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De izquierda a derecha José María Cubría, Raúl Medina, Domingo de la Lastra, César Vidal, Enrique Francés y Germán Flor. Roberto Ruiz
«No se puede llenar el Cantábrico de espigones para ponerle puertas al mar»

«No se puede llenar el Cantábrico de espigones para ponerle puertas al mar»

Los arquitectos dudan de la eficacia de la obra en La Magdalena y debaten la cuestión en una charla abierta a la ciudadanía

Mada Martínez

Santander

Sábado, 10 de marzo 2018, 08:05

La comunidad de arquitectos de Cantabria duda de que la construcción de dos grandes diques en los extremos de la playa de La Magdalena, financiada por el Ministerio de Medio Ambiente, sea eficaz para evitar la pérdida o corrimiento de arena en la zona. También dudan de que la solución planteada por el Ayuntamiento de Santander al Ministerio sea exclusiva, la única válida. Por contra, hay cierto consenso a la hora de señalar que el impacto en el paisaje ambiental será grande, innecesario.

El espacio de las playas y del paseo de la Reina Victoria, «ese tesoro se verá perjudicado con nuevos espigones más que dudosamente útiles. El impacto medioambiental de los diques es enorme», indicó José María Cubría, miembro de Grupo Alceda y presidente honorario de Acanto, uno de los participantes en la conferencia-coloquio organizada ayer en el Espacio Ricardo Lorenzo del Colegio de Arquitectos de Cantabria. La sala se llenó. La conferencia sirvió para debatir sobre unas obras que, más allá de proponer una solución técnica a la pérdida de arena de playas como la de Bikini, atañen directamente al patrimonio natural y cultural de Santander.

Además de Cubría, en la mesa titulada ‘Los diques de la Magdalena a debate’ intervinieron Raúl Medina, ingeniero, catedrático de la UC, y director del IH-Cantabria; César Vidal, ingeniero, profesor en la ETS de Ingenieros de Caminos y director de proyectos en el IH; Germán Flor, profesor de la Universidad de Oviedo y experto en dinámica de litoral, y Enrique Francés, miembro de la Junta directiva de ARCA, y profesor jubilado de la UC. El arquitecto Domingo de la Lastra, que actuó como moderador, indicó queesta actuación «ha creado una gran movilización social, y el primer paso y el más oportuno es realizar un foro en el que se dé equidistancia y más explicación a los trabajos, que haya más planteamientos que abran el debate».

En la charla se expusieron varios asuntos: la evolución de los arenales de esta zona de Santander, desde principios del siglo XX hasta la actualidad y el impacto de las construcciones para detener la pérdida o movimiento de arena; las características de los oleajes, corrientes, las consecuencias de la erosión, y también los previsibles impactos en el patrimonio paisajístico local.

«El impacto paisajístico (de los diques) es brutal, y si Costas considera que es asumible está equivocada», indicó Enrique Francés, quien centró su exposición en el impacto del cambio climático en las zonas costeras −las playas atlánticas, cantábricas decrecerán, entre otras consecuencias−, y en la evaluación ambiental del proyecto, una herramienta que, si bien técnicamente tiene calidad, encierra una trampa. «En muchas ocasiones, la evaluación se usa por parte de la Administración como un instrumento perverso», indicó. «El procedimiento está viciado a origen... Son juez y parte. Es una cuestión de fondo, por eso las evaluaciones no están resultando eficaces».

La solución para Francés pasa por lo global. «Los sistemas litorales se deben de tratar de forma integral. Hay que estudiar y gestionar la bahía de Santander en su conjunto». Y añadió: «Los diques son un absurdo... No se puede llenar el Cantábrico de espigones para ponerle puertas al mar».

Germán Flor situó el origen de los problemas que pretende paliar el proyecto de los diques en aquellos primeros rellenos artificiales con arena de dragado que se hicieron en los años setenta. «El impacto ambiental que detectamos en este proyecto», indicó, «es muy alto sobre el medio perceptual», se dará una gran alteración paisajística. Flor, además, no confía en que los diques ideados para las playas «solucionen de modo definitivo la estabilización de la arena» debido, entre otros, a la disposición biométrica. De hecho, apuntó, seguirá el viaje de la arena y el dique corre el riesgo de saturarse.

Hay más de una solución

Tanto Medina como Vidal indicaron que lo que ocurre en los arenales de La Magdalena está íntimamente ligado a lo que ocurre en El Puntal, que crece a razón de 13 metros por año «y se ha convertido en un verdadero dique». El director del IH recordó los estudios hidrodinámicos realizados en el IH y aportó cifras sobre el transporte de arena: si en 2005 se transportaban 21.000 metros cúbicos, «ahora andamos en torno a los 30.000, el transporte se está incrementando».

Medina expuso que, ante esta situación, se podía dejar que la arena siguiera circulando libremente y, en consecuencia, dejar que desapareciera parte de la playa –la zona del muro del polo y cerca del Balneario...– o intervenir para que la arena dejase de escaparse a la canal. Las posibilidades, indicó Medina, eran y son múltiples: ¿cerrar el dique de Bikinis?, ¿cerrar la isla de la Torre con el Balneario?, ¿volver a construir el espigón que existían en 1902?, ¿construir un dique exento?

Se dejaron caer varias soluciones en la charla: seguir apostando por el relleno anual de arena; César Vidal, por ejemplo, apuntó a la posibilidad de proceder a una fijación de la zona para que se defendiera de las erosiones progresivas a consecuencia del relleno de arena. «Por otra parte, soy partidario de que se dedique el dinero a una reposición continua como hasta ahora».

«No hay una única solución sino múltiples y con el mismo fin», indicó Medina. Más adelante, añadió lo siguiente: «La solución no es única»: colocar tetrápodos (bloques de hormigón) era una de las propuestas, recordó, o mover la arena, o dejar que esta evolucione. «Todas tienen su precio a pagar: o nos quedamos sin playa, o cada año hacemos una inversión o hay un impacto paisajístico. Todas son posibles y tienen un precio».

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