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Marta San Miguel
Lunes, 25 de enero 2016, 07:11
El centro cívico de Cazoña ha sido una obra escurridiza. Parecía siempre a punto de empezar pero no terminaba de ejecutarse. Hasta ahora. Después de 30 años de reivindicaciones, el pasado 15 de enero se puso la maquinaria a trabajar para levantar un local ... cuyo público potencial es de 23.500 personas, según el consistorio. Todos no entrarán, ni tampoco usarán las instalaciones que, como otros centros cívicos de la ciudad, pondrán a su disposición para acudir a clases de yoga, inglés o acuarela. La programación es la de siempre, y los servicios, los mismos, entonces, ¿qué hay de nuevo bajo el sol de las obras que han movido tanto revuelo?
La respuesta pasa por entender estos centros no como contenedores de programas o talleres sino como el último reducto de las ciudades donde la forma de residir y vivir en ellas ha expulsado la convivencia a lugares de consumo. ¿Dónde estar si no es en bares al salir al ámbito de lo colectivo? ¿Dónde hablar si en la calle diluvia, qué hacer con los niños si no se quiere pisar un centro comercial cubierto?
A la espera de unos parques infantiles tapados, que podrían resolver otra de las grandes problemáticas urbanas, los centros cívicos desarrollan sus programaciones como contenedores de talleres y actividades: hay clases con horario marcado, salas de lectura, ludoteca y un ir y venir de personas que encuentran allí algo que hacer, sobre todo entre el colectivo de los mayores (con precios especiales para los jubilados que desde el 1 de enero cuentan con un descuento del 50 por ciento para las actividades) y el de los niños. Según el ayuntamiento, cada año más de 30.000 personas utilizan estos espacios, en los que se desarrollan más de 300 actividades anuales. Sin embargo, el reto para su futuro inmediato pasa por dos claves: la nueva ampliación de horarios, que en primavera comenzará a operar los sábados por la mañana, y una programación que "atraiga a la gente joven".
Es función pública dotar de espacios de encuentro a las ciudades, y lo que en principio puede considerarse simplemente como la oferta de un servicio municipal lo cierto es que, con el paso del tiempo y anuncios de nuevas aperturas como las de Tabacalera, el respaldo vecinal que despiertan se antoja como una llamada de alerta ante la falta de espacios donde las ciudades se conviertan en algo más que residencias, de las que salir y entrar, por las que moverse bajo un paraguas, y consumir o comprar. Sin renunciar a esto, el centro cívico como entidad demanda cada vez más un profundo proceso de repensar sus funciones y optar por ser un lugar de puertas abiertas al encuentro de nuevos públicos, mientras mantiene su "compromiso con la dinamización social en los barrios, el ocio alternativo, la cultura y el tejido asociativo local", tal y como plantean desde la concejalía de Dinamización Social que dirige Carmen Ruiz.
Talleres y cursos... ¿o algo más?
Es el caso, por ejemplo, del centro cívico del Río de la Pila. Abierto en plena zona de copas, en sus instalaciones no sólo se celebran los tradicionales y sempiternos cursos de yoga o el inglés. Conciertos, ciclos poético, conferencias o entregas de premios conviven en el calendario a la vez que ofrecen espacios para que los ciudadanos los puedan usar. ¿Qué es lo que va a ofrecer Cazoña o Tabacalera? Desde el consistorio apuestan por la "transversalidad" con otras concejalías como Salud y Cultura, y dotarles de otros contenidos que atraigan a ese público que "de unos años a esta parte", sostiene Ruiz, comienza a llegar a los centros.
El reto está en devolver a la ciudad ese sentido de pertenencia a través de las ágoras cubiertas en que las asociaciones y sus sedes se han convertido: desde la calle San Simón así funciona el Espacio Cultural Eureka así como La Vorágine en la calle Cisneros. Son puntos álgidos de asociacionismo en la capital y de un tiempo a esta parte los ejemplos se imponen con resultados palpables. Desde lo privado combinan la función pública de dar espacio a lo colectivo y subrayan sobre la misma calle la respuesta fiel de los ciudadanos a lograr un espacio de encuentro y convivencia. Así sucede incluso desde el ámbito estrictamente comercial como sucede con la Librería Gil o los locales de Fotografía Roales, Bar Rubicón o cualquiera de los establecimientos 'afiliados' a la Asociación Sol Cultural. Si algo subyace de estos ejemplos es que, detrás, hay diálogos e ideas que necesitan un punto de encuentro donde conquistar la convivencia.
Si bien esa es la línea maestra de los centros cívicos, como afirma la concejala responsable Carmen Ruiz, lo cierto es que su papel se va a ampliando hacia nuevos quehaceres desde otros ámbitos municipales. La propia Fundación Santander Creativa, con sede en el Palacio de Pronillo, aboga porque sus instalaciones sean no sólo eso, una sede con espacios para ceder a colectivos que lo necesitan en reuniones puntuales. Aunque sea lejos del trazado urbano del centro donde confluye todo, desde la periferia del final de General Dávila y casi rozando el radio de acción donde impondrá su imán el 'esperado' centro cívico de Cazoña, el castillo rehabilitado y reformado abrió sus puertas en 2012 para sumar una nueva ventana por la que la ciudad pueda asomarse a sí misma. Y es así desde entonces.
Qué hacer con un millón de euros
Los centros cívicos proliferan. Y lo seguirán haciendo con un papel que no se limite simplemente al de contenedores de talleres o cursos. En la actualidad hay 14 espacios y de hecho, una de las últimas novedades incluidas en ellas son los puntos de atención al ciudadano, que están instalados en nueve de ellos (Callealtero, Nueva Montaña, Mercedes Cacicedo de San Román, Juan Carlos Calderón del Río de la Pila, María Cristina, Numancia, IMD y centro cultural Fernando Ateca). A día de hoy se pueden realizar trámites como solicitar el volante de empadronamiento, el pago de multas y la comprobación del censo electoral.
Sin embargo, haciendo uso de esa "transversalidad", se ha puesto en marcha el 'presupuesto participativo' mediante el cual los vecinos de Santander podrán plantear hasta el próximo 31 de enero ideas para dicho presupuesto, una iniciativa en la que son los ciudadanos los que eligen y proponen proyectos y actuaciones para ejecutar a lo largo del año con un millón de euros del presupuesto municipal de 2016. Dicho montante se repartirá a partes iguales entre los cuatro distritos que conforman la ciudad, de manera que se destinarán 250.000 euros a cada uno de ellos (nordeste, noroeste, suroeste y sudeste), con un presupuesto máximo por cada proyecto de 100.000 euros).
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