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Los inquilinos pictóricos del Museo de Arte Moderno fueron saliendo ayer poco a poco de su estancia habitual. Una empresa de mudanzas se encargó de trasladar las obras, a mano, una a una. Salvadas del fuego, era importante ubicarlas en otro espacio con medidas de ... seguridad adecuadas- Si bien los protocolos exigen embalajes y transportes que garanticen el estado físico de la obra, la premura pudo hacer que estas pautas no se aplicaran en el museo santanderino.
El traslado de las obras se hizo por la tarde. Por la mañana, el Museo de Arte Moderno de Santander amanecía con los restos del fuego aún visibles. Alrededor de las cinco de la mañana, los vecinos de la calle Rubio alertaron al 112; salía humo del edificio. Y detrás del humo, estaba el fuego, cuyo origen aún se desconoce, pero que mantuvo en vilo a vecinos y profesionales durante toda la jornada.
Los bomberos trabajaron durante once horas en el control y extinción de las llamas. La Policía Científica apunta a un fallo en el sistema eléctrico, de acuerdo a las circunstancias y al contexto del incendio. Pero aún es pronto para tener certeza alguna. «Todos los techos se han venido abajo y por eso no se puede hacer una valoración», indican.
Será a partir de hoy cuando comience la segunda parte de los trabajos; retirar los escombros e inspeccionar la zona. Tras el susto inicial, llega el momento de revisar los daños.
El incendio se originó, según parece, en la primera planta del museo y se extendió a la parte superior. La casualidad hizo que el edificio estuviera en obras desde hace varios meses y por tanto, los cuadros que alberga, se encontraban a buen recaudo en un búnker del sótano. Instalación ésta, desconocida para la mayoría, que cuenta con puertas de hierro para proteger los fondos no expuestos (en torno al 95% del total) de situaciones de riesgo como la producida ayer.
Desde el edificio anexo, la Biblioteca Menéndez Pelayo, observaban con tensión la evolución del incendio. Notaban el «horrible» calor que salía del callejón que separa ambos edificios. «Si en vez de calor llega a llama...», imaginaba Rosa Fernández, directora de la biblioteca. De nuevo, la suerte puso buena cara y los fondos no sufieron daño alguno.
Las obras que se estaban realizando en el edificio, a cargo de la empresa SIEC y con un presupuesto de 556.000 euros, contemplaban la reforma de la cubierta (ahora destruida), con materiales que optimizaran el rendimiento térmico.
Eliminar barreras arquitectónicas e incorporar nuevos sistemas tecnológicos que faciliten el disfrute de las obras o revisar el sistema de climatización y seguridad, eran parte de los trabajos previstos que comenzaron en el mes de enero.
Las oficinas provisionales del museo de instalaron desde entonces en el Centro de Iniciativas Empresariales del Mercado de Méjico y el personal de la institucion museistica ha venido realizando labores de tipo científico y preparando las nuevas colecciones de cara a la reapertura, prevista para finales de año.
Sin embargo, en octubre ya se anunció que la esperada reapertura se retrasaría hasta enero de 2018. Las dificultades que encontraron para el traslado de las colecciones de arte y la mejora de la cimentación de los muros de carga así como el desmontaje de la cubierta y en la red de saneamiento, supusieron más complicaciones de las planificadas.
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