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Álvaro San Miguel
Jueves, 22 de octubre 2015, 19:34
«Da miedo, la verdad», dice Maritere dando una cabezada hacia la turbo rotonda de la S-20. Esta vecina de Monte lleva un buen rato estudiando la intrincada glorieta desde lo alto del puente peatonal que comunica el Grupo Ateca con el campo de fútbol del Monte. Un puente que se ha convertido en la tribuna preferente de la atracción del momento en Santander. «Cuando me dijeron que iban a poner aquí la turbo rotonda dije: ¡No, por favor, a nosotros no!», reconoce Maritere. Pero se la pusieron. Así que ayer se dedicó a observar desde el puente y aprender cómo se circula por ella.
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La teoría es simple: hay que usar el carril exterior (el de la derecha) cuando uno quiera desviarse en la primera o la segunda salida. Y usar el interior (el de la izquierda) cuando quiera salir por la tercera, la cuarta o la quinta. Solo hay que saber de antemano dónde quiere salirse uno y entrar por el carril correspondiente. Pero claro, algunos conductores prefieren saltarse la línea continua antes que perder su salida y conducir hasta la siguiente glorieta para cambiar de sentido, regresar a la turbo rotonda y volver a intentarlo por el carril adecuado. Ahí es donde está el problema, que algunos hacen lo que les da la gana.
Desde el puente en el que Maritere estudia cómo llegar a casa sin perderse se ve una pirula cada minuto. Algunas son de juzgado de guardia, otras parecen despistes y la mayoría, puro bloqueo mental que debería de arreglarse con tiempo y práctica. Una conductora, por ejemplo, se lió al llegar a la glorieta y, quizá despistada por los conos de tráfico, intentó hacer la rotonda al revés. Terminó aparcada en sentido contrario sobre una de las dos isletas pintadas que no se pueden pisar (y que todo el mundo pisa).
La medalla de oro se la llevó la maniobra de un Alberto Tomba del volante que hizo slalom entre los conos de tráfico para atravesar la rotonda desde Los Castros hasta Monte. Ahí va la jugada: desde la Bajada de San Juan cogió el carril exterior y en seguida se dio cuenta de que solo podía seguir por la S-20 hacia El Sardinero, así que se saltó la línea continua y se metió en el carril interior justo antes de llegar a los conos que impiden esa maniobra. Desde allí lo tenía fácil, pero en lugar de coger el carril exterior para subir hacia Monte se metió en el interior, que no le permitía salir de la rotonda hasta el desvío que lleva hacia La Albericia por la S-20. Así que evitó unos conos, se saltó la línea continua de nuevo, cruzó el carril exterior y se salió por las bravas por donde quería. Tuvo suerte de no convertirse en el primer accidentado de la turbo glorieta.
Al margen de las maniobras rocambolescas, hay dos reacciones que predominan hasta el momento. Algunos conductores se bloquean y terminan parándose dentro de la rotonda, incapaces de decidir cómo seguir circulando una joven que circulaba por el carril exterior y no pudo salirse por donde quería aparcó en la S-20, puso las luces de emergencia y después de pensarlo un rato, volvió a la carretera y siguió circulando.
La otra reacción es menos respetable. Algunos conductores llegan a la glorieta por el carril de la izquierda y no están seguro de qué pasará con sus vidas si se meten en el carril interior, así que pegan un volantazo y se meten a la fuerza en el carril de la derecha, taponando al que va por su sitio. Ven mucha línea continua y quizá piensen que si entran por dentro tal vez no puedan salir nunca, pero no es así. Lo único irremediable en esa rotonda es que si uno circula por el carril exterior tiene que salirse en uno de los dos primeros desvíos.
Autoescuelas
Maritere, la vecina de Monte, no fue la única que se preocupó ayer de aprenderse la rotonda. Los profesores de autoescuela no han tardado en llevar allí a sus alumnos para que vayan entrenando de cara al examen de conducir. Los conos de tráfico han ayudado los dos primeros días de funcionamiento a que los conductores interioricen que no pueden saltar de carril a su antojo, como se hace (también erróneamente) en una rotonda normal. Ayer ya se limitaron los pivotes a las zonas más conflictivas. Y para hoy se espera que los conos de tráfico desaparezcan, aunque en esas mismas zonas clave de línea continua se pondrán bandas magnéticas para recordar al conductor que las pise que algo no está haciendo bien.
A muchos conductores les costará adaptarse a las turbo rotondas, pero lo cierto es que las estadísticas de tráfico están de su parte. Ya ha empezado a apreciarse una reducción de las colas que se producen a la entrada de esta rotonda. La clave de esa fluidez está en que un conductor que quiere meterse en la glorieta tiene ahora la seguridad de que quien circula por el carril exterior va a salirse antes de llegar a su punto de entrada siempre que no se salte la línea continua, claro.
«Un genio el que hizo esto», dice Javier Durán, un peatón que va caminando por la S-20. «Es puro sentidocomún. Como se debería conducir siempre. Lo que tienen que hacer ahora es arreglar los semáforos de la S-20, que das al botón y tardan un siglo en ponerse en verde», denuncia. Pero esa es otra historia.
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