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ASER FALAGÁN
Jueves, 9 de agosto 2007, 10:51
Ante un público entregado de antemano, Sabina y Serrat -por riguroso orden alfabético- conjugaron anoche su aura de músicos de culto y su vena festiva en el que, para muchos, fue el concierto del verano en Cantabria. Una cita cargada de simbolismo en la que la voz crepitante del catalán y la desgarrada del andaluz-madrileño se combinaron a la perfección en la autenticidad de un directo sin aliños ni postproducciones; un concierto que durante más de dos horas transitó entre la entrega casi reverencial y el ambiente de verbena que los dos cantautores han sabido imprimir a una gira, 'Dos pájaros de un tiro', en la que se han echado por primera vez juntos a la carretera y que ayer vivió su única cita en Cantabria.
Miles de fieles y un buen puñado de neófitos no quisieron perdérselo y se congregaron en el campo de San Lorenzo, convertido en capital afectiva de tres generaciones, auditorio de cantautores de culto y plaza de pueblo en plena romería. Arropados por una convincente banda de nueve músicos y dos coristas, Sabina y Serrat salieron al escenario algo más tarde de las diez. Un vídeo de Iñaki Gabilondo les presentó y ellos arrancaron con los poderosos y vitales 'Hoy puede ser un gran día' y 'Ocupen su localidad', prólogos perfectos para una noche que transcurrió entre la fiesta y la nostalgia y en la que los dos viejos amigos hicieron gala, una vez más, de su capacidad para conectar de inmediato con su público.
Tras ese intenso comienzo, ambos se fueron relevando en el escenario para, cada uno por su lado y a dúo, recorrer lugares imprescindibles de su discografía, un viaje en el que no faltaron las visitas a temas emblemáticos como 'No hago otra cosa que pensar en ti' , que cantaron juntos, combinadas con excursiones a territorios recónditos de sus dilatadas carreras y coronada por auténticos himnos. Desde 'Algo personal' a 'Peces de ciudad'; pasando por 'A la orilla de la chimenea' o 'Tu nombre me sabe a yerba'. Después de demostrar que, aunque tal vez sus voces no alcancen la sonoridad de antaño siguen conservando intacta su eficacia, los dos 'pájaros' se dedicaron constantes guiños en un juego de piropos que vivió alcanzó el clímax cuando Sabina comenzó a entonar 'Mi primo el Nano', la canción que dedicó a Serrat hace algo más de diez años.
Perfectamente acompañados por los sabinianos Pancho Varona y Antonio García de Diego y por un Ricard Miralles que casi se ha convertido en As el alter ego de Serrat al piano, exploraron nuevas sonoridades de viejos clásicos y combinaron sus castigadas -más en el caso de Sabina- pero inconfundibles voces en un constante juego que encandiló al personal, como lo hizo su actitud festiva, irónica y canalla cuando se arrancaron con 'El muerto vivo' de Peret, guiño a la trayectoria vital y a la atmósfera que ha envuelto en los últimos años a los dos creadores.
Después de las cálidas palabras y dedicatorias de Serrat, tras los ya imprescindibles versos de Sabina entre canción y canción, se reservaron para los bises algunos de los platos fuertes de un espectáculo que tuvo prácticamente lo mismo de medido que de espontáneo y en el que tuvieron a miles de devotos como coro en muchos momentos. Y es que, como dijo el mago Helenio Herrera -que, por cierto, entrenó tanto al Barça como al 'Atleti' de Madrid, grandes pasiones del uno y el otro-, tenían ganado el partido antes de bajarse del autobús.
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