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Domingo, 4 de enero 2015, 10:25
El carnaval de La Vijanera, en la localidad cántabra de Silió (Molledo), ha vuelto a ser hoy el más madrugador con el tradicional desfile de sus personajes ancestrales, los zarramacos, que ha llenado de gente las calles del pueblo para conjurar los malos presagios para este año.
El tiempo agradable y la ausencia de lluvia han ayudado a que miles de personas se hayan acercado a lo largo de la mañana hasta Silió para asistir a un carnaval que tiene desde hace cinco años el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Nacional.
Sus orígenes podrían entroncar con ritos celtas de la Cantabria prerromana para celebrar el solsticio de invierno, que fueron adoptados por los invasores.
Con ese motivo se recuperó hace más de tres décadas el carnaval de La Vijanera, que se celebra cada año en esta localidad el primer domingo de enero.
Este año más de un centenar de personas han participado en un desfile con trajes que recuerdan las labores tradicionales, la naturaleza y oficios antiguos.
Los zarramacos, como eran conocidas las cuadrillas de jóvenes guerreros de las tribus cántabras, danzan durante todo el día por las calles del pueblo.
Para emularlos, los participantes llevan en la cabeza un cucurucho forrado de tela negra adornada con lazos y rosetones y coronado con crines de caballo, y a modo de sujeción llevan un pañuelo blanco atado en su base.
Con la cara tiznada de negro, se cubren el cuerpo con pieles de oveja y se amarran con sogas de cuero mojadas cuatro campanos por delante y cuatro por detrás, cuyo peso puede alcanzar en torno a los 40 kilogramos.
A los zarramacos se unen otros personajes como el Oso, completamente cubierto por pieles de oveja, la gorilona y el húngaro, los danzarines blancos y negros, y la Pepa, que encarna un joven con boina y máscara que porta un muñeco que simula a una mujer vieja.
También destacan por su espectacularidad, los traperos o trapajeros, ataviados con un traje hecho de tiras de ropas viejas de todos los colores, y los trapajones, que se cubren con elementos naturales como paja, musgo o helechos.
El espectáculo comienza con la caza del Oso, representación del Mal, por parte de los zarramacos, los guerreros del Bien. Después la comitiva se desplaza hasta la Raya, el límite entre Silió y Santián, para pedir guerra o paz.
Al declararse la paz, la fiesta continúa con el canto de las tradicionales coplas y los rituales del "parto de la preñá", que si sale bien vaticina un año de bienes y, por último, la muerte del Oso, abatido por los zarramacos para purgar a los hombres de los malos presagios.
Aunque los actos oficiales concluyen con este rito, los vijaneros y los visitantes continúan la fiesta por las calles del pueblo hasta bien entrada la noche, para cumplir con una tradición ancestral que se repite cada año, desde hace más de treinta.
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