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G. BALBONA | D. MARTÍNEZ
Domingo, 10 de diciembre 2017
La cifra oficial es pública. El incendió del MAS se llevó 28.000 volúmenes, libros y catálogos -«la mayoría de ellos sustituibles»- que se hallaban fuera del 'búnker'. En cualquier caso, «la pérdida de la mayor parte de la biblioteca del centro (situada en ... la segunda planta)», según la única declaración municipal oficial, a lo que hay que sumar cuatro obras de arte que estaban depositadas en esas mismas dependencias. Sin embargo, lo que ardió exactamente la mañana del pasado día 20 en la sede del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria (MAS) aún se desconoce. Sí está claro que la destrucción de la biblioteca afectó de forma total o parcial a un conjunto documental, entre la información, el testimonio y el análisis, configurado en su mayoría por volúmenes bibliográficos, libros y catálogos.
A la espera del informe de la dirección del museo, según diversas fuentes, el fuego afectó a los fondos correspondientes a algunas de las donaciones que formaron parte de la historia reciente del MAS. Es el caso del conjunto de catálogos y documentos que el editor, profesor y crítico Luis Salcines, quien ha coordinado numerosas actividades en el museo de la calle Rubio en los últimos años, cediera al MAS. En su mayoría corresponden a la trayectoria de un espacio de arte, la galería Puntal de Torrelavega, que refleja un tiempo importante y emergente del mundo artístico de Cantabria.
Pero, ¿qué otras donaciones y fondos estaban vinculados a la pinacoteca y han podido quedar afectadas? Las dos más importantes que se incorporaron al MAS en los últimos quince son las de la familia de Rafael Gutiérrez Colomer y la de la biblioteca privada de arte del catedrático, crítico y ensayista Simón Marchán, conformada por más de once mil volúmenes. Los fondos, especializados en arte contemporáneo nacional e internacional, se componen de libros, catálogos, ensayos e imágenes de arquitectos, al margen de diversas obras de arte.
El Museo retomaba a finales de 2014 las tareas de clasificación de sus fondos especializados. Entre libros, catálogos, donaciones, monografías y diversos fondos bibliográficos la llamada 'Biblioteca Especializada del MAS' era una realidad escondida que buscó hacerse un hueco ciudadano como un pilar más de sus instalaciones. Entre los objetivos del MAS se encontraba poder contar en un futuro con personal fijo con el fin de que el archivo pudiera ser consultado de manera restringida. El museo abordó -de manera intermitente- desde hace casi una década este proyecto mediante el inventario, catalogación, digitalización e informatización de los fondos. En resumen, la institución santanderina llevaba trabajando en la creación de esta biblioteca desde 1990 y ahora su horizonte es más que incierto.
Hace una década, este espacio se completaba con esculturas, grabados y cuadros tanto del creador cántabro Rafael Gutiérrez Colomer como de compañeros y colegas. La por entonces embrionaria biblioteca de la pinacoteca santanderina recibía un fondo valioso de 2.500 ejemplares de bibliografía especializada en arte visual y experimental gracias a la generosidad de la familia del arquitecto, poeta, artista y editor cántabro. Entre las obras expuestas en la pinacoteca se encuentran fotografías, esculturas, cuadros y grabados del propio creador o de compañeros suyos. Como ejemplos, grabados de Goya, Wagner y el Santo Grial de Rogelio Egusquiza; fotografías de Camarón y Pepe 'El Habichuela' de José Lamarca; y pinturas de Pancho Cossío o Eduardo Sanz.
‘Vaca’ (1983). Autor: José Pérez Ocaña (1947-1983). Sevillano afincado en Barcelona, fue un artista provocador de gran influencia durante la Transición y defensor del anarquismo y el movimiento LGTB. La escultura: Formaba parte de la Divina Pastora, un belén profano que Ocaña trajo a Santander en una de sus últimas exposiciones. Levantó las críticas de una parte de la sociedad cántabra por su carácter transgresor. Valor: Tenía un precio de 15.000 euros.
‘Altamira’ (1985). Autor: Nacho Angulo (Madrid, 1952). Referente nacional del arte contemporáneo, pasa largas temporadas en Comillas.La pintura: Formaba parte de una exposición que llevó a cabo el MAS en 1985. Valor: Entre 3.500 y 14.000 euros.
‘Pintura’ (1982). Autor: El cántabro Joaquín Martínez Cano (Noja, 1953), todavía en activo. La pintura: Por su gran tamaño (180x252 centímetros) no pudo guardarse en el sótano. Valor: La Concejalía de Cultura adelanta que su valor estimado es de 15.000 euros.
‘Paisaje’ (1906). Autor: Antonio Gomar (1853-1911). Valenciano y amigo personal de Joaquín Sorolla, es uno de los paisajistas más destacados de su época a pesar de que no es muy conocido. La pintura: Lienzo sobre óleo al igual que ‘El Sardinero’, la otra gran obra suya en el MAS. Valor: Alrededor de 15.000 euros.
La viuda, María Jesús García, e hijas de Gutiérrez Colomer presentaron un legado documental y bibliográfico que estaba reforzado tanto por parte de su obra artística como algunos de sus dibujos, cajas cinéticas, cartas inéditas, documentación autógrafa y manuscritos de poemas, además de carpetas de obra gráfica del editor y galerista santanderino, que incluye trabajos de Mompó, Eduardo Sanz, Vaquero Turcios, Ángel de la Hoz, Pallero o Amadeo Gabinoemas.
Hace poco más de un año, Simón Marchán y Loli Quevedo donaban 11.000 volúmenes bibliográficos y 179 obras de arte al MAS. Una colección que incluía, entre otras obras, obras de Tápies, Picasso, Wolf Vostell así como libros de arquitectura, ensayos y catálogos de museos. Simón Marchán, uno de esos intelectuales a los que cuesta definir: catedrático emérito de Estética y Teoría de las Artes, escritor, comisario de exposiciones, académico de San Fernando... es un referente del arte y la estética en España y además un coleccionista, afición que comparte con su mujer, Loli Quevedo, oriunda de Los Corrales de Buelna. La donación de piezas la integraron obras de arte que fueron reuniendo desde los años 80 y con las que han participado en importantes colecciones de ámbito nacional e internacional. No obstante, el corpus bibliográfico está -o estaba- compuesto por cerca de 12.000 volúmenes bibliográficos: libros de arquitectura, catálogos de museos, ensayos, obras monográficas y tratados.
Entre los casi dos centenares de obras, hay piezas de artistas nacionales e internacionales como Antoni Tápies, Cristina Iglesias, Wolf Vostell, Pablo Picasso, Luis Gordillo, Fernando Zóbel, Agustín de Celis..., todas ellas originales en su mayor parte y a las que se suman algunos facsímiles, pinturas, dibujos, grabados o piezas escultóricas. Precisamente la puesta en escena de la presentación de estos fondos tuvo lugar en el EspacioMeBas, el espacio en el que se guardaban las cuatro obras que ardieron y que por su tamaño no pudieron almacenarse en el 'búnker'.
Cuatro palabras 'Vaca', 'Pintura', 'Paisaje' y 'Altamira' y una cifra, 50.000 euros -ese es el valor que según el Ayuntamiento tienen en el mercado-, sirven para resumir la otra parte de los daños del incendio que el pasado 20 de noviembre afectó al MAS. Aunque la mayor parte de la colección, custodiada en otras dependencias durante el transcurso de las obras del inmueble, se salvó del juego, tres cuadros y una escultura se destruyeron. Cada pieza con una historia y un estrecho vínculo con Santander. Porque ninguna estaba en el museo por casualidad.
En 1983, en una de sus últimas exposiciones antes de morir a causa del SIDA, el sevillano José Pérez Ocaña y su obra visitaron el entonces Museo de Bellas Artes. «Soy un elegido de los dioses porque no paso de nada, por soy feliz, porque lo tengo todo, porque doy color a la vida», explicaba el artista naif y activista LGTB en una entrevista en El Diario. Afincado en Barcelona, donde fue detenido en varias ocasiones por llevar a cabo 'performance' travestido, su carácter transgresor tampoco dejó indiferente en su visita a Cantabria. Para unos su obra era poco menos de un atentado contra la moral -la 'Vaca' que se quemó formaba parte de la Divina Pastora, un belén profano'-. Para otros, toda una referencia y la llegada a Cantabria de la modernidad de la que entonces presumía la ciudad condal. «Dejó allí un mural que estaba bajo la pintura de las paredes del museo. Seguro que también se ha calcinado», cuenta Pere Pedrals, miembro de la Hermandad Beata Ocaña, un grupo que mantiene vivo su legado.
El cántabro Joaquín Martínez Cano y del madrileño Nacho Angulo, los dos autores vivos que perdieron sus pinturas en el fuego del MAS, son de sobra conocidos en el panorama nacional del arte contemporáneo. No ocurre lo mismo con Antonio Gomar. El paisajista valenciano, amigo personal de Joaquín Sorolla, es el autor de una de las obras emblemáticas del MAS, 'El Sardinero', que enseña la primera playa en sus años de despegue como estación balnearia a finales del XIX. Muestra de su vinculación con Cantabria es que también son suyos algunos cuadros de los salones del Club de Regatas y de los que exhibe el grupo hotelero Sardinero. Además, Gomar es el autor de los lienzos del Gran Casino de El Sardinero y los del Palacio de Santoña.
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