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Los barcos supervivientes en la primera etapa de la regata Transgascogne atracaron en los pantalanes situados frente al Palacete. / SANE
Seis navegantes rescatados y dos veleros hundidos, balance de la accidentada regata
Vela

Seis navegantes rescatados y dos veleros hundidos, balance de la accidentada regata

El santanderino Álvaro López Dóriga relata en primera persona todo lo que sucedió en la etapa más dramática de la Transgascogne

J. A.

Miércoles, 25 de julio 2007, 03:08

Unas veces el periodista se encarga de contar las cosas que pasan; otras, apunta y calla. En esta ocasión lo más acertado es que el santanderino Álvaro López-Dóriga cuente en primera persona cómo fue la etapa más dura de la Transgascogne.

Bourgenay. Ya antes del comienzo de la regata, el domingo, hubo una reunión en la que se decidió acortarla por las previsiones de viento (fuerza 7. Al final sería de fuerza 9), y los barcos tomaron rumbo a Santander.

La primera noche la pasamos bastante bien. Al amanecer subió el viento, y siguió subiendo hasta que el lunes por la tarde era ya un temporal de fuerza 9, con vientos de más de 100 kilómetros por hora y olas de seis y siete metros. 55 nudos de viento.

La ola

Sobre las siete de la tarde ya nos metimos en canción y todo estaba desmadrado. Con un barco tan pequeño, y con tanta ola y tanto viento Íbamos sólo con la vela de tormenta de proa. En una de esas, una ola mucho más grande que las demás, piramidal, nos volcó el barco y nos hizo un 360 (un giro sobre el eje horizontal). Estábamos en cubierta y yo le dije a Juan: '¿Mira, mira mira!', y nos dio la vuelta como un corcho. El barco nos arrastró y dimos la vuelta con él. Me dio la sensación de que no salíamos y creí que me ahogaba, pero al final aparecimos por el otro lado, con el barco destrozado: el palo, las antenas, todo arrasado. Como íbamos enganchados con los arneses, pasamos por debajo del barco. '¿Juan! ¿Dónde estás?'. Asomó la cabeza y vi que estaba sangrando mucho, porque además las heridas en el agua siempre resultan muy aparatosas. Se encontraba un poco aturdido.

Me solté el arnés y subí como pude a cubierta. Después le solté a él y le subí. Cogí el botiquín para intentarle curar pero cuando vi la herida no me sentí muy capacitado, así que decidimos lanzar el mayday y activar las balizas de socorro. Después, cogí una cizalla para cortar los restos del palo y de las velas y lo tiré todo al mar para que no estorbase. Después lo ordenamos todo como pudimos. Yo ya llevaba puesto el traje de supervivencia y él se colocó el suyo.

Localizados

En veinte minutos nos localizó un avión de los guardacostas franceses. Hablamos por radio con él y nos quedamos más tranquilos. Pedimos que nos enviaran asistencia médica.

Hasta las diez de la noche no apareció el helicóptero (el Helimer Cantábrico, con base en Gijón) y en ese tiempo no tuvimos más contacto por radio. Las condiciones, de noche y con ese temporal, no permitieron evacuar a Juan. El rescatador intentó bajar dos veces, pero, después de media hora y en vista de que no tenían mucho combustible, desistieron y dieron la vuelta.

Rescate

Se marchó y poco después apareció el 'Ibaizabal II', que nos localizó después de encender un par de bengalas. Se puso al lado y el capitán dijo que nos colocásemos barco con barco para saltar al remolcador, pero era una maniobra peligrosísima. Nos podía aplastar. Le dijimos que no y optamos por un remolque y nos echó un cabo. Me pasé toda la noche llevando la caña y Juan, tapado con una manta térmica. Los médicos nos dijeron que no se podía dormir. Se hizo larga la travesía hasta que llegamos a las seis de la mañana a Bilbao.

Allí estaban nuestros padres y mi mujer, que ya se quedaron más tranquilos al vernos. Fuimos en ambulancia a Cruces y allí atendieron a Juan. Le hicieron una cura porque ya había pasado demasiado tiempo como para dar puntos. Y así se acabó todo.

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