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Marta san miguel
Viernes, 30 de octubre 2015, 13:19
La estatua ecuestre de Franco la taparon con un plástico negro. Parecía un fantasma cuando la grúa la arrancó del suelo y la movió por el aire hasta hacerla desaparecer. Mientras el pedestal vacío abría un boquete en la Plaza del Ayuntamiento, el Caudillo y sus adláteres no solo seguían nombrando el callejero municipal sino que mantenían ciertas distinciones propias de otro tiempo. El más flagrante, el de Alcalde Honorario de Santander. Ahora, la misma ciudad que se lo concedía en 1946 se lo ha retirado por unanimidad en un Pleno a propuesta del PSOE.
Ese título no estaba sobre un pedestal ni era tan visible como el monumento que retiraron en 2008 aquellos operarios enfundados en monos de trabajo azul. Ese título se lo han retirado los concejales de Santander enfundados en su ropa de calle y sus siglas, a plena luz del día, y sin sábana; con un salón de actos abierto a los ciudadanos y a la prensa, y en respuesta al cumplimiento de una ley, la de Memoria Histórica, que aboga por la concordia como principio básico.
Hoy Franco ya no es Alcalde Honorífico de la ciudad. Pero tampoco tiene en su poder dos distinciones que la ciudad le entregó durante la dictadura. Ya no tiene vigencia la Medalla de Oro de la Ciudad concedida el 4 de enero de 1952 y tampoco la Llave de Oro de la Ciudad el 3 de julio de 1968. Si desde la bancada socialista se hablaba de retirar "vestigios del pasado", el resto de grupos municipales sumaban sus votos para seguir eliminando escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones relacionadas con la Guerra Civil o la Dictadura.
Esto no es nuevo, porque si bien la Ley de Memoria Histórica lleva desde 2007 'obligando' a los gobiernos a sustituir y borrar alusiones a un tiempo pasado de división y heridas ideológicas, los recordatorios e intentos desde los plenos y debates parlamentarios para hacerlo son constantes, como si hubiera que sacudir de vez en cuando el olvido, la burocracia o la dejadez, en detrimiento de una ley que ya en Santander ha recurrido varias veces a la cultura para renombrar algunas de sus calles. Lo hizo con General Mola, ahora calle Ataúlfo Argenta, y lo hizo también con la calle Falange Española, ahora Eulalio Ferrer. Los nuevos términos son nombres propios que vinculan al ciudadano con sus calles y el suelo que pisan, mediante historias vitales que merecen el respeto de todos.
Estos son solo algunos ejemplos. Pero quedan 36 calles y otras denominaciones que por cotidianas borran el significado y el sentido que contienen. Su sustitución por otros nombres llegará en cascada, como ya ha anunciado el Equipo de Gobierno de la capital. Como muestra, la ratificación de lo que ya se aprobó en agosto a petición de Izquierda Unida . Los 'populares' pusieron sobre la mesa del Pleno municipal aprobar una moción para ratificar ese compromiso por el que instaba al Consistorio a adoptar "de inmediato" las medidas oportunas para determinar las menciones en el callejero o en forma de placas, escudos, insignias u honores que incumplen la y elaborar un catálogo para proceder a su cambio.
Era subrayar lo ya aprobado, lo ya vinculante por la Ley de Memoria Histórica, pero no por reincidente quedó apartada. La unanimidad reinante se encontró con los bucles diplomáticos en los que se enzarza el orden del día de los plenos. Así que mientras Ganemos proponía una enmienda para que ese proceso se realizara en un plazo máximo entre 18 y 24 meses, el equipo de gobierno lo rechazó por "oportunismo electoral". Al final, la moción salió adelante con votos de PP, PSOE, PRC, Ciudadanos, IU y uno de los dos ediles de Ganemos.
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