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Fernando miñana
Viernes, 30 de marzo 2018, 08:07
Ramón Oliu (1923-2005) era una eminencia en el ámbito de la ingeniería química y el petróleo que acabó encontrando un puesto de su talla en Estados Unidos. Convertido en un cuarentón, con los rotundos 50 a la vista, decidió que había que hacer algo ... con la barriga y empezó a correr. Al principio, modestamente, dando vueltas a su casa en Princeton. Poco a poco fue alejándose del hogar. Milla a milla. Hasta que un año, en 1976, con un país entregado a aquello del ‘jogging’ y cientos de miles de personas correteando de aquí para allá con una cinta para secar el sudor de la frente, Oliu se lanzó a correr el maratón de Nueva York. Aquello le fascinó.
Un año después regresó a Barcelona y, como en Estados Unidos era algo habitual en las grandes ciudades, preguntó qué día se celebraba el maratón. Le dijeron que no había. Y así era, pero no solo en Barcelona, sino en toda España. Oliu, a quien miraban raro porque corría en pantalones cortos por el palacio de Pedralbes, decidió que había que hacer algo y en 1977 fundó con otros cuatro entusiastas de la carrera a pie la Comissió Marathon Catalunya. Al año siguiente, el 12 de marzo de 1978, se celebró en Palafrugell, en la Costa Brava, el primer maratón de España. Salieron 185 atletas y llegaron a la meta 150. Un mes más tarde se estrenó Madrid.
Cuarenta años después, en Barcelona, 13.537 personas cruzaron la meta de un maratón que ha sufrido diferentes vaivenes. En medio, el salto definitivo a la ciudad condal en 1980 con una carrera con 700 hombres y 20 mujeres (incluida una niña de 10 años), el lento ascenso en el censo, la desaparición en 2005, la recuperación en 2007 y el ‘boom’ del llamado ‘running’ coincidiendo con la crisis que cayó de golpe sobre España en 2008.
En estos años de auge no solo han salido corredores de debajo de las piedras, también carreras. Largas y cortas, diurnas y nocturnas, con duros repechos y planas como una tabla. Es lo que se ha terminado llamando la ‘burbuja del running’. Pero en los tres últimos años las cifras no engañan: las carreras tienen cada vez menos inscritos.
España, una potencia No hay muchos países con un número de corredores como España. En cuanto a participación en maratones, solo está por detrás de Estados Unidos y Japón.
Las cifras decaen El censo de la mayoría de las carreras, salvo contadas excepciones, lleva dos o tres años en retroceso. El problema no es que corra menos gente –de hecho, corren los mismos o más, sobre todo mujeres–, sino que hay demasiada oferta y los corredores hacen menos pruebas.
Siguen llegando mujeres La cifra de hombres aficionados a la carrera a pie parece que, poco a poco, se está estabilizando en España, pero las mujeres, que empezaron a calzarse las zapatillas más tarde, siguen incorporándose a este mundillo. Los expertos aseguran que aún queda mucho margen hasta llegar a países como Estados Unidos, Australia o Nueva Zelanda, donde corren más mujeres que hombres.
3 millones de corredores, aproximadamente, hay actualmente en España, según la revista ‘Runner’s World’. Es decir, uno de cada siete u ocho españoles corre de manera esporádica.
9.700 carreras de diferentes distancias se celebran cada año en España. Desde pruebas cortas como las millas urbanas hasta los maratones y ultrafondos, pasando por los 10K, grandes fondos (15 km) o medio maratones. En este censo no entran duatlones, triatlones, carreras de montaña o de obstáculos, que cada vez cuentan, sobre todo las dos últimas, con mayores adeptos. Si juntáramos todas, llegarían a 11.000.
El maratón de Barcelona, el punto de partida de esta historia, tiene el récord de corredores llegados a meta en España en una prueba de 42,195 kilómetros: 16.506 en 2016. Desde entonces se ha producido un retroceso. «En esta última edición hemos acusado los atentados de agosto. Las semanas posteriores se produjo un parón en el ritmo de inscripciones. Lo mismo le sucedió a París en su día, que si tenía 3.000 estadounidenses, ese año se quedaron en 300», explica Gerardo Prieto, periodista especializado y miembro de la organización, aunque también reconoce que la mayoría de las carreras se está resintiendo. «La teta no da para más y, con la crisis superada, la gente empieza a querer correr otros maratones fuera de España». Barcelona es el más cosmopolita, con el 50% de participantes extranjeros. Aunque también hay quien apunta que el ‘procés’ tampoco ha ayudado.
Jesús Lagos es conocido en Twitter como ‘Arròs Running’, un perfil analista y repleto de estadísticas sobre el atletismo. Hace tiempo que está monitorizando las carreras de Madrid y ha constatado que los corredores están ‘desertando’. «Mi percepción, por lo que veo en mi oficina, en una multinacional, es que la gente cada vez corre menos carreras. Aquí llegamos a tener más de 50 corredores y ahora no son más de cuatro. Están bajando los maratones de toda España salvo en Valencia, donde se están haciendo muy bien las cosas. Y en el resto de carreras no creo que se vuelva a estar como en los años del ‘boom’. Las pequeñas desaparecerán. De hecho, algunas ya lo han hecho. Y las grandes, las profesionales, se mantendrán. Las que organiza ‘Runner’s World’, que las promociona muy bien, van fenomenal».
‘Runner’s World’ es la revista de referencia del sector en el país. Es su mercado y lo conoce al detalle. Habla de un censo nacional de unos tres millones de corredores y ha publicado una guía de carreras de toda España que cuenta con 9.700 referencias. Desde millas a ultrafondos. «Se está produciendo un reajuste, como era de prever», advierte Alberto Hernández. El redactor jefe de la revista especializada cree que en los próximos meses se va a producir un corte en el mercado. «Se está meneando el árbol porque esto ya no es tanto negocio como parecía. Muchos supuestos ‘influencers’, ‘bloggers’, webs de ‘running’, medios pequeños... van a desaparecer».
Hernández, que proviene de la revista ‘Corricolari’, una pionera que ya no existe, está convencido de que disminuye el censo de las carreras, pero no el número de personas que corren, que incluso puede seguir incrementándose. Lo afirma durante la mañana en la que se ha abierto el plazo de inscripción para la carrera de la mujer de Madrid. «En unas horas llevamos 13.000 apuntadas», revela. «Aunque quizá sea un oasis y no sea una carrera representativa del ‘running’ sino de la solidaridad, de una celebración de las mujeres, de la lucha contra el cáncer...».
El periodista también cree que la gente está harta de gastarse 15 o 20 euros cada semana. Porque, como señala la cuenta de ‘Pre-Marathon’ en Twitter, eso de que el ‘running’ es muy barato porque solo hacen falta «unas ‘zapas’ y ganas de correr» acaba siendo falso. Es lo que denomina la gran mentira del ‘running’, porque la mayoría de los corredores se gasta un dineral en dos pares de zapatillas al año, visita mensual al fisioterapeuta, reloj con GPS, camisetas técnicas, cortavientos, medias de comprensión, bufandas, calcetines, gafas de sol...
En el reajuste interviene además la dispersión de los corredores hacia otro tipo de competiciones como el duatlón, el triatlón, las carreras de montaña (con una limitación por una cuestión medioambiental) o las de obstáculos, donde recalan los que han abrazado otras disciplinas como el ‘crossfit’ o el paleo ‘trainning’.
Si alguien tiene una visión periférica de este fenómeno es Óscar Díez, fundador de Corriendo Voy, una empresa que ofrece a las carreras la grabación de la salida y la llegada y, en algunos casos, de otros puntos kilométricos. «En 2008 vi que se triplicaban las inscripciones de las carreras y me pregunté: ‘¿Qué es esa ola que viene?’». Ahora trabaja con 250 organizadores y un fin de semana de abril de 2016 llegó a poner sus cámaras en 16 pruebas diferentes.
El mundo solidario creyó encontrar un filón en el ‘running’. Por un lado se crearon algunas carreras de corte benéfico por la sensación, quizá, de creer que organizar una prueba popular era algo tan sencillo como colocar un arco en la meta y poner una mesa con botellas de agua regaladas. «Las carreras solidarias solo funcionan si se anuncian en los medios y saben promocionarse en las redes sociales, como ocurre con la Carrera de la Mujer, pero si no tienen promoción también acaban desapareciendo», advierte Jesús Lagos, que disecciona las carreras con su ojo clínico. Este ‘género’ ha contribuido, y es lícito, a disparar la oferta. «Se está metiendo mucho el mundo ‘oenegé’ para recaudar fondos», alerta Fernando Ibarreta, de la Behobia-San Sebastián.
Aunque también están las carreras profesionales que destinan un porcentaje a una causa solidaria, como el maratón de Valencia Fundación Trinidad Alfonso, que suma un euro en su donación por cada corredor que cruce la meta. Algo que sucede en otras muchas carreras de toda España donde la solidaridad no es el fin, sino un extra.
Un caso aparte son aquellos corredores que, de manera individual, se convierten, con mejor o peor fe, en representantes de una buena causa. Muchos con la intención real de ayudar y otros, simplemente, para costearse un dorsal o directamente para hacerse algo de publicidad en los medios de comunicación que se hacen eco de su gesta. El paraíso de los ‘charities’ es el maratón de Londres. La organización presume de haber recaudado, gracias a los corredores, más de 890 millones de libras (unos mil millones de euros) desde su puesta en marcha, en 1981 (se celebró el mismo día que la primera edición de Valencia).
Existen hasta webs especializadas que ofrecen causas que defender o divulgar en una carrera y en Londres no es extraño ver a un corredor disfrazado de elefante o rinoceronte reclamando que se persiga la caza de estos animales. En otros casos –en España no es inusual– apenas recaudan un puñado de euros, pues el corredor se limita a llevar la camiseta de su causa y poco más.
«Al final prefieres quedar con los amigos a correr y luego irte a comer antes que gastarte 20 euros en una carrera. Y cada vez hay gente menos obsesionada con las marcas. Pero, sobre todo, creo que hay muchas carreras absurdas. Es que son 180 en España cada fin de semana».
Y luego está la obsesión de muchas ciudades por tener un maratón para no parecer inferiores a la vecina. «Hay una tienda en Logroño que es la que más zapatillas Adidas vende en toda España. La marca mima tanto al dueño que hasta se lo llevó a Sudáfrica al mundial de fútbol. El primer año del maratón le llevó a todos sus atletas de referencia a promocionar la carrera. Lo dieron todo... y llegaron 93 corredores a la meta. O Bilbao, que tiene un maratón nocturno con 500 corredores. El organizador se lo quiere quitar de encima y quedarse el 10K y el medio maratón, pero el Ayuntamiento no quiere. En Tenerife cortan la ciudad para 200. En Río Boedo o Aguilar de Campoo tienen un maratón en el que no corren ni cien...».
Óscar Díez le toma la temperatura al ‘running’ mirando la Behobia-San Sebastián, el dorsal que anhela todo corredor en España. «Durante unos años agotaban las inscripciones. Si hasta llegó a haber, entre 2012 y 2014, mercado negro con los dorsales, pero eso pasó y los últimos años ya no han agotado los dorsales».
La Behobia rozó los 34.000 atletas llegados a la meta en 2015, pero desde entonces la cifra va en retroceso y en dos años han perdido tres mil corredores. «Así es», reconoce sin tapujos Fernando Ibarreta, productor ejecutivo de la carrera. «Está pasando en toda España, pero también en el extranjero. La demanda cautiva en el maratón de Nueva York (gente que paga por la posibilidad de lograr un dorsal) ha descendido (causando un perjuicio a la organización de un millón de euros, según algunas fuentes)».
Ibarreta encuentra tres razones a esta deserción en España. «La más importante: hay un exceso de oferta. Hace diez años había seis maratones y ahora, 28. Luego, el corredor de asfalto puro y duro ha descubierto el monte. Y la tercera es que las carreras populares han crecido y es un producto muy maduro. Todos querían ir a la Behobia y a Nueva York y muchos ya han ido varias veces. Ala larga, creo que sobreviviremos las que tenemos una trayectoria y una capacidad organizativa que nos avala. Hay una saturación y muchas lo hacen mal». Su carrera cuesta producirla 1,2 millones de euros, de ahí que cobren 45 euros por correr allí.
Hay carreras por doquier. En cada ciudad y en cada pueblo. Incluido Cantonigròs, donde nació Ramón Oliu y donde celebran una prueba en su memoria desde el año de su muerte.
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