra batida por la guerra civil, a las afueras de Madrid, donde el martes se celebró un tenso funeral por los seis muertos por Líbano y donde la madre de uno de los soldados colombianos incrépó al presidente el Gobierno y exigió seguridad para los que juegan la vida por una patria que no es la suya.
«Era mi mejor amigo», dice Josie García Zamora, nacido en Guayaquil hace 20 años, con una mezcla de «rabia y pena. Tienen que pasar estas cosas para que se instalaran los inhibidores que podían haberle salvado la vida a nuestros compañeros». Con la familia dividida entre Ecuador (donde sigue su padre) y España, repite un lugar común: «Aquí hay más futuro». Con un abuelo y varios tíos en el Ejército de su país, desembocar en la Brigada Paracaidista era para Josie García casi inevitable. Como Jeferson Vargas, «queríamos ser paracas por encima de todo. Aquí se está bien».
Ennoviado con una ecuatoriana, quiere compaginar el diseño gráfico con la milicia. No tiene miedo a la muerte: «Soy católico y sé que si muero la gente que me quiere sufrirá, pero iré a un buen sitio. Sé que Jeferson está allí».
Aunque son 4.309 los inmigrantes que forman parte del Ejército español, sumando tropa y marinería (la Fuerza Aérea todavía no los admite), lo que repersenta un 5,5 por ciento del total, en unidades de primera línea, donde el riesgo de morir en el campo de batalla o en misiones internacionales es mucho mayor -como la Brigada Paracaidista o la Legión- el porcentaje se acerca a un 30 por ciento, de ahí que el riesgo de que mueran en «teatros de operaciones» como el afgano o el libanés, donde ahora hay misiones bajo paraguas legal de la ONU, es mucho mayor.
Como tantos otros recientemente, el padre de Marilyn Noboa (ecuatoriana que vio la luz por primera vez en Tena hace veinta años) murió en un accidente en una obra . Como tantos otros, primero vinieron sus padres, luego ella y su hermano: «Para mejorar. No veían futuro en Ecuador». Un tío de uniforme le metió el gusanillo, aunque no sabe cuánto tiempo seguirá. No descarga otras salidas, como la guardia civil o la policía.
Dice que «al principio no te dan mucha información», y no dice todo lo que piensa porque el brigada al cargo tiene las antenas deplegadas. «Yo me siento ecuatoriana. Yo no creo que nadie estando aquí se siente lo que no es», aunque a la hora de definir la misión del Ejército se la ve algo pez. «El compañerismo» es lo primero que le viene a los labios. Tiene miedo a la muerte, pero cuando se alistó era consciente de que podía acabar en primera línea. Entró en la brigada con Jefferson Vargas y ahora siente que le han arrancado algo: «Estaba contento de ir a Líbano. Pero también nervioso y asustado. Pero como todos, quería ir». Aunque ha saltado siete veces, en la Bripac hace trabajo de oficina, y no es lo suyo. Su novio, «paraca» como ella, es argentino.
De los extranjeros que sin tener la nacionalidad han jurado defender la bandera y la Constitución, 3.528 son hombres y 781 mujeres, y el 80 por ciento proceden de Ecuador (1.824) y Colombia (781). Un pequeño porcentaje proviene de Guinea Ecuatorial.
En el caso concreto de la Brigada Paracaidista, hay casi paridad entre hombres y mujeres nacidos fuera de España: 28 por ciento son hombres, 26 por ciento mujeres. El contingente mayor está formado opr ecuatorianos (295), seguido de colombianos (200, 23 bolivianos, 17 dominicanos, 13 venezolanos y 11 ecuatoguineanos.
Hacerse español
Omar de Jesús González (Santo Domingo, 22 años) llegó a España hace ocho años con su hermana, siguiendo los pasos de sus padres, que abandonaron la República Dominicana mucho antes.
Descendiente de militares, su sueño se hizo realidad hace tres años y medio, cuando se hizo "paraca". Desde ayer, está en el Líbano, ocupando el lugar de uno de sus compañeros muertos. Va «motivado. Con preocupación, pero sin miedo». A pesar de que el brigada Francisco Luna, que está al quite de lo que dicen sus subordinados, no sea que se pasen de la raya o critiquen al mando o a los políticos más de la cuenta, dice que aunque la mayoría van al frente «bien preparados» está convencido de que él no se hubiera dejado sorprender si en una carretera solitaria ve un vehículo aparcado.
Se siente dominicano, pero aclara: «Mi vida está aquí y pasa por la escuela de oficiales y por conseguir la nacionalidad española».
Fue en el año 2004 cuando se cambió la legislación para que el límite de extranjeros en unidades de tropa y marinería de las Fuerzas Armadas se incrementara del 3 por ciento al 7 por ciento. En un par de años se ha multiplicado. Si en 2005 eran 1.300, hoy son ya más de 4.300. El sueldo bruto es de 13.372 euros brutos el primer año, y la posibilidad de aprender un oficio. Además de carecer de antecedentes penales, medir entre 1,55 y 2,03 metros y tener entre 18 y 27 años, el extranjero que aspire a ingresar en el Ejército español debe contar con un permiso temporal o permanente y venir de algún país que «mantiene con España vínculos históricos, culturales y lingüísticos». En ese espectro figuran: Argentina, Bolivia, Costa Rica, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Guinea Ecuatorial, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
«Oportunidades hay en todas partes. ¿No hay gente que vive en Afganistán y Líbano? Pero yo no me quejo, sigo aquí. Desde pequeño quería ser soldado, cuando me imaginaba un Rambo con los brazos como muslos». Efraín Adolfo Escobar (Boga, valle del Cauca, Colombia, 22 años) salpimenta la ironía con el escpticismo: «Al alistarse pocos españoles, los inmigrantes ocupamos los espacios que los locales no quieren. Lleva cuatro años en la Bripac, y ya pasó lo suyo en Afganistán, «donde lo peor era el tedio las 24 horas».
Entre los soldados de la Legión que en 2006 formaron parte de la fuerza internacional para garantizar que las primeras elecciones verdaderamente democráticas de la República Democrática de Congo transcurrieran sin incidentes, había 14 inmigrantes hispanohablantes. Pertenecientes a las VII Bandera, cinco eran ecuatorianos, tres colombianos, dos peruanos, un venezolano, un dominicano, un salvadoreño y un ecuatoguineano). Como R. C., nacido en Cuzco hace 30 años, tiene otros tres hermanos en España, uno en Estados Unidos y sólo queda uno en Perú. Se hizo legionario «animado por los relatos de un tío, que estuvo en el Tercio». Militar que luchó contra la insurgencia de Sendero Luminoso, dice: «Allí te corrigen a golpes, Aquí no se pega».
Hasta que en 2003 cambiaron las leyes no pudo ingresar en la Legión. Tiene la nacionalidad y se siente español « Aunque siempre llevaré la sangre peruana, sirvo a la patria española. No tengo miedo de morir. La muerte llegará cuando tenga que llegar. Siempre he sabido que puedo ir a primera línea. Si tengo que dar la vida, la daré. Pero eso no me quita el sueño. Además, mueren más albañiles que soldados». El 28 por ciento de la Brigada Paracaidista, que se juega la vida en el frente,
no son españoles. Del mismo modo que sin inmigrantes España entraría en declive,
sin extranjeros el Ejército no podría cumplir sus misiones
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