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Santander
Jueves, 20 de julio 2017
A primera hora de la tarde, los rostros desencajados de los vecinos que subían a sus hogares, uno a uno, acompañados por los bomberos, hablaban de indignación e incredulidad. «No podemos creer lo que ha pasado. Mi casa estaba nueva y ahora está destrozada», ... decía Carolina Sánchez, la propietaria que alertó al 112 para advertir de las enormes grietas que avanzaban por la pared de su casa. Sánchez había comprado su vivienda hace seis años y la había reformado por completo hace cinco. Por la tarde, cuando el edificio dejó sus tripas al aire, miraba hacia su ventana sin acabar de creérselo y recordando las veces que, en las últimas semanas, habían llamado a la policía local «para tener que oír que estábamos exagerando».
«No es normal lo que ha pasado. Realmente es difícil de creer pero está sucediendo. Es un susto anunciado. Lo hemos denunciado en varias ocasiones, hemos avisado de que el edificio se caía y todo el mundo se ha lavado las manos. Vamos a ver qué pasa, porque parece que teníamos razón cuando advertíamos de que la estructura del edificio estaba afectada», avisó el el marido de la presidenta de la comunidad, Eduardo Hernández, quien ayer no dejaba de insistir en que este era «un desastre anunciado. No me quiero dejar llevar y hablo solo de los hechos objetivos: el año pasado instalamos un ascensor. Es una obra mayor. Se hizo el proyecto, se instaló el ascensor y no ha habido ni medio problema», decía por la mañana. Tras venirse abajo el edificio, Hernández llamó la atención del lugar por el que había colapsado el inmueble «que no es por la parte en que se ubica el ascensor».
Entre los más desolados destacaban los miembros de la familia Piró, que perdieron su piso en el incendio de Tetuán en octubre de 2008. Esta familia, al perder su vivienda, se trasladó a vivir a Peña Herbosa y, finalmente, recaló de alquiler en el edificio que ayer se cayó. Son seis: un matrimonio ya octogenario, una hermana también mayor, otra pareja joven y el hijo de esta. Ayer, la madre del niño no quiso hacer declaraciones: «Está hundida», contó otro pariente «porque ya lo perdió todo con el incendio y ahora esto otra vez».
Pasado el ‘shock’ inicial, la mayoría expresaba alivio, al menos en un sentido: «Por lo menos no nos ha pillado a ninguno dentro», destacó otro de los vecinos. Aunque, de otro lado, se abre el gran interrogante:¿Y ahora qué? Todos son conscientes de que el futuro depara un auténtico viacrucis de reclamaciones, reivindicaciones e incertidumbres.
«Esa obra que estaban haciendo ahí abajo es ilegal. Es una denuncia que hemos hecho desde hace tiempo y nadie nos ha hecho ningún caso, ni en el Ayuntamiento, ni en ningún lado», denunció Julio Gago, otro de los residentes. «Hemos dicho que estábamos notando cosas raras, grietas que no habíamos visto nunca. Se protestó por las obras que estaban haciendo. Yo incluso escuché alguna vez que introdujeron en el local una pequeña pala excavadora, ¿pero qué es esto?». «¿Quienes son los responsables de todo esto? ¿Quienes nos van a dar explicaciones y soluciones?», cuestionó. «Imagino que los vecinos nos organizaremos y actuaremos de forma conjunta», agregó Juan José López, padre de otra propietaria, Ana López, que pudo entrar en el piso de su hija y no vio «demasiado destrozo». «Pero es seguro que nos movilizaremos, porque esto ha sido muy serio».
Al menos seis de los 24 afectados en total –un matrimonio, dos ancianos y las dos personas que viven en la casa anexa– han pasado esta primera noche en el centro de acogida Princesa Letizia, de Santander, según informó la concejala de Servicios Sociales, María Tejerina, quien explicó que el Ayuntamiento ofreció «a todo el mundo» un alojamiento alternativo, aunque casi todos se lo buscaron por su cuenta en el círculo familiar. Ya por la mañana, cuando se produjo el desalojo, buena parte de los vecinos de más edad fueron asistidos por familiares que se desplazaron hasta Tetuán.
«A mí me llamó mi hijo», contó Benjamín Gándara. «Yo estaba en la casa del pueblo y mi hijo me avisó de que se había enterado por el periódico de que se estaba desalojando el edificio», agregó, casi emocionado. «Que te expulsen de tu casa, después de más de 40 años, es lamentable, y muy indignante. A ver quién es el culpable de todo esto». Sobre todo, porque no se veía mucha seriedad en el proceso de concesión de licencia (ahora obra menor, ahora obra mayor) al hostelero que estaba con las reformas de uno de los dos locales comerciales del inmueble.
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