La romanización de Cantabria

Sr. director:

Sigue la polémica por la estatua erigida a Marco Vipsanio Agripa (63-12 aC), nadie ha dicho nada todavía contra los monumentos a Bolívar y a San Martín, que España es el único país del mundo que levanta monumentos a sus traidores.

Y siguen las protestas contra los romanos, que si nos exterminaron a los cántabros, que si nos quitaron nuestra libertad y nuestra «cultura e identidad» (sic), y que si tal y cual.

Pensemos un poco, al menos por una vez: si nos exterminaron, ya no somos nosotros, si mataron a todos los cántabros, lógicamente no son ellos nuestros antepasados, sino que lo serán precisamente los romanos dominantes y los visigodos que llegarían después. Nuestra «cultura e identidad», que se dice ahora, son las grecorromanas sin lugar a dudas, nada se conserva (afortunadamente) de la cultura (más bien habría que decir incultura) cántabra, nada más que el nombre, inapropiado por otra parte, de Cantabria, pues excede con mucho los límites actuales de nuestra provincia (¿o hay que decir región?). Protestar contra el general Agripa (¿por qué algunos escriben Agrippa, en italiano?) y contra los romanos es protestar contra nosotros mismos.

Tenemos que asumir nuestra Historia y aceptarla, fuese como fuese. ¿Qué los romanos eran exterminadores!, pues descendientes de exterminadores somos, como todo el mundo. La historia de la antigüedad está llena de conquistas y exterminios, y tan sólo los conquistadores y consiguientes exterminadores consiguieron prevalecer. ¿A qué clase de estultos se les ocurre pensar que descendemos de los exterminados?

Los vecinos de ahí al lado, como quiera que no fueron bien romanizados como nosotros, andan todavía con conflictos (¿para qué les voy a contar?) entre sus ancestrales señas de identidad y las actuales de todos los europeos. Nosotros, afortunadamente, no tenemos esa clase de problemas (bueno, algún cazurro anda por ahí incordiando a cuenta de la identidad cántabra, pero afortunadamente nadie le hace caso).

DNI: 72.013.184