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Gary Hoffman junto a su violonchelo. / ROBERTO RUIZ
«Dejo que mis sentidos me guíen a la hora de impartir clase a un alumno»
Música

«Dejo que mis sentidos me guíen a la hora de impartir clase a un alumno»

El maestro canadiense participa por primera vez en el Encuentro santanderino como intérprete y docente

CARLOS OLEAGA

Viernes, 20 de julio 2007, 03:17

Uno de los violonchelistas más prestigiosos del mundo es Gary Hoffman. Nacido en Canadá hace 51 años, pertenece a una familia de músicos ilustres, relacionados todos ellos con los instrumentos de cuerda. Su meteórica carrera como músico obtuvo relevancia internacional en 1986, al ser el primer estadounidense en ganar el concurso Rostropovich de París. Es solista frecuente de diversas orquestas y colabora regularmente con importantes directores como André Previn, Charles Dutoit y Mstislav Rostropovich. Estuvo ocho años como profesor en la Universidad de Indiana e imparte lecciones magistrales por todo el mundo. Participa por primera vez en el Encuentro de Música y Academia de Santander como profesor y músico solista.

-¿Por qué toca el violonchelo?¿Cuáles son sus virtudes?

-Vengo de una familia de músicos que ha estado siempre rodeada de instrumentos de cuerda. Mi madre era violonista y mi hermano toca la viola. Fue algo que surgió de manera espontánea. Cuando tenía nueve años, cogí un violonchelo y toqué unas cuantas notas. Entonces supe que ese era mi instrumento. Al volver a casa se lo conté a mis padres y me apoyaron totalmente. En cuanto a sus virtudes, el cello es un instrumento muy parecido a la voz humana, con una amplia escala de registro y multitud de posibilidades. Hay personas que tocan el chelo porque encuentran una conexión entre el instrumento y su propia voz.

-¿Qué cualidades o características debe de tener un buen chelista?

-Todo el mundo puede llegar a tocar el chelo, pero a nivel profesional los buenos intérpretes necesitan, aparte de un lado físico que incluya un excepcional oído y una gran coordinación, estar en armonía con su instrumento. Es algo que se lleva dentro.

-¿Qué lugar ocupa el violonchelo dentro de una orquesta?

-Es un instrumento que forma parte de la base, al igual que el contrabajo o el trombón. Está dentro de la línea fundamental en la que se construye la música. Puede ser además un instrumento solista y representa un papel principal dentro de la orquesta.

-Ha tocado como solista con diferentes orquestas a lo largo de su vida. ¿En qué lugar se ha sentido más cómodo?

-Desde pequeño he tocado con multitud de orquestas, cuartetos, sextetos y músicos de cámara, y ningún lugar ha sido mejor que otro. Creo que me he encontrado más cómodo en aquellos momentos en los que mi experiencia y técnica personal han estado a un nivel muy alto.

-¿En qué punto está su carrera como músico?

-Tengo 51 años y llevo cuarenta tocando el chelo. No sé cuantos años más estaré tocando, lo que sí es seguro es que estoy más cerca del final de mi carrera que del principio. No quiero sonar negativo, pero es un hecho. En la carrera de un músico la parte más difícil no está en el comienzo, sino en el final. Es algo que llega sin que te des cuenta. Seguiré tocando hasta que mis facultades físicas me lo permitan, hasta que pueda seguir manteniendo el estándar que yo mismo me marco como músico.

-¿Qué tipo de clases imparte a sus alumnos?

-A la hora de enseñar dejo que mis sentidos me guíen respecto a lo que oigo y veo. No utilizo ningún método, adapto mis clases a la personalidad del estudiante y todo lo que concierne al alumno lo tratamos en el aula, incluso las recomendaciones o discusiones que pueda haber quedan siempre allí. En mis clases trato de traspasar mi propia experiencia al alumno, escuchar todo lo que puede aportar y guiarle por el camino que yo creo más adecuado según mi punto de vista. Sin embargo, es el alumno el que tiene que decidir hacia dónde tiene que ir según lo que piense y sienta. Las elecciones de un músico deben ser personales.

-Fue profesor en la Universidad de Indiana durante ocho años. ¿Qué tal le fue allí?

-Empecé dando clases muy joven, tras estar cinco años de estudiante en la misma universidad. Fue una situación inusual ya que muchos de mis alumnos eran mayores que yo. Mi comienzo como profesor no fue fácil y supongo que tampoco para los alumnos. Una de las principales dificultades fue que la autoridad que puede ejercer un chico de veintidos años no es la misma que pueda tener ahora, con cincuenta. Encontrar esa autoridad que todo maestro debe ejercer fue difícil al principio. Como ser humano fue una experiencia muy valiosa para mí, que me ha ayudado mucho en mi vida; pero tras trece años en la universidad decidí que había llegado un momento crítico en mi vida para el cambio y concentré todas mis energías en la interpretación.

-¿Qué le parece la expresión 'tocar con el corazón'?

-Creo que nunca me referiría a ello con ese término. Lo definiría como una respuesta espontánea y natural a las reacciones emocionales. Para mucha gente 'tocar con el corazón' es olvidarse de todo lo demás y tocar sólo atendiendo a lo que se siente. Pero llegar a interpretar una pieza con maestría requiere diferentes procesos. Se debe alimentar la mente, disciplinar el cuerpo, escuchar a tus emociones, prestar atención al oído... Es una mezcla de muchos componentes. No se puede llegar a ser buen músico tocando sólo con el corazón. Debe de ser parte de la experiencia del músico, pero junto a otros factores.

-¿Enseña la música a las personas o las personas a la música?

-Ambas. Es parte de una relación, de un equilibrio que se establece entre música y músico. Al principio debemos dejar que la música nos enseñe, que fluya a través de nosotros, pero sin forzarla. Hay que dejar que te diga hacia dónde debes dirigir tus pasos. Sin embargo, con el paso del tiempo, esa relación entre el músico y su instrumento se desvanece y no está claro quién enseña a quién. Es una forma de equilibrio existente entre ambas partes.

-¿Cuál es su compositor favorito para violonchelo?

-Uno de mis autores preferidos es Brahms, compositor al que me encanta interpretar con mi chelo, pero sería un delito olvidarnos de otros grandes como Schubert, Shostakovich, Prokófiev, Schumann, Beethoven o Bach. Todos ellos me han hecho sentir emociones especiales en diferentes momentos de mi vida. Cada vez que interpreto una pieza de uno de estos compositores es como un reencuentro con un viejo amigo al que hace tiempo que no ves.

-Usted toca un violonchelo fabricado en 1662 por Nicolo Amati. ¿Presta algún cuidado especial al instrumento?

-Nada fuera de lo normal, lo llevo al luthier cada cierto tiempo para asegurarme que está en perfectas condiciones, para que lo encolen y revisen a fondo. Pero no guardo especial atención a factores como el calor o la humedad; no son tan importantes como la gente cree.

-¿Que destacaría de él?

-Hay gente que dice que los instrumentos tienen un brillo especial o un sonido más oscuro... Mi violonchelo es una suma de todas las características que un instrumento puede tener. Tiene mutitud de posibilidades y el músico es el que debe descubrirlas. Yo aún no he descubierto toda la capacidad de este instrumento, lo cual es bueno porque las limitaciones están en mí y no en el instrumento.

-¿Qué le parece el Encuentro de Música y Academia de Santander?

-Hay muy pocos encuentros parecidos a éste en el mundo. Tiene un programa muy especial de increíble valor sobre todo para los jóvenes músicos. Los tiempos en los que un estudiante estudiaba horas y horas en su cuarto y de ahí pasaba al escenario han terminado. Actualmente hay mucha más gente tocando instrumentos y estudiando música que hace cincuenta años. En eventos como este los jóvenes conocen gente nueva, se relacionan con otros profesores y alumnos distintos a los de su conservatorio y paulatinamente se empiezan a meter dentro del mundo profesional de la música. Normalmente los estudiantes acaban sus carreras en el conservatorio y no saben qué hacer después. Este tipo de encuentros sirve para orientarlos acerca del futuro de sus carreras musicales.

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