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Un nutrido grupo de corredores en la salida del maratón Trinidad Alfonso de Valencia. Txema Rodríguez
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El furor por disputar carreras ha empezado a decaer y casi todas registran ya la pérdida de corredores. «Hay muchas pruebas absurdas»

Fernando miñana

Viernes, 30 de marzo 2018, 08:07

Ramón Oliu (1923-2005) era una eminencia en el ámbito de la ingeniería química y el petróleo que acabó encontrando un puesto de su talla en Estados Unidos. Convertido en un cuarentón, con los rotundos 50 a la vista, decidió que había que hacer algo ... con la barriga y empezó a correr. Al principio, modestamente, dando vueltas a su casa en Princeton. Poco a poco fue alejándose del hogar. Milla a milla. Hasta que un año, en 1976, con un país entregado a aquello del ‘jogging’ y cientos de miles de personas correteando de aquí para allá con una cinta para secar el sudor de la frente, Oliu se lanzó a correr el maratón de Nueva York. Aquello le fascinó.

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