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Juan Carlos Flores-Gispert
Lunes, 12 de septiembre 2016, 07:11
El centenario edifico del Real Club de Regatas, el que fue palacio del marqués de Casa Pombo, se asienta sobre ocho metros de arena y tierra, bajo los cuales hay roca. Así que sería factible habilitar una planta sótano para albergar instalaciones de lavandería, almacén ... y sala de máquinas del futuro hotel que, si todo va según lo previsto, explotaría la cadena Hilton. El proyecto camina lento, pero avanza, se asegura desde el Club. No obstante, aún hay muchos aspectos a tener en cuenta, entre ellos, la necedidad de reforzar las zapatas del edificio para asegurar que no sufrirá ningún daño cuando se realice el deseado sótano.
En noviembre de 2014 los socios del Club de Regatas aprobaron que la empresa madrileña Recoord se encargase de la necesaria reforma integral de parte del edificio y, como compensación, le cedieron dos plantas, con un superficie total de 2.000 metros aprovechables, que gestionará durante 70 años. Se sopesó dedicarlo a apartamentos o a un hotel, y prevaleció la segunda opción cuando la cadena Hilton se interesó por explotar la instalación.
Recoord, dedicada a la restauración y gestión de inmuebles, se encargará de la necesaria reforma del inmueble, tanto interior como exterior. Para iniciar la obra debe contar con el visto bueno del Ayuntamiento de Santander al proyecto que desea desarrollar y que aún no ha sido presentado. La empresa Recoord deberá correr con los gastos de reparación de cubierta, torretas, fachadas y patios, así como realizar el sótano, hacer una gran recepción aprovechando el portalón de la calle del Martillo, mover a parte de los inquilinos que ocupan los locales comerciales, restaurar las escaleras, instalar ascensores y construir el hotel. Se estima que la operación superará los cuatro millones de euros para un hotel de cuatro estrellas lujo.
El portalón de la calle Martillo fue en origen zona de entrada de los criados del marqués y daba acceso a los establos y garajes. Esa planta baja está ocupada en la actualidad por comercios, un bingo y un banco, todos de alquiler. Los propietarios de los negocios desconocen cómo se hará la obra del sótano, si deberán dejar sus locales y por cuánto tiempo. El negocio más antiguo instalado en el edificio es el estanco. Fue abierto en el año 1913 por Leonor Sisniega Rivas y desde hace 36 años es propiedad de José María Agraz. «Lo único que sé es que me moverán al local contiguo para hacer una gran recepción». A su lado está otro negocio veterano de la ciudad, la agencia de viajes Altamira, fundada hace cincuenta y un años. Desde 1987 está en el mismo local del edificio de Regatas, que antes estuvo ocupado por la cafetería Suances y antes por la pastelería Varona.
Como recuerda Inés Celdrán Hoya, responsable de esta oficina de Altamira, «la cafetería tenía dos plantas, en la de arriba un mirador volado sobre la calle con mesas y sillas». Fernando García Rodríguez trasladó su agencia de viajes desde la calle Obispo Plaza al Club de Regatas y fue presidente del mismo.
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