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Álvaro Machín
Domingo, 18 de septiembre 2016, 07:53
Las llamas sólo fueron el último episodio. Una parte más de la "pesadilla", del "constante miedo". Las palabras entrecomilladas están en una carta escrita a este periódico por una persona que vivió en el 24 de Cisneros, el edificio santanderino que ardió durante horas en ... la madrugada del miércoles al jueves. Prendió un colchón del entresuelo. Uno de los muchos en los que a menudo dormían apiladas las personas que pasaban por ese piso. "Era un vete y ven", comentaban en el vecindario. A veces diez, otras más. "Un piso de yonquis", dijo alguien que sabía lo que era dormir allí.
Este viernes se acumularon los testimonios. Los vecinos tienen hasta fotos. De un hombre desvanecido en el portal con la jeringuilla en el brazo, de una prueba del VIH metida en un buzón tras una llamada a la Policía... Relatan, además, las múltiples llamadas a la Policía. "El edificio estaba vivo hasta que esta gente entró". Los pisos y hasta el local comercial del bajo estuvieron ocupados. Ahora sólo en ocasiones. Van de vez en cuando para que haya movimiento en los pisos y para ver cómo está todo. Este mismo año dieron hasta tres veces parte al seguro de la comunidad por la rotura de la puerta del portal. Luego dejaron de hacerlo. "Lo arreglaban por la tarde y por la noche estaba ya rota otra vez". "¿Hay que esperar a que muera alguien para ser atendidos?", se pregunta por escrito la mujer que firma la carta. Desde el Ayuntamiento, por su parte, se asegura que se "ha hecho todo lo que se podía hacer y se ha llegado hasta donde se podía llegar". "Lo que no puede hacer el Ayuntamiento explican es desalojar una vivienda particular sin una orden judicial y, para eso, tiene que denunciar el propietario, cosa que no se ha producido en este caso".
El 24 tiene un bajo comercial, un entresuelo, tres plantas y una cuarta bajo cubierta. Una comunidad pequeña de seis propietarios en la que sólo cuatro participan activamente en las Juntas y en las decisiones. Los detalles salen del propio barrio, en el que se conocen el relato de memoria. Hasta el año 2010 no hubo ningún problema. En el entresuelo vivían dos personas. Eran hermanos, mayores. Primero falleció él y luego ella. Un familiar se presentó en algunas juntas a partir de entonces y otro apareció poco después por el piso aunque los vecinos aseguran que en el registro de la propiedad no figuran sus nombres. "Empezamos a ver mucho trasiego".
Hablan de las roturas del resbalón de la puerta, de ruidos, peleas, suciedad, presencia de sustancias estupefacientes... Los escritos que presentaron ante Sanidad consiguieron que al menos desde una protectora de animales se llevaran a los perros sueltos y en malas condiciones que pululaban por el edificio. Hablan, incluso, de una denuncia por unas supuestas amenazas que fue finalmente desestimada. El caso es que el presunto propietario del entresuelo desapareció de pronto y tras convencer a los que seguían acudiendo allí a dormir de que sin él debían irse volvió la calma por un tiempo.
A primeros de año
Hasta las últimas vacaciones navideñas. Llamaban al timbre con frecuencia. "Cartero", "publicidad"... Demasiadas veces. Cuentan que cuando se negaron a abrir volvieron a encontrarse la puerta rota. "Había gente a todas horas". Es de esa etapa otra denuncia ante la Policía Nacional por la rotura de la manilla (también desestimada) y el escrito registrado en el Ayuntamiento del que ayer se hizo eco este periódico. En él se advertía: "Debido a que es un edificio de madera antiguo, al estado de la vivienda y al de las personas que la frecuentan, existe un riesgo real de incendio". Las asociación vecinal Nueva Florida llevó a cabo también sus gestiones para que se conociera la situación.
Los vecinos insisten en que instaron a las autoridades para que actuaran de oficio y limpiaran la zona y también que enviaron un burofax a las personas que se han identificado como propietarias para que cesaran en sus actividades en el entresuelo. Pusieron, de hecho, el asunto en manos de un abogado, pero no llegaron a presentar (hasta el momento) una denuncia en el Juzgado. "Los vecinos del edificio que ardió, más otros tantos de ambos lados de éste, llevamos buscando justicia desde hace casi tres años", escribe la autora de la carta.
Orden judicial
"La Policía Local se ha personado en varias ocasiones en el inmueble a requerimiento de algunos vecinos, ha emitido informes y se han abierto expedientes tanto desde el Servicio de Salud como desde el Servicio de Disciplina Urbanística para exigir a los propietarios el mantenimiento de la vivienda en condiciones adecuadas", responde el concejal Pedro Nalda. A partir de ahí insiste en que "lo que no puede hacer el Ayuntamiento es desalojar una vivienda particular sin una orden judicial y, para eso, tiene que denunciar el propietario, cosa que no se ha producido en este caso".
Nalda afirma que "los responsables del mantenimiento de las condiciones mínimas de habitabilidad y salubridad, o de pedir el desalojo son los propietarios de la vivienda, que en este caso es un familiar de una de las personas que se alojaban en ella". "El Ayuntamiento ha hecho todo lo que podía hacer y no puede llegar más allá sin una orden judicial", concluye. A esto hay que sumar la petición del Grupo Socialista para que en la próxima comisión de Administración y Participación Ciudadana se estudie el caso. Su concejal Daniel Fernández aseguró que los vecinos "habían dejado constancia del riesgo de que sucediera una tragedia en esa calle» y «el tiempo les ha dado la razón". "Ahora tendremos que analizar cómo se puede solucionar la situación que atraviesan".
Este viernes, el edificio permanecía sellado y por el barrio insistían en dar las gracias a los bomberos. Entienden que ellos evitaron una desgracia mayor. El Consistorio confirmó que, tras la evaluación realizada ayer mismo, "no hay daños estructurales que afecten a le estabilidad del inmueble". Según pudo saber este periódico, la comunidad cuenta con un seguro para las zonas comunes y cada propietario tendrá que recurrir al suyo para sufragr, en cada caso, los daños sufridos.
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