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Daniel Martínez
Sábado, 3 de junio 2017, 07:55
El programa de las Fiesta de Santiago de 2008 llegó con una novedad de esas que gusta anunciar a todo concejal de Festejos, la puesta en marcha de una feria de día en Santander. Unas casetas en las que, por dos euros y medio, se podía disfrutar de un pincho y una consumición antes de participar en cualquier actividad. La capital fue pionera a nivel regional y después se sumaron otras localidades. Reinosa en 2009, Camargo en 2010, Torrelavega y Castro Urdiales en 2011... Un éxito que se convirtió en el centro de casi todas las celebraciones. Casi una década después, varios de aquellos municipios que se sumaron al boom de las casetas están empezando a desechar la idea. Por la falta de rentabilidad económica, decisiones políticas o la apuesta por otras fórmulas.
Es donde mejor funciona la feria de día por asistencia y rendimiento económico. Así todo, ha descendido el número de hosteleros que solicitan una caseta. Alegan que el Ayuntamiento no les da margen de maniobra.
Las casetas se sustituirán en las próximas fiestas patronales por las barras exteriores de los bares, algo que ha provocado diversidad de opiniones. Esta medida ya se tomó en 2016 en San Vicente de la Barquera.
De nuevo la falta de entendimiento, esta vez por su ubicación, pone en peligro la celebración de la feria de día. Antes, en 2012, ya se suprimió en Laredo por las condiciones que se exigían a los hosteleros.
«El modelo sigue teniendo vigencia. Las ferias de día han supuesto un antes y un después en muchas fiestas locales», afirma Ángel Cuevas, presidente de la Asociación de Hosteleros de Cantabria. Para la entidad, Santander es el mejor ejemplo de que las casetas siguen siendo atractivas. Tras el bajón provocado por la crisis, que también afectó a este tipo de establecimientos, el pasado año ya se notó un crecimiento del negocio y los beneficios. Y este verano esperan que la tendencia se consolide. «Los clientes siguen respondiendo y sólo en Santiago se generan 700 puestos de trabajo», cuenta Pedro Vega-Hazas, director de la Escuela de Hostelería, que pone el acento en los beneficios «económicos y sociales»para la ciudad. Eso sí, «cada vez son más exigentes. Ya no pasan todo».
Donde no pudieron comprobar esa recuperación fue en Torrelavega. Allí, la discordia entre el Ayuntamiento y los hosteleros hizo que las casetas no se llegaran a abrir. Se anunció a sólo unas horas de que arrancara las celebraciones de la Virgen Grande. El motivo, la instalación de una barra en la zona de conciertos de La Llama, a unos metros de donde estaba la feria de día. La Asociación se plantó porque consideraban que era competencia desleal ellos sí que pagaban una tasa al Consistorio y no levantaron la persiana. Ahora, las aguas bajan más calmadas y el conflicto entre las partes «está en vías de solución». Lo que no está claro es que la ya tradicional fórmula del pincho y la consumición por 2,50 euros vuelva este agosto a la capital del Besaya.
En Castro Urdiales, ya está confirmado que no. Allí, para disgusto de muchas peñas, que creían que aportaba un aire distinto a las celebraciones y llenaba las calles todos los días, han cambiado las casetas por las barras a las puerta de los bares. La medida se ha tomado de común acuerdo entre el equipo de Gobierno y el sector. Para ellos es mucho más cómodo. Tienen la cocina a pocos metros, se ahorran el desplazamiento y si la respuesta de los clientes no es la esperada, no tienen que lamentarse por haber pagado una tasa que, en algunos casos, los profesionales consideraban muy elevada. El modelo de casetas ya se había agotado antes en San Vicente de la Barquera, que en 2016 ya invitó a los hosteleros a sacar las barras a la calle.
Como en Castro Urdiales, lo más probable es que Camargo tampoco tenga feria de día. Aquí porque los propietarios no están de acuerdo con el nuevo emplazamiento propuesto por el Ayuntamiento. De Cros se quiere llevar al aparcamiento junto al centro de salud y ningún hostelero ha reservado plaza. Ahora, están estudiando poner una barra corrida gestionada por el propio consistorio para ofrecer un refrigerio durante las fiestas de San Juan. En Laredo el problema también fue las condiciones que exigía el municipio y por eso sólo se celebró dos años (2012 y 2013). Continúan en Santoña, aunque tras varios cambios de ubicación, los hosteleros confirman que con menos éxito del esperado. Otra excepción es Reinosa. Aunque con menos casetas, no ha habido quejas reseñables. Este año, se espera que vuelvan a funcionar.
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