Unidos para sobrevivir
Diego Carcedo
Domingo, 13 de diciembre 2015, 14:34
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Diego Carcedo
Domingo, 13 de diciembre 2015, 14:34
Nada une más que compartir un enemigo y la humanidad, siempre tan dividida y proclive al enfrentamiento, acaba de dar un buen ejemplo acuciada por su instinto de supervivencia. El Acuerdo mundial por el clima, logrado este fin de semana en París, es probable que para muchos se quede corto en sus exigencias y compromisos, pero es una prueba histórica de que ante un peligro de semejantes magnitudes, la sensatez ha conseguido imponerse. No era fácil pasar de las declaraciones de buenas intenciones -de hecho casi nadie se atrevía a pronosticar que se llegase a un acuerdo de amplias miras-, así que lo primero que se impone es felicitar a sus protagonistas y congratularnos todos por la parte que nos corresponde.
Efectivamente, los puntos básicos del consenso logrado anticipan polémicas y es más que probable que a medio plazo resulten insuficientes. Pero el hecho de que haya sido discutido y suscrito por los gobiernos de 195 países sin excepción -la ONU cuenta con 193-, cada uno con sus ideas y sistemas políticos, bastantes con sus enfrentamientos, y todos con sus intereses particulares y sus compromisos económicos, se convierte en un hito excepcional. El calentamiento del Planeta es más que una obsesión de los ecologistas, que la enarbolan las veinticuatro horas, una realidad que los estudios y evaluaciones científicas han demostrado se trata de una amenaza alarmante.
En el Acuerdo no se han establecido cuotas para la emisión de gases contaminantes, lo cual deja una grieta para las violaciones, pero en su conjunto es vinculante para todos. Salvar al Planeta es desde ahora una responsabilidad compartida oficialmente por la humanidad entera. Que se hayan sumado potencias tan remisas al acuerdo como contaminantes en la práctica, casos de China, India y los propios Estados Unidos, ha sido decisivo. Como lo será que los más ricos creen un fondo común de 100.000 millones de dólares anuales para paliar los perjuicios que las restricciones impuestas causen a las economías más endebles. Otro detalle igualmente importante es que se establezca un sistema de supervisión del cumplimiento.
El objetivo es controlar el calentamiento global, frenando o liquidando los factores contaminantes, para que el siglo termine con un aumento de la temperatura que no rebase el dos por ciento. Cada cinco años se revisará la evolución y se modularán las medidas que no estén proporcionando los resultados fijados. Aunque algunos países han conseguido excepciones, el acuerdo en su conjunto es un éxito al que se ha llegado después del fracaso de intentos anteriores -como ocurrió con la Cumbre de Tokio- y de una campaña constante de concienciación que ha mentalizado lo mismo a regímenes contrapuestos que a creencias religiosas irreconciliables.
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