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PATXI RAMOS
Viernes, 26 de septiembre 2014, 08:02
Pedro Agudo caminaba con una amiga por Trieste, una ciudad italiana abundante en pequeños viñedos, cuando decidió elaborar su propio chacolí en Santander. Su familia, que vive en Cueto, le inculcó desde pequeño la curiosidad por la historia y, movido por ese afán, halló una variedad de uva local tan remota que, con el paso de los siglos, había perdido hasta el nombre. Acompañado por su amigo Diego Amilibia, al que contagió su pasión por el proyecto, rebuscó entre los prados de su antiguo barrio hasta conseguir los esquejes de las vides autóctonas y desde 2010 las plantan en un invernadero para conservarlas. La suya es una lucha contra viento y marea.
Matoblanco -así se llama la marca- se comercializará a granel o en los bares para «ahorrar los costes del embotellado». Ajeno a la disputa de qué territorios son válidos para obtener la denominación de Chacolí, Agudo se ha puesto en contacto con el Centro de Investigación y Formación Agraria de Cantabria, que ha tomado muestras para certificar su variedad.
Incluso ha encontrado referencias históricas en el libro 'El chacolí santanderino en los siglos XIII al XIX' sobre el cultivo de la vid en la ciudad. «Fernando Colón, el hermano del descubridor de América, declaró que al entrar a Santander todo eran viñedos», comenta Agudo. Trabajo de documentación. Y explica que la razón por la que se dejó de cultivar en la zona «radica en que, como la ciudad tenía un puerto de exportaciones muy importante, los terrenos se utilizaban para dar de comer al ganado y cultivar hortalizas». Hace siglos, «había viñedos en el Río de la Pila, en San Simón, en Miranda, en Cueto, en San Román de la Llanilla y en Peñacastillo».
Su historia es muy similar a la de tantos otros jóvenes -ambos tienen 34 años- que ante la crisis económica decidieron poner tierra de por medio y probar suerte en el extranjero. Licenciado en administración y dirección de empresas, Agudo finalmente encontró trabajo en una pequeña empresa italiana pero tiene claro que quiere volver a casa. «Como en Cantabria no se vive en ningún lado», afirma. En el camino han ganado uno de los diez premios del programa 'Ideas de Ida y vuelta' -organizado por la Universidad de Cádiz y financiado por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social- para impulsar los proyectos de jóvenes universitarios.
Desde un primer momento, su entorno coincidió en que la idea era «una auténtica locura» pero, tras superar la reticencia, su familia les cedió unos terrenos en Cueto donde comenzaron a plantar las vides hace un año. La paciencia es una de sus virtudes. Como no tenían experiencia en el sector, cada cuatro esquejes solo uno conseguía enraizar, los demás se secaban. Fue entonces cuando decidieron comprar la variedad 'Ondarribi Zuri' del País Vasco para acelerar el proceso.
Su cultivo ha ido creciendo poco a poco hasta llegar a las 1.000 unidades repartidas en una superficie de 2.000 metros cuadrados. Su meta es ampliar la cosecha hasta las 3.000 vides por lo que tendrán que crecer en terrenos. Eso sí, tienen claro que será en Cueto.
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