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ÁLVARO MACHÍN
Viernes, 25 de julio 2014, 07:58
Es fácil que anoche se conocieran dos chavales. Que ella estuviera con su grupo de amigas y que se pasaran toda la semana hablando de la noche en la que podrían llegar más tarde. Y él, ejerciendo de gallito delante de los amigos. Así empezaron muchas historias verano tras verano. Historias que murieron con septiembre o que duraron. Eso nunca se sabe. Tanto que también es fácil que otros dos, ya nada críos, recordaran juntos cómo se conocieron tal día como ayer, en la playa, después de mirar al cielo. Pero hace muchos años. La noche de los fuegos está llena de historias. Miles de personas invadieron El Sardinero. «Más que nunca», decían. Como siempre. Como siempre colas para llegar, como siempre colas en las paradas de autobús y, como siempre, el 'oh' prolongado en la boca con los estallidos de color en la noche. De eso va todo esto. De la noche inolvidable de cada mes de julio.
Los valencianos de la empresa Ricasa -tierra acostumbrada a la pólvora y al estruendo- fueron los encargados del espectáculo. Era su estreno en Santander tras completar un historial de cielos iluminados entre los que figuran, entre otros, los fuegos de la noche del Apóstol Santiago o la Nit del Foc de Valencia, así como algunas citas internacionales (como la inauguración de los recientes Juegos Olímpicos de Sochi, en Rusia). Desde las seis de la mañana trabajaron en un llamativo montaje. Entre el Cormorán y el chiringuito de Rema. Media playa ocupada. Empezaron a las once en punto. Los primeros, de color blanco y dorado. Y, así, uno tras otro durante unos veinte minutos. Hacia el agua. Alguno, empeñado en aparcar, tuvo que verlos -o puede que solo oírlos- desde el coche. O subidos a la noria, convertida en el mirador perfecto en su azotea. Miraron desde el paseo, subidos a los bancos, tumbados en la playa, en cualquiera de ellas. Desde la zona del aparcamiento del Camello, desde la senda de Mataleñas, junto a la bola del mundo o el monumento a Fuentes Pila. O desde las ventanas del Hotel Sardinero o del Chiqui. El que tiene balcón, lo llena. Porque la imagen de las luces de color encendidas hacen del mar y de la playa, de Piquío o de Mouro al fondo, un lugar en el mundo aún más hermoso. Hasta se puede ver, si uno se fija, la cara desfigurada de uno de los angelotes del remate en lo alto del Gran Casino. Belleza y curiosidades.
Ahora, con el móvil, lo sabe más gente. En todo el mundo. Las fotos de los profesionales de la red social no tardaron en inundar muros y cuentas. Retocadas o sin efectos. Imágenes y vídeos. Del niño que mira por primera vez, de la abuela que se lleva la silla de la playa, de la pandilla de colegas, del beso de la pareja...
Lo suyo
En los veraneos de pueblín hay noches de romería o de películas al aire libre. El baile, la verbena... Ni internet ha conseguido tumbar lo entrañable. Aunque el cine de Giancaldo, el pueblo de Sicilia, acabara derruido cuando Salvatore Di Vita volvió para el funeral de Alfredo. Cinema Paradiso. Ellos pasaban el estreno subidos en barcas cuando hacía calor. Cosas suyas. Era su noche especial del séptimo mes. La inolvidable año tras año. Y eso son los fuegos para la Santander que aún tiene conciencia de lo suyo. Para el puebluco, -sin acritud, aunque alguno se moleste al oírlo-. Del veraneo con los familiares que vienen siempre de Madrid, de salir a comer el helado 'a la fresca' y de dar una vuelta antes de subirse a nada para ver qué hay este año en las ferias. Aunque siempre sea lo mismo. Como si cambiara, como si fuera nuevo.
Es tradición, es costumbre. Ayer las ferias estaban a reventar. Más de lo mismo. Forma parte de la misma historia de las mismas cosas de los mismos veranos con distinta fecha. Porque los fuegos le dan continuidad a las vacaciones y hacen recordar aquella vez que vino el Pasaje del Terror, los conciertos en la Plaza de Toros o los coles desde el embarcadero de La Magdalena -frente al Balneario, el que han dejado en los huesos los temporales-. Las cosas que ya no están, pero que fueron. Como las personas.
Ayer, miles de personas vieron el espectáculo pirotécnico de los fuegos artificiales de Santiago en la Segunda Playa de El Sardinero. Eso también se repite. La frase. Le servirá al que escriba estas líneas el año que viene. En la próxima noche de fuegos de Santiago. En el próximo verano vivo.
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